Cuando Madrid se recalienta conviene tirar millas. Alejarse, ver el Cantábrico y ver a tus hijos crecer en una piscina al sol de Villaconejos o Marbella. Yo no tengo ni piscina ni hijos, pero sí un chichón sangrante que me dejó lo del Orgullo Gay y la batalla campal en aquel Paseo del Prado que pareció Tlatelolco. Y aunque haya nubes en Madrid estos días, anda la cosa infectada, salida de sí. Como viene siendo costumbre en Madrid cuando las cosas se ponen entre malas y peores. Y siempre por julio.

Los que vamos quedando en julio y en Madrid somos Rodríguez tristes, y nos duele como una nevera ronca en mitad del pecho ese bar que cierra y esa farmacia que abrirá por septiembre y que nos deja sin el Fanodormo al que me aficionó Ruano. Y en los veraneantes hay un hartazgo porque temen que a la vuelta del otoño se colectivice la propiedad o se le expropie el chalet al abuelo santísimo. 

También yo he sido Madrid y he sido verano, pero había cierto futuro, y escribíamos nuestras desventuras estivales y la ciudad era fetén. 

El telediario abre con la nada cotidiana, con ese empate en Las Gaunas que fueron Podemos y Vox: con el tiempo vimos que a ambos les importaba más lo de marcar paquete que "su pueblo", "su gente" o "su patria" -o como digan en esa oratoria de Azaña o José Antonio con calenturas-. 

Ahora corre por la capital el rumor de que Manuela Carmena podría salirse con un ministerio con esa fortuna que favorece a los audaces o esa flor en salva sea la parte que Manuela ha demostrado desde que llegó la democracia, si no antes. Una Carmena ministra, aunque sea de Parques y Jardines, llevaría a Podemos al vertedero de la Historia y el plazamayismo quedaría como aventura anecdótica de los que no hicieron la mili.

La clase política es parasitaria y más en verano, con alguna salvedad que conocemos de la España vaciada. Hay quien dice con media sonrisa que las nóminas llegan a tiempo, la UME está y se le espera, y que Marchena y sus funcionarios son de lo poco digno que le queda a este descalzaperros constituido en parlamentaria monarquía.

En España no se ha puesto el sol y ni el CIS explica la razón última de por qué amanece, que no es poco. Porque España está ahora como yo, con un chichón en el cuerno y media lágrima que no sabe si salir.