Wesam Amer, decano de la Facultad de Comunicación e Idiomas de la Universidad de Gaza

Wesam Amer, decano de la Facultad de Comunicación e Idiomas de la Universidad de Gaza Raúl Amores

Oriente Próximo HABLANDO SOBRE EL MUNDO

Wesam Amer, académico palestino: "La gente decide su propio gobierno en Israel y en EEUU… ¿por qué no en Gaza?"

El decano de la Facultad de Comunicación e Idiomas de la Universidad de Gaza, que consiguió salir el año pasado del enclave, demanda un gobierno técnico para el día después de la guerra: "Podría contar con el respaldo de la comunidad internacional en términos de apoyo político, diplomático y financiero".

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El introvertido Wesam Amer nació hace casi cuarenta años en el campamento de refugiados de Jan Yunis. Born and raised in Gaza. Un enclave en ruinas, bajo asedio israelí, que consiguió abandonar el año pasado gracias a un salvoconducto. Un documento de trabajo que pocos gazatíes tienen a su alcance. Antes, sin embargo, el doctor Amer, decano de la Facultad de Comunicación e Idiomas de la Universidad de Gaza, hoy reducida a escombros, procuró sobrevivir junto a su familia a una guerra que la Corte Internacional de Justicia, principal órgano judicial de Naciones Unidas, investiga como un genocidio tras la denuncia de Sudáfrica.

En cuestión de diecisiete meses, la ofensiva israelí, derivada de los salvajes atentados del 7 de octubre, acumula más de 50.000 víctimas mortales, según el recuento de las autoridades sanitarias locales. Un “castigo colectivo” que, en palabras de Amer, Israel impone a todos los gazatíes por igual. Sean o no milicianos, miembros o simpatizantes de Hamás.

El académico, postura rígida, habla pausada, cargado de notas, responde a las preguntas de EL ESPAÑOL a su paso por la Casa Árabe de Madrid. Sueña, dice, con un futuro en el que los palestinos puedan decidir quién les gobierna. Sin sometimiento, sin tutela, sin guerra. Una aspiración que, hoy por hoy, parece, más que lejana, imposible.

Pudo abandonar Gaza hace un año. ¿Cómo era su rutina antes de que empezara la guerra?

Mi rutina en Gaza no era una rutina ordinaria porque, antes incluso de los acontecimientos del 7 de octubre, sufrimos durante diecisiete años el asedio israelí. En lo que respecta a la vida cotidiana, luchamos por cubrir nuestras necesidades básicas. Con la electricidad, con el agua, con los alimentos. Nunca ha habido, por ejemplo, electricidad estable en Gaza durante 24 horas. En los últimos diecisiete años, la mayor cantidad de tiempo que hemos tenido electricidad ha sido sólo de cuatro a cinco horas diarias. La mayoría de la gente depende de generadores eléctricos. Además, siempre nos ha costado conseguir agua potable en Gaza. En cuanto al trabajo en las universidades, siempre ha sido un reto, no sólo por la carga docente, sino también por la financiación disponible para la investigación y para las universidades. Desde 2017, los académicos de Gaza, entre los que me incluyo, no han recibido salarios completos.

¿Y cómo se vive así?

Las prioridades de la vida han cambiado con el tiempo. Han sido diecisiete años de asedio israelí en los que nuestra libertad de movimiento dentro y fuera de Gaza siempre se ha visto restringida. Para los académicos palestinos, por ejemplo, siempre ha sido muy difícil, si no imposible, ir a Cisjordania. He tenido algunas oportunidades de salir de Gaza para investigar en Alemania, Reino Unido y Estados Unidos, pero nunca he tenido la oportunidad de visitar a mis colegas en las universidades de Cisjordania, que está a media hora de Beit Hanoun, en el norte [de Gaza], y Hebrón, en Cisjordania.

¿Su universidad ha sobrevivido a la guerra?

Desgraciadamente no. La Universidad de Gaza, mi universidad, ha sido destruida junto con las otras doce instituciones de educación superior que teníamos. Todas han sido golpeadas por Israel. O bien han sido demolidas por completo, o bien han quedado parcialmente afectadas. Lo han perdido casi todo. No queda casi nada en pie, y lo que queda en pie no es en absoluto seguro para recibir estudiantes. Esto no significa, sin embargo, que el sistema educativo haya desaparecido. Desde mayo del pasado año, nuestras universidades han reanudado las clases online para sostener, en la medida de lo posible, la enseñanza en Gaza.

Usted impartió clase en la UNRWA, una agencia a la que Israel acusa de colaborar con Hamás.

Las acusaciones forman parte de la propaganda israelí, que hace todo lo posible por desacreditar a cualquier organización —aunque sea internacional y pertenezca a la ONU, como es el caso— diciendo que apoya a Hamás y a otros grupos palestinos. Para nosotros, la UNRWA no es sólo una agencia que proporciona servicios básicos, como sanidad y educación; es algo que simboliza la condición de refugiado. La UNRWA es responsable de la educación del 80% de los palestinos. Es la columna vertebral de la educación de los refugiados palestinos, no sólo en Gaza, sino también en Cisjordania, Jordania, Siria y Líbano.

¿Dónde estaba cuando se produjo el atentado del 7 de octubre?

En casa, preparándome para ir temprano a la universidad. Eran casi las 6:30 de la mañana. Mis hijas también se preparaban para ir a la escuela cuando, de repente, empezamos a oír cómo caían los misiles en Gaza. Fue inusual porque impactaron con más intensidad de lo habitual durante más de media hora. Lo primero que hicimos fue correr hasta la ventana para ver dónde caían los cohetes. Pensamos que Israel dirigía los ataques contra un líder palestino o un miembro de alto rango de Hamás, y esperábamos una respuesta rápida de Hamás. Pero, más tarde, empezamos a ver las imágenes del 7 de octubre en Facebook, quizá la plataforma más popular en Gaza. Aunque también en WhatsApp y Telegram. Hasta cierto punto, nos sorprendió ver imágenes de combatientes de Hamás dentro de los asentamientos israelíes que rodean la Franja de Gaza, invadiéndolos. Para ser sinceros, al principio no nos lo creíamos. Era como: “Bueno, vaya, ¿esto es real o no? ¿Es en serio?”.

¿Qué hizo después?

En ese momento, la gente comenzó a reunirse en las calles. Yo salí de casa mientras hablaba con vecinos, familiares y amigos. Comentamos las acciones de Hamás, consultábamos las informaciones de Al Jazeera. Durante todo el día, la gente de Gaza se sorprendió al ver todo lo que Hamás había conseguido. Pero muchos observadores, entre los que me incluyo, no lo estábamos.

¿Usted lo esperaba?

Sí, había muchas señales. En realidad, la sorpresa para nosotros fue la magnitud de los ataques. Supongo que nadie esperaría una ofensiva a esa escala, y menos teniendo en cuenta el poder del ejército israelí y lo estrictos que son en las fronteras.

Diecisiete meses después, sin embargo, Israel ha eliminado a la cúpula de Hamás en Gaza y ha debilitado sus cuadros. ¿Cómo valora, desde el punto de vista estratégico, los atentados del 7 de octubre?

Hamás no sólo se preparó para el 7 de octubre, sino para aguantar algunos meses de guerra con Israel. Aunque algunos líderes del movimiento, como Mousa Abu Marzook, han reconocido en varias ocasiones que no esperaban una reacción israelí como la que finalmente tuvo lugar. Ni en tiempo ni en intensidad. Y sí esperaban una reacción de los regímenes árabes que ayudara a poner fin a la agresión israelí.

Como sabe, hace poco hubo protestas contra Hamás en el norte de Gaza. ¿Comprende el hartazgo hacia el grupo?

No hay ningún problema con manifestarse, protestar o criticar a Hamás. Siempre criticamos a Hamás, de hecho. Una forma de manipulación y propaganda israelí es presentar a los palestinos de Gaza como miembros o simpatizantes de Hamás. Esta no es la realidad. Hamás forma parte de la comunidad palestina, pero no toda la comunidad palestina forma parte de Hamás. Partiendo de esta base, esperamos que, después de diecisiete meses de devastación, todos los sectores de Gaza —universidades, hospitales, clínicas, calles, infraestructuras— dejen de ser objetivos militares.

¿Ha acusado Hamás su intransigencia?

Las consecuencias de la guerra han afectado a toda la población de Gaza. No sólo a Hamás, sino a todos los civiles. Nadie puede negar que la población de Gaza ha quedado devastada y exhausta por los ataques israelíes. La gente ha perdido sus hogares, sus casas, sus recuerdos, sus negocios, sus trabajos. Casi lo perdieron todo como consecuencia de la guerra israelí. Las guerras, normalmente, empiezan con fuerza, pero con el tiempo se van reduciendo hasta el final. Esta guerra es distinta. La intensidad aumenta, y la gente en Gaza se enfrenta al castigo colectivo.

Le preguntaba por Hamás.

Al final, la propaganda que Israel impone en los medios de comunicación occidentales y las campañas en redes sociales azuzarían los sentimientos de la gente para salir a protestar. Es lógico que la gente proteste contra el genocidio, contra la guerra, contra el Gobierno local, contra Hamás. Contra cualquiera que tuviera una cuota de responsabilidad en la guerra en curso, en definitiva. Sí, hubo protestas [contra Hamás], pero también hubo cierta exageración para amplificarlas. Lo que he oído decir a la gente del norte es que la idea de la protesta era reclamar el fin de la guerra, detener el genocidio y encontrar seguridad en Gaza.

¿Comparte esa sensación de hartazgo contra Hamás?

Las demandas de la gente que critica a Hamás o a cualquier otro actor son legítimas y lógicas después de diecisiete meses de ataques, especialmente después de que Israel violara el acuerdo de alto el fuego en marzo. La escala y la violencia de los ataques es mucho mayor que antes de la tregua. En realidad, la ruptura del alto el fuego ha decepcionado a los gazatíes. Hasta cierto punto, la gente pudo relajarse y descansar durante los 51 días que duró la tregua. Pero una vez que Israel reanudó sus agresiones, sus crímenes y sus matanzas, la gente se echó a la calle. Salieron para exigir el fin de la guerra, el fin del genocidio y el fin de la agresión, así que la principal demanda de la gente era extender el alto el fuego. Por supuesto, Hamás ha pagado el precio.

Hamás paga el precio, pero, como dice, los más perjudicados son los civiles.

Sí, el principal efecto se ha reflejado en la población de Gaza. Han sido desplazados en múltiples ocasiones. Hablamos de 61.000 muertos y más de 110.000 heridos; hablamos de más de 15.000 niños y miles de mujeres y cientos de familias completas borradas del mapa. Todavía quedan miles de personas bajo los escombros de sus casas. Incluso una sola vida importa. Estas circunstancias, definitivamente, llevaron a la gente a protestar, y era una protesta civil, no violenta. Es lógico.

¿Existe alguna posibilidad de retomar el acuerdo de alto el fuego?

La exigencia ahora no sólo debe ser pedir un alto el fuego. La principal exigencia, la única exigencia, en realidad, es poner fin a la guerra. Un alto el fuego significa una pausa temporal de los combates con vistas a reanudar el conflicto. Es lo que ha sucedido hasta ahora. Por tanto, si esperamos un alto el fuego, debemos esperar la reanudación de los combates. La espiral de violencia debe detenerse. La comunidad internacional debe ejercer presión sobre israelíes y palestinos para poner fin a la guerra. Por supuesto, el alto el fuego es bueno. El alto el fuego es un paso necesario, pero debe conducir al final de la guerra y no quedar limitado a una pausa temporal de los enfrentamientos.

Una paz duradera, pero ¿en qué condiciones?

En las que sean. La puerta de entrada para la solución del conflicto es detener la guerra. La solución del conflicto no debe negociarse bajo el alto el fuego porque la violencia no generará paz. La violencia siempre genera más violencia. Por eso, creo que la estrategia de Israel, de Hamás y de la comunidad internacional debe cambiar. Estamos hablando de más de 61.000 personas muertas. Si decimos que nuestro objetivo es la seguridad y la estabilidad, debemos ser serios para poner fin a la guerra y salvar las vidas de las personas, no sólo en Palestina, sino también en Israel.

¿Cómo imagina el día después de la guerra en Gaza?

Los medios de comunicación y los políticos occidentales se centran, sobre todo, en la cuestión de quién gobernará Gaza. Es un debate que impulsa Israel. Creo que lo mejor es dejar que los palestinos decidan lo que quieren. La gente decide su propio gobierno en Israel, en Estados Unidos, en Alemania… ¿por qué no en Gaza? Aquí se ve la hipocresía y el doble rasero. Que los palestinos decidan su propio Gobierno, su propia estructura política. El mejor escenario es llevar a los palestinos a votar al partido, grupo o movimiento social que quieran. La gente está agotada. Ahora, creo, son conscientes de a quién pueden o quieren votar. Pero sin imponer, sin dar órdenes a la gente.

¿Qué cree que demandan ahora los palestinos de Gaza?

Quizá, en la situación actual y en el futuro más inmediato necesitemos un gobierno técnico, más que político. Un gobierno que pueda emprender la reconstrucción de Gaza. Los partidos o las distintas facciones no deberían interferir demasiado en el próximo gabinete. Necesitamos técnicos en materia de sanidad, educación e infraestructuras. Creo, además, que un gobierno técnico podría contar con el respaldo de la comunidad internacional en términos de apoyo político, diplomático y financiero. Aunque también debería haber conversaciones serias sobre el asedio israelí. Sin levantar el asedio de Israel, cualquier plan para el día después de la guerra no tendrá éxito. Estaríamos enfrentándonos a las mismas circunstancias que arrastramos desde 2007.

Como sabe, sus planes son incompatibles con las intenciones de Netanyahu... y Trump, que quiere convertir Gaza en la Riviera de Oriente Próximo.

Desde nuestro punto de vista, Estados Unidos no sólo es cómplice de Israel, sino su fuente principal de poder. Fue incómodo escuchar la idea de Trump de convertir Gaza en un centro turístico regional inmediatamente después de expulsar a los gazatíes hacia ninguna parte. De un modo u otro, esto es un desplazamiento forzoso al que no sólo nos hemos resistido nosotros, sino también nuestros padres y abuelos. Ignorar una vez más las demandas de autodeterminación del pueblo palestino sólo agudizaría la violencia.

¿Qué cuota de responsabilidad tienen en esta situación los países árabes?

Estamos decepcionados con los gobiernos, no con la gente. Los gobiernos árabes siempre dirigen al pueblo, y no al revés. Si el pueblo tuviera la oportunidad de actuar, estoy convencido de que no dudaría en hacerlo. Hubo cierta comprensión y, por qué no decirlo, cierta acción. Pero, por desgracia, la reacción de la mayoría de los Estados árabes —no de todos, eso sí— ha sido realmente decepcionante para los palestinos. Deberían prestar más atención, porque si la violencia escala, acabará propagándose a otros países de la región, lo que podría producir consecuencias inesperadas.