Ni Rappel en sus buenos tiempos. O con sus mejores Ray-Ban de friqui clarividente. Se adelantaba en varios siglos a base de lucidez el bueno de Erasmo de Rotterdam, visionario neerlandés, a la hora de describir el paisaje –y el tétrico paisanaje– de la España de 2016; aunque el teólogo se refiriese, en realidad, al proceder de las antiguas Grecia y Roma en sus ‘Adagios’: “Gran parte de nuestro país estaba por entonces sometido a una clase de perniciosa peste; todos estaban divididos en dos facciones, adoptando los unos el nombre el anzuelo, y los otros el del bacalao”. Lo clavó, en pleno 1500, el profeta Erasmo; anticipó, de hecho, lo que estaba por llegar. No hay pez grande que no se coma al chico. Y a la ‘Visa’ está.

A la Visa Robo. A esa misma tarjeta que, de pronto, pasó de ser ‘black’ (y sin alivio de luto) a teñirse del color de la sangría y la más abyecta desvergüenza. Visa Robo para la que no existe tonalidad precisa ni adecuado pantonario. La misma Visa Robo que todos llevamos, como una prodigiosa cruz, cargada a nuestras espaldas. Símbolo de la más completa desfachatez de unos banqueros, los nuestros, que se fueron de rositas tras el rescate y saldrán dando lecciones de la pertinaz crisis. Golfa Apandadora de Plástico PVC sin Fecha de Vencimiento. Patente de Corso Electrón hecha para robar, en cada esquina, a manos llenas. Descarada, flagrante, sistemática e impunemente. Para atracar a cada cliente, además, utilizando para ello los anzuelos invisibles de los cajeros automáticos.

Esto es un Atraco a las tres, de Forqué, recauchutado. Remake en el que, al final, se quedarán con el botín los consejeros ejecutivos y llorará José Luis López Vázquez, como mujer, lo que no habrá sabido defender ni como malhechor ni como preferentista. 

Nos asaltan. Sin cúter. Sin navaja. A gran escala. Sin salvadoras doctrinas. A golpe de abusiva comisión. Con traje, corbata y recortá. Les vale todo con tal de quedarse parte de nuestro dinero y no existe atenuante que, con el beneplácito de algunos jueces, no estén dispuestos a utilizar. Se mofan después con titulares del tipo “Banco Santander gana 5.966 millones en 2015, un 3% más que en 2014”. Lo que no cuentan, ni contarán nunca, es cómo lo han conseguido.

Hoy, más que nunca, somos las tristes ovejas un rebaño resentido. Nuestros balidos ‘bankiarios’ empiezan a convertirse en queja. Facebookera y viral queja. Feroz lamento.
Ya iba siendo hora.