El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el ministro de Asuntos Exteriores Israel Katz y el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich asisten a una sesión plenaria del Knéset, el 11 de junio de 2025.

El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el ministro de Asuntos Exteriores Israel Katz y el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich asisten a una sesión plenaria del Knéset, el 11 de junio de 2025. Ronen Zvulun Reuters

Oriente Próximo

Netanyahu triunfa donde Putin fracasa: Ucrania demuestra por qué es fundamental ganar la batalla del aire que Irán pierde

Los drones, cazas y bombarderos israelíes campan a sus anchas sobre el cielo de Teherán, alcanzando objetivos militares y civiles, como las instalaciones de la televisión estatal iraní, ante el silencio absoluto del presidente ruso, su otrora gran aliado.

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Durante el cuarto día de la guerra total contra Irán, los drones israelíes siguieron campando a sus anchas sobre la ciudad de Teherán mientras distintas ráfagas de misiles balísticos destruían objetivos militares en el oeste del país —principalmente, baterías de defensa antiaérea— y civiles —la sede de la televisión estatal en la capital del país, en fuego mientras emitía en directo—.

La superioridad aérea de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) es absoluta y, aunque el régimen de los ayatolás sigue defendiendo su espacio aéreo como puede, cada vez sus fuerzas son menores.

La mayoría de las baterías antiaéreas han sido destruidas o están inactivas, como es el caso de las cincuenta de larga distancia que aún no han disparado ni un solo misil. Si se trata de una cuestión estratégica o de un nuevo caso de infiltración de la inteligencia israelí en los mandos militares iraníes está por determinar. Hasta el momento, el Mosad ha demostrado una eficacia deslumbrante en la lucha sobre el terreno, mermando la capacidad de defensa de Irán.

Los expertos apuntan a que, incluso si la guerra acabara hoy, cosa que, obviamente, no va a suceder, Irán necesitaría dos años para reconstruir sus infraestructuras militares y civiles dañadas durante los ataques constantes de Israel.

La demostración de poder de las FDI es tal que en ocasiones parece que está tratando a la todopoderosa Teherán como si fuera Beirut o la propia Gaza. Ha eliminado con ataques precisos a varios de sus líderes y a la vez está haciendo cundir el pánico entre la población con ataques a centrales eléctricas, nucleares y organismos civiles.

La necesaria ayuda de Trump para terminar la tarea

Por supuesto, lo mismo está intentando Irán con sus misiles balísticos hipersónicos. La única baza que el régimen de los ayatolás puede jugar para desestabilizar a Israel es intentar provocar la intranquilidad de la opinión pública a base de aumentar el número de bajas civiles; confiar en que eso provoque una reacción ciudadana y que Benjamin Netanyahu se vea obligado a recular. El problema de esa táctica es que, aunque es cierto que la famosa Cúpula de Hierro en ocasiones se ha visto desbordada, no hay ni rastro del “baño de sangre” que la inteligencia estadounidense temía hace menos de una semana.

Con un número limitado de bajas, Netanyahu no se va a arredrar. No ha parado su bombardeo sistemático de Gaza ni con la mayor parte de los israelíes en contra, menos va a parar lo que se considera una “guerra existencial”, la batalla para impedir que Irán consiga un arma nuclear que amenace el futuro del Estado hebreo.

Ahora bien, ¿va a conseguir su objetivo de acabar por completo con las instalaciones nucleares iraníes? No parece que eso vaya a ser fácil. Los complejos de laboratorios de energía nuclear de Fordow y Natanz están prácticamente intactos y, para dañarlos de verdad, Israel va a necesitar un tipo de bombas del que no dispone.

Por ello, Netanyahu necesita urgentemente la ayuda de Estados Unidos en el conflicto. Una ayuda activa, más que testimonial. Necesita como mínimo las bombas anti-búnker GBU 57B, pero el problema es que estas solo se pueden lanzar desde bombarderos B2, es decir, no es cuestión de comprar el equipamiento, sino que necesitan los medios y los pilotos estadounidenses para completar la tarea. En otras palabras, necesitan que Estados Unidos le declare la guerra a Irán.

No va a ser fácil, porque Donald Trump ha prometido una paz para América basada en el aislacionismo y de repente meter al país en una guerra así sería romper su gran promesa electoral a los cinco meses de llegar a la Casa Blanca.

La otra opción es operar desde dentro, es decir, sacudir al régimen tanto que acabe cayendo desangrado.

Hay que recordar que antes de los atentados del 7 de octubre de 2023, la situación en Irán era de una tensión interior tremenda, con continuas manifestaciones universitarias y a favor de los derechos de las mujeres. Si los ayatolás ya no pueden reprimir a sus opositores, puede que pierdan por completo el control del país. Sin los ayatolás de por medio, los programas nucleares dan menos miedo.

El traidor silencio de Putin

Tampoco parece que vayan a poder contar con demasiada ayuda externa. Los países árabes de su entorno protestarán en público todo lo que haga falta por el ataque a un Estado musulmán, pero celebrarán en privado el fin de la amenaza chií, constante desde hace cuarenta y seis años.

En cuanto a su gran aliado militar, Rusia, el abandono está siendo total. No se puede decir que no nos lo imagináramos, pero el pragmatismo de Vladímir Putin sigue impresionando a propios y ajenos.

Incapaz él mismo de tomar el espacio aéreo ucraniano pese a su enorme ventaja aérea y el hecho de que Ucrania lleva ya dos años esperando los prometidos F35 que no llegan nunca, Putin está mostrando una escandalosa pasividad ante los ataques que está sufriendo el único país junto a Corea del Norte que públicamente ha reconocido el envío de armas a Rusia, en concreto, miles de drones Shahed que se siguen utilizando en las operaciones en el este de Ucrania y, últimamente, contra objetivos civiles en grandes ciudades.

Aunque es cierto que Ucrania sigue teniendo problemas con sus defensas antiaéreas, razón por la cual los ataques a sus núcleos de población son tan frecuentes y tan letales, el ejército de Volodímir Zelenski y Oleksander Syrskyi sí ha conseguido al menos proteger su espacio aéreo, algo que no estaba nada claro al inicio de la guerra y que se está demostrando clave en Irán.

La incapacidad del régimen de Teherán para detener las avalanchas de drones, cazas, bombarderos y misiles israelíes pone de relieve el enorme mérito ucraniano a la hora de reducir las embestidas rusas.

De ahí que Israel pueda soñar con el citado cambio de régimen mientras que Putin solo puede aspirar a una lentísima conquista metro a metro… o a la connivencia con los Estados Unidos: tú traicionas a tu aliado y yo traiciono al mío. Algo que, sin duda, habrá estado presente en las numerosas conversaciones entre Trump y Putin de los últimos días.

El problema para Putin es que Trump también puede ser pragmático e ir a lo suyo… y que no hay manera de averiguar exactamente qué es “lo suyo” porque varía cada tres o cuatro días.