Si Mariano Rajoy no tenía ya el panorama lo suficientemente oscuro para que prosperara su investidura, el enésimo escándalo destapado en Valencia este martes, con decenas de detenidos y varios registros en dependencias oficiales, le aleja aún más de su propósito. La operación de la Fiscalía Anticorrupción se centra, en principio, sobre Alfonso Rus, expresidente provincial de los populares valencianos y expresidente de la Diputación. Pero las investigaciones también crean un cerco sobre la exalcaldesa Rita Barberá, hoy aforada al ocupar un escaño en el Senado.

Tanto Rus como Barberá unieron fuerzas en su día junto a Francisco Camps para poner punto final a la hegemonía de Eduardo Zaplana en el PP valenciano. Los tres volvieron a hacer piña para tratar de obstaculizar las medidas regeneradoras de Alberto Fabra, comprometido en el empeño de limpiar aquellas cloacas. Harto, el expresidente de la Generalitat valenciana optó al final por distanciarse de la organización y marcharse también al Senado. Pero sobre todo, Camps, Barberá y Rus fueron de gran ayuda a Rajoy cuando necesitó de apoyos para mantenerse al frente del partido.

La especial relación con Rajoy

La trama que ahora se investiga operaba en distintas instituciones gobernadas con mayoría absoluta durante años por el PP valenciano. La Policía judicial ha encontrado pistas del cobro de comisiones que podían haber ido a parar al bolsillo de algunos de los implicados. Pero también están tras el rastro de la caja B del PP valenciano, ya investigada en Gürtel, cuya detección ratificaría la existencia de un modus operandi similar en toda la organización nacional.

El hecho de que las sospechas salpiquen a Rita Barberá es de enorme gravedad. Ha sido y es santo y seña del PP tras mantener durante 24 años la alcaldía de la tercera capital del país. Ahora se ha detenido a algunos de los que han sido sus colaboradores más próximos y se ha registrado el grupo municipal. Se investigan contratos firmados por la exalcaldesa por valor de 75 millones de euros.

Entre el PP valenciano y Rajoy ha habido una relación especial, porque esta organización le atornilló en el cargo cuando, tras su segunda derrota ante Zapatero, en 2008, se alzaron voces internas planteando un posible recambio. Cuando los casos de corrupción en la Comunidad Valenciana empezaron a llenar las páginas de los periódicos, desde Génova se reaccionó con lenidad, cuando no se hizo la vista gorda. Y eso que la lista es interminable.

Aunque Camps fue absuelto por una sentencia de un jurado popular que dejó muchas dudas, han pasado por prisión desde Carlos Fabra a Rafael Blasco, y hay imputada toda una retahíla de ex altos cargos como Serafín Castellano, Sonia Castedo, Ricardo Costa... que resulta sonrojante.

En plena negociación de la investidura 

Desde ese punto de vista, y si se quiere de forma indirecta, Rajoy fue cómplice de lo que ocurría en Valencia. Y hay quien podrá pensar que su pasividad tuvo que ver con los favores recibidos. Baste decir que Alfonso Rus siempre presumió de su relación  con el presidente nacional y recordaba que una de las firmas que avalaron su entrada en el PP fue precisamente la de Mariano Rajoy.

Ahora, aquellos errores le estallan a Rajoy en plenas negociaciones para la investidura. Si el líder del PP tuviera en este terreno un currículum intachable, quizás pudiera  concedérsele el beneficio de la duda. Pero con la mochila de Bárcenas permanentemente a sus espaldas, sólo cabe preguntarle por qué consintió que creciera el lodazal en el PP valenciano.