Acabe el asunto como acabe hay algo cierto. Las cosas han degenerado en que haya que estar con Celia Villalobos y con ese grito suyo tan verdulero cuando vio que no había taxis: "¿Y cómo coño llego yo a Torremolinos?". Hay que imaginar o ver en vídeos virales la pregunta así, como quien se inquiere por el concepto de infinito. Y es que, con independencia de ideologías, el grito villalobesco es el de todos. A nuestro pesar.

Parece que son los taxistas, ahora, unos autónomos que preocupan: quizá los únicos. Hasta Ada Colau se subió a los taxis negros y amarillos de BCN. Como antes se encaramó a los megáfonos, o antes a los desahucios.

Vayamos a lo fundamental; la Castellana cortada y un pulso al Estado que ni los del 1-0. Una coacción sin precedentes y las grandes avenidas colapsadas con petardos, piterío y que viva el monopolio. O el triste rictus del ministro Ábalos, cautivo y desarmado por la cosa nostra de la lucecita verde.

Después, las calles convertidas en un Chicago años 30. Tiros y chantajes: una dialéctica de los puños y las pistolas en una Barcelona que está ahora mismo como para otras olimpiadas... Que por el 1/30 al monopolio y por el monopolio hacia Dios y la bajada de bandera.

Porque, aunque no hay que generalizar en esto del periodismo, la ciudad estaba generalizada en su colapso. Y yo lo vi.

Luego dirán que España es especial, different, y que la primera industria es el turismo. Uno de mis últimos taxistas me dijo que en su sueldo entraba el ejercer de comadrona improvisada cada dos años. Iba el taxista envenenado desde que vio que una VTC desplegó un cartelón en esa ciudad, Málaga, donde Celia Villalobos se preguntó por su taxi y por su Torremolinos.

La huelga del taxi y el sindicato del taxímetro nos tuvo cogidos por donde más nos duele el verano. El grito de Villalobos tuvo su razón de ser y su volquete completo de demagogias. Pero es nuestro grito y ahora sólo me solidarizo con el gremio de quien me lleve del punto a A al punto B. En el menor tiempo y lo más barato posible. Y con el aire a 21,5°, claro. Que Villalobos se indigne con razón es para hacérnoslo mirar.

Yo comprendo mucho la doctrina de llevar el pan a casa y la competencia desleal que argumentan como un mantra. Que yo entender entiendo todo, sí, pero que sepan que en mis atascos mando yo.