Agosto da un respiro para hacer los deberes, y uno que tenía pendiente era leer el nuevo libro de Manuel Arias Maldonado, Antropoceno. La política en la era humana (Taurus), que el autor me dedicó en febrero. La ola de calor y las noticias sobre inundaciones y tifones han sido el acompañamiento del planeta a unas páginas que hablan de esas cosas, entre otras muchas. De pronto el resto de la actualidad parecía frívola en comparación con el asunto que puede impedir que haya más actualidad.

Cuenta el decimonónico Aleksandr Herzen que un día en que se quejaba del mal tiempo le respondió una anciana: “Bueno, mejor que haga mal tiempo a que no haga ninguno”. El peligro al que nos enfrentamos en el siglo XXI es al de que el tiempo empeore hasta el punto de que deje de hacer tiempo. Para los seres humanos, naturalmente. El término Antropoceno, “un concepto colosal”, designa una nueva era geológica debida a la incidencia de la humanidad sobre el planeta Tierra, que habría alterado la relativa estabilidad climática de la era anterior, el Holoceno: justo aquella en que pudo desarrollarse la humanidad. Con el Antropoceno –una de cuyas manifestaciones sería el cambio climático– entraríamos en una era desconocida, en la que tendríamos que aprender a vivir... si hubiera condiciones para ello. En estos momentos nos encontraríamos en la transición del Holoceno al Antropoceno, y a analizar sus implicaciones (de todo tipo, pero sobre todo políticas) dedica Arias Maldonado su libro.

Con su rigor, su erudición, su capacidad de síntesis y de análisis y su claridad expositiva habituales, el autor nos pone al día sobre un tema del que a la vez nos convence de que es el más importante de nuestro tiempo, puesto que está en juego la supervivencia de la especie humana. El libro recoge todos los matices del debate, las discrepancias, las distintas corrientes. Entre estas se encuentra la que considera que ya no hay nada que hacer y nos encaminamos hacia la extinción. Arias Maldonado propone no tirar la toalla, sino –a modo de apuesta pascaliana– actuar como si realmente pudiéramos hacer algo. Condición indispensable para ello es la concienciación: una nueva Ilustración ecológica que corrija y complete la modernidad.

La oportunidad podría surgir del riesgo que se cierne. En este sentido, “el Antropoceno es un apocalipsis didáctico: opera simultáneamente como relato distópico orientado a la transformación del presente y como amenaza real situada en algún punto del futuro. Didáctico porque se trata de corregir nuestro curso de acción para que no se hagan realidad las peores posibilidades del Antropoceno y podamos evitar el infierno climático en la tierra”. El conocimiento científico del alcance planetario de nuestras acciones tiene una conclusión moral: no podemos seguir eludiendo nuestra responsabilidad ecológica.