Familias de los rehenes durante un acto en Tel Aviv este jueves para pedir su liberación.

Familias de los rehenes durante un acto en Tel Aviv este jueves para pedir su liberación. Reuters

Oriente Próximo

Las familias de los rehenes obligan a Netanyahu a volver a negociar mientras Israel prolonga su ofensiva

Pese a las advertencias de EEUU, Netanyahu insiste en continuar su ofensiva en Rafah porque está convencido de que hay rehenes en la ciudad.

24 mayo, 2024 02:48

Perdidos en la niebla de la guerra, entre las diplomacias fallidas, los conflictos con Irán, las ofensivas sobre Rafah y las peticiones del fiscal de la Corte Penal Internacional, aproximadamente un centenar de rehenes siguen esperando a ser liberados desde el 7 de octubre de 2023. Van ya más de siete meses y medio de horror, torturas y sometimiento a los terroristas que los capturaron y los llevaron en motos o en furgonetas a Gaza.

De los 252 secuestrados, solo dos han podido ser rescatados por las FDI. Del resto, se calcula que 109 fueron intercambiados por prisioneros palestinos y otros 25, aproximadamente, habrían fallecido durante el cautiverio. Quedan con vida, en el mejor de los casos, unos 115 rehenes, aunque tal vez la cifra sea aún menor, pues muchos de ellos, según Hamás, están en paradero desconocido, de ahí que no puedan ser incluidos en las listas de intercambio dentro de la negociación.

Temerosas de que las disputas judiciales y militares dejen en un segundo plano las negociaciones -de hecho, hace un par de semanas que no se habla de ofertas ni de contraofertas ni de reuniones en El Cairo o Doha-, las familias de cinco de las secuestradas publicaron este miércoles un vídeo de unos cincuenta minutos en el que se ofrecían nuevas imágenes de lo sucedido el 7 de octubre y se incluía una secuencia de las cinco jóvenes en un estado deplorable: llenas de heridas sangrantes y sometidas a las amenazas y las burlas de los terroristas.

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El vídeo se distribuyó justo una hora antes de la reunión del Gabinete de Guerra en la que se iba a tratar precisamente esta cuestión. Desde finales de noviembre del año pasado, Israel y Hamás no consiguen ponerse de acuerdo en nada. Las últimas declaraciones de los terroristas, hace dos semanas, no invitaban precisamente al optimismo: un ataque sobre Rafah implicaría la muerte de los rehenes.

Con todo, la presión mediática y social resultante de estas horribles escenas ha conseguido que al final el Gabinete decida darle una última oportunidad a la vía diplomática y no darla por cerrada… sin que ello implique, eso sí, abandonar la operación militar en Rafah.

Coqueteando con la línea roja

De hecho, según informa el New York Times, las FDI siguen avanzando desde el paso fronterizo hacia los núcleos urbanos de Rafah, de donde ya han huido, según la UNRWA, más de 800.000 desplazados -Israel habla directamente de un millón- que a su vez habían llegado a la ciudad fronteriza, expulsados de sus casas del norte.

Rafah no es solo una línea roja para Hamás en una negociación, sino que también lo es para la administración Biden. El presidente estadounidense ha dejado claro en varias ocasiones que no puede haber un ataque terrestre sin un plan previo de desalojo de civiles.

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Está por ver si EEUU considera que el desplazamiento caótico hacia Jan Yunis, Deir-Al-Balah y los campamentos de Al Mawasi, junto al Mediterráneo, es suficiente y levanta su veto. En Rafah quedan aún cientos de miles de gazatíes sin techo y las condiciones de los que se fueron no son mucho mejores, pues huyen a ciudades derruidas, aún en guerra o en las que los bienes escasean desde hace mucho tiempo.

Sin embargo, para Israel, el ataque sobre Rafah sigue siendo imprescindible para su operación militar. Las FDI consideran que en sus túneles se esconden varios batallones de Hamás y que tomar la ciudad supondrá el final de la organización terrorista.

Una mujer mira las fotografías de los rehenes secuestrados por Hamás en Tel Aviv.

Una mujer mira las fotografías de los rehenes secuestrados por Hamás en Tel Aviv. Reuters

No lo tienen tan claro en Estados Unidos, donde fuentes de la inteligencia militar filtraron a la revista Politico el pasado miércoles que solo entre el 30 y el 35% de los terroristas de Hamás habrían muerto y que alrededor del 65% de los túneles estaría aún por explorar.

Estas cifras resultan preocupantes. Si los líderes -Yahya Sinwar y Mohammed Deif, principalmente- siguen escondidos y el daño a las tropas de a pie puede compensarse con nuevos reclutas, es normal que Israel se haya visto envuelto en una versión del mito de Sísifo: al poco de dar una ciudad o un barrio por conquistado, aparecen de la nada cientos de terroristas para avivar de nuevo el fuego.

¿Rehenes en Rafah?

Esta incapacidad para acabar con Hamás, destruir sus túneles y encontrar a los rehenes, pese a un uso de la violencia que desde la ONU y la CPI se ve como excesivo, supone un problema a la hora de llegar a acuerdos en negociaciones. De ahí que las exigencias de Hamás se hayan vuelto cada vez más extremistas: si en noviembre, bastaba con un intercambio de rehenes por prisioneros junto a un breve alto el fuego de cuatro días, ahora los terroristas piden la retirada total de las tropas israelíes y la negociación de un Estado palestino que, por supuesto, les incluya a ellos como actor protagonista.

Las FDI confían, al menos en público, en que la cosa cambie con la toma de Rafah. El portavoz de las Fuerzas Armadas, Daniel Hagari, anunció este jueves su convencimiento “más allá de toda duda razonable” de que había rehenes escondidos en la ciudad. Lo malo es que eso lo venimos oyendo antes de cada invasión terrestre y, como decíamos, no se ha conseguido liberar más que a tres. Otros tres murieron a disparos de su propio ejército cuando intentaban entregarse tras haber huido de sus captores.

Al esfuerzo militar le acompañará, ya decimos, el diplomático. Bill Burns, director de la CIA, anunció en el día de ayer una reunión con el jefe del Mosad para evaluar la situación de los rehenes. Se especula incluso con la presencia de delegados egipcios y qataríes en el encuentro. Durante meses, EEUU ha empezado cada semana adelantando un optimismo exagerado que se veía truncado a los pocos días. Ahora, nos alegramos de poder empezar de cero. Las familias lo saben y presionan. No les queda otra.