Miles de palestinos desplazados al sur por orden de Israel durante la guerra regresan a sus hogares en el norte de Gaza, el 27 de enero de 2025.

Miles de palestinos desplazados al sur por orden de Israel durante la guerra regresan a sus hogares en el norte de Gaza, el 27 de enero de 2025. Ramadan Abed Reuters

Oriente Próximo

Gaza, dos meses después: un frágil acuerdo de paz que cierra en falso el conflicto que vertebra Oriente Próximo

Las frecuentes violaciones de la tregua por parte de las fuerzas israelíes amenazan con hacer descarrilar el plan de paz de la Casa Blanca y libanizar la Franja. 

La hoja de ruta de Trump garantizó la liberación de los rehenes y detuvo los ataques a gran escala, pero sigue estancada en la primera fase sin demasiados visos de prosperar.

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Las claves

El acuerdo de paz impulsado por Trump entre Israel y Hamás ha reducido la violencia, pero no ha resuelto los problemas fundamentales del conflicto en Gaza.

Desde la entrada en vigor del pacto, Israel ha lanzado casi 800 ataques en Gaza y mantiene ocupado el 53% del territorio, mientras la ayuda humanitaria sigue restringida.

El proceso de desarme de Hamás y la retirada total israelí, condiciones clave del acuerdo, están estancados y son considerados poco realistas a corto plazo.

El futuro político de Gaza sigue incierto: no se ha definido la fuerza internacional de estabilización ni el gobierno técnico que sustituirá a Hamás.

Han transcurrido algo más de dos meses desde que Israel y Hamás sellaron la paz en Gaza sobre la base del plan de 20 puntos de Donald Trump. Un final amargo para una guerra que, en cuestión de dos años, causó la muerte de al menos 72.500 gazatíes, según el recuento de las autoridades sanitarias locales. Una guerra derivada de los salvajes atentados del 7 de octubre de 2023 que los tribunales internacionales investigan bajo la acusación de genocidio.

"En perspectiva, el arreglo de paz de Trump se describe mejor como un marco de alto el fuego transaccional, no como un acuerdo de paz en el sentido estratégico o político", subraya el analista palestino Ibrahim Dalalsha, director del Centro Horizon de Estudios Políticos de Ramala. "Sería un error calificar el plan de 'fracaso', pero sería igualmente engañoso llamarlo paz. Es un mecanismo de reducción de la violencia, no una estrategia de resolución del conflicto".

Dalalsha considera que la función principal del acuerdo "fue limitada pero significativa: asegurar la liberación de los rehenes israelíes y detener operaciones militares a gran escala e indiscriminadas, destacando especialmente el bombardeo masivo de Gaza. En ese sentido, logró reducir la magnitud de la violencia y prevenir más víctimas masivas. Sin embargo, ha habido numerosas violaciones".

Porque el cese de las hostilidades apenas duró. Desde la entrada en vigor de la primera fase del plan de Trump, las fuerzas israelíes han lanzado sobre el enclave palestino casi 800 ataques, que han causado la muerte de más de 370 personas, según el Ministerio de Salud de Gaza. En paralelo, Israel ralentiza la entrada de ayuda humanitaria a través del corredor de Rafah, que permanece cerrado a cal y canto a pesar de que el acuerdo contemplaba su reapertura inmediata.

Israel ocupa, además, el 53% de Gaza. Hamás, en cambio, tuvo que combatir con otros grupos armados gazatíes para recuperar su autoridad en las zonas que las tropas israelíes abandonaron en virtud del plan de paz. De hecho, en una refriega que sigue sin esclarecerse, el grupo islamista palestino consiguió deshacerse de Yasser Abu Shabab, el líder de Abu Shabab, una de las milicias rivales. Era una figura bien conectada con los servicios de inteligencia israelíes.

Militantes palestinos de Hamás y de la Yihad Islámica recuperan el cuerpo de un rehén israelí.

Militantes palestinos de Hamás y de la Yihad Islámica recuperan el cuerpo de un rehén israelí. Reuters

Nueva frontera

La Línea Amarilla marca la nueva divisoria. El jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Eyal Zamir, asegura que esa es la nueva frontera oficial. Un mensaje que choca de manera frontal con la postura de la Administración Trump, cuyo enviado especial, Aryeh Lightstone, dice buscar una Gaza unida, donde los gazatíes se gobiernen a sí mismos, como demandan sus aliados árabes.

Muchos dudan de la declaración de intenciones de la Casa Blanca porque, como señala Inès Abdel Razek, codirectora del Instituto Palestino de Diplomacia Pública (PIPD, por sus siglas en inglés), "aunque Trump sea presentado como alguien que puede lograr avances, la realidad es que el apoyo militar y político de Estados Unidos a Israel nunca ha sido tan fuerte, y no podemos confiar en que Estados Unidos sea quien presione a Israel para que realmente ponga fin a su genocidio y se retire".

Además, el acuerdo de paz permanece estancado. No hay noticias sobre la composición, el rol o el mandato que tendrá la Fuerza Internacional de Estabilización (ISF) encargada de velar por la seguridad de Gaza. "Israel insiste en un mandato centrado en la aplicación de la ley con el objetivo de desarmar a Hamás, mientras que Hamás —y varios posibles contribuyentes— prevén una fuerza de separación o estabilización que opere en calidad de mantenimiento de la paz", explica Dalalsha.

No hay novedades acerca del Gobierno palestino de corte técnico que tomará las riendas de Gaza en sustitución de Hamás, ni tampoco sobre los miembros de la Junta de Paz encargada de supervisar la administración de la Franja. Una Junta de Paz de la que, finalmente, no formará parte el ex primer ministro británico Tony Blair, vetado por los países árabes, que todavía recuerdan su implicación en la invasión de Irak de 2003.

"Israel decide quién estaría o no en una fuerza supuestamente destinada a implementar su retirada", denuncia Abdel Razek, en clara alusión a la Turquía de Recep Tayyip Erdoğan, excluida por Estados Unidos a petición del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. "Israel también decide quiénes pueden o no formar parte de un liderazgo político palestino, desde negar la liberación de presos políticos como Marwan Barghouti hasta financiar milicias descontroladas como Abu Shabab", insiste la analista.

"El acuerdo no resolvió ni abordó de manera seria los problemas estructurales centrales del conflicto: gobernanza de Gaza, aplicación de la ley, desarme, pasos fronterizos, reconstrucción o reintegración política de Gaza bajo la Autoridad Palestina", lamenta Dalalsha. "Además, tanto Israel como Hamás aceptaron el arreglo no porque coincidiera con sus posiciones a largo plazo, sino porque, en ese momento, ninguno estaba en condiciones de rechazarlo".

En teoría, el acuerdo de paz de Trump desemboca en el establecimiento de un Estado palestino. Una condición que el otro gran aliado regional de Washington, Arabia Saudí, demanda para normalizar sus relaciones diplomáticas con Israel. Sólo existe un problema, que Israel, como apunta Abdel Razek, quiere "la máxima cantidad de tierra con el mínimo número de palestinos" y rechaza de plano su autodeterminación.

Mientras el acuerdo sigue en punto muerto, Israel desarrolla la parte de Gaza que mantiene bajo su control con la asistencia de Estados Unidos, que busca la financiación de las petromonarquías del Golfo. El Gobierno israelí pretende construir una "nueva Gaza", rehabilitar su parte del enclave. Aunque es la Administración Trump el actor que encabeza las labores de reconstrucción desde el Centro Conjunto de Coordinación Civil-Militar en Kiryat Gat.

"Israel ha instrumentalizado durante mucho tiempo los 'procesos de paz', los períodos de negociación y las supuestas 'hojas de ruta' y 'planes' para avanzar hechos coloniales sobre el terreno, imponer hechos consumados y establecer nuevas líneas rojas, ampliando el acaparamiento de tierras, la anexión y el despojo de los palestinos", denuncia Abdel Razek. "Esta vez no es diferente".

Benjamin Netanyahu posa con Donald Trump en el Aeropuerto Internacional Ben Gurión, el 13 de octubre.

Benjamin Netanyahu posa con Donald Trump en el Aeropuerto Internacional Ben Gurión, el 13 de octubre. Evelyn Hockstein Reuters

Segunda fase

El presidente de Estados Unidos pretende impulsar en las próximas semanas la segunda fase del acuerdo de paz, refrendado a mediados de noviembre por el Consejo de Seguridad de la ONU. La parálisis seguirá reinando en Gaza hasta que Trump anuncie el siguiente paso.

El plan de la Casa Blanca contempla que Hamás entregue las armas y que Israel emprenda una retirada total de la Franja. Dos objetivos, hoy por hoy, quiméricos. "Un desarme completo, como exige Israel, es muy poco probable en el corto o medio plazo", explica Dalalsha. "Hamás ha reiterado que está dispuesto a explorar soluciones alternativas, como congelar el uso de armas, almacenar armamento bajo supervisión internacional o aceptar mecanismos de monitorización".

"Porque para Hamás, aceptar el desarme requeriría un paquete político integral: garantías de supervivencia política, inclusión en instituciones palestinas reformadas, un rol dentro del marco de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y un camino creíble hacia la legitimidad nacional", añade Dalalsh. "Ninguno de estos temas está actualmente sobre la mesa".

Bien es cierto que Trump puede presumir de avances parciales. Hamás entregó a Israel a los veinte rehenes vivos y los cuerpos de todos los rehenes fallecidos. Sólo falta la devolución del cadáver del oficial de policía Ran Gvili, una de las 1.200 víctimas del ataque terrorista del 7-O. Israel, por su parte, cumplió su parte del trato con la devolución de cientos de prisioneros palestinos detenidos antes y durante la guerra en Gaza.

Pero existe el riesgo de que el acuerdo de paz salte por los aires, porque en las últimas semanas Israel ha lanzado varios ataques sensibles sobre la cúpula de Hamás. El último, efectuado el pasado sábado, acabó con la vida del comandante Raed Saad, número dos del brazo militar del grupo. Netanyahu le acusó de ser "la figura principal a cargo del esfuerzo de Hamás para fortalecerse y armarse dentro de la Franja", el responsable de la "remilitarización" de las Brigadas Al Qassam.

Gaza sufre una libanización. Ataques israelíes constantes y dirigidos que vulneran los términos del acuerdo de alto el fuego, como sucede en el sur de Líbano y en su capital, Beirut. Saad no es la excepción; es la norma. Israel hizo algo similar el pasado mes de noviembre. Mató a Haytham Al Tabtabai, uno de los líderes militares de Hezbolá.

"Las continuas violaciones israelíes del acuerdo de alto el fuego… y los últimos asesinatos que tuvieron como objetivo a Saad y a otros amenazan la viabilidad del acuerdo", advirtió el pasado fin de semana Jalil al Haya, el jefe del equipo negociador de Hamás y líder in péctore de la organización desde la muerte de Yahya Sinwar.

"Hamás no está en condiciones de lanzar una ofensiva militar a gran escala —puntualiza Dalalsha—, pero sí puede frustrar los esfuerzos israelíes por imponer estructuras de gobernanza alternativas, hacer extremadamente difícil que cualquier Fuerza Internacional de Estabilización opere de manera efectiva y mantener influencia de facto y control de seguridad sobre el terreno".

Niños palestinos en el campo de desplazados de Jan Younis en Gaza, tras un día de tormenta.

Niños palestinos en el campo de desplazados de Jan Younis en Gaza, tras un día de tormenta. Haseeb Alwazeer Reuters Franja de Gaza

A la Casa Blanca no parece hacerle demasiada gracia que Netanyahu ponga en peligro un acuerdo de paz del que Trump tanto presume. Según el digital Axios, el enviado especial de Trump, Steve Witkoff, y el yerno del presidente, Jared Kushner, impulsores del alto el fuego sellado en octubre, transmitieron la semana pasada su enfado al primer ministro israelí.

Trump recibirá a Netanyahu a finales de diciembre en Mar-a-Lago. Será una cita crucial, puesto que sus agendas para la región cada vez tienen menos puntos en común. Siria es el ejemplo más paradigmático del desencuentro. El mandatario estadounidense quiere impulsar la estabilización del país bajo la autoridad del antiguo líder yihadista Ahmed al Shara, pero el primer ministro israelí no pierde la ocasión de trastabillar el proceso a cada paso.