Algunos hombres ríen: ríen en la radio como en las tabernas; se parten, se tronchan, se conchaban, llega la noche y siguen riendo, mira el culo de no sé quién, qué tal las tetas de esa otra, a esa tercera no sabes lo que le hacía. Joder, cuánto ha engordado, parece una vaca, qué asco, qué zorra, no me la tiraba ni con el pene de otro, esa necesita un buen polvo y se le quitan las tonterías. Van soltando sus perlitas misóginas, sus vomitonas dialécticas, van subrayándose a golpe de insulto, de chanza, de bravuconería; van impregnándolo todo de miseria lúbrica, van reduciendo el mundo -el país, la política, las mujeres- a un agujero que ocupar,  a una cavidad que rellenar con carne erecta, a una boca vaginal deshumanizada que les aguarda sin hora. Ya quisieran. 

Qué campanuditos, qué fatuos, qué terriblemente machotes, qué soberanos cracks que vienen de vuelta. Una lleva la vida entera oyendo a mamarrachos exaltados opinar sobre cuerpos femeninos para desactivar todo lo que hay ahí adentro: por qué escucharlas, por qué respetarlas, por qué asumirlas como amigas o rivales, como amantes o como novias, por qué alabarlas o criticarlas desde el raciocinio si pueden sacar al animal bravo que llevan en la bragueta y neutralizarlas con su baba verde. Así ya no habrá mujeres fuertes, ni pensantes, ni independientes: sólo objetos. Algún día les dijeron que el mundo era su bazar, que hicieran uso de sus descuentos, que cada hembra era sólo una pieza para clavar el diente o pasársela a las águilas. De nuevo: ya quisieran. 

Qué ricos, nunca les da por ponerse un espejo. Normal: les avergonzaría lo que verían. La dignidad y la autocrítica no están ni se las espera. Lo pensaba el otro día, cuando una cuadrilla de andropáusicos se descojonaba de Carmen Calvo en la Cope. Que si el escote, que si el encaje. Que si su torso era el Valle de las Caídas. Qué cachondeo, qué despiporre: vaya retrato de ellos mismos. La verdad, caballeros, es que el cuerpo de Calvo levanta el cerebro de la vicepresidenta del Gobierno. La verdad es que es jurista, que está especializada en Derecho Constitucional, que lidera la secretaría de Igualdad en el PSOE -faltita que hace-, que fue ministra de Cultura, que publica libros, que se viste como le da la real gana y que merece, cuanto menos, que los machistas se enjuaguen la boca, den un paso atrás y la traten de usted.

Bien es cierto que los tipos que hacen esos comentarios son los primeros a los que se les encogen las gónadas cuando una mujer les pide lo que no tienen. Pobres fábricas de insatisfacción. Tanta boquilla en la calle, y luego, ah: si hablaran los colchones. Será que esa repugnancia verbal es fruto del miedo. La chavalería defendiéndose por adelantado, curándose de los íntimos fracasos futuros. Ni les viene mal la contracción genital: no sea que España acabe pareciendo el Valle de los testículos caídos.