Gavriella Marman, israelí raptada por Hamás el 7-O, y liberada tras 53 días de cautiverio en Gaza.

Gavriella Marman, israelí raptada por Hamás el 7-O, y liberada tras 53 días de cautiverio en Gaza. ADP

Oriente Próximo

Las hermanas Marman, raptadas el 7-O: "Allí temes que te mate Hamás... o las bombas de Netanyahu"

Gavriella y Clara Marman, secuestradas durante el salvaje ataque terrorista con su hija Mia, fueron liberadas a los 53 días. Fernando, hermano y tío; y Luis, pareja de Clara, siguen en manos de Hamás cuatro meses después.

6 febrero, 2024 02:25
Enviado especial a Jerusalén

En la calle que da a la residencia oficial del primer ministro, en Jerusalén, acampan decenas de familiares de los más de 130 rehenes que este jueves cumplirán cuatro meses en los túneles de Hamás bajo el territorio de Gaza. O en pisos de (supuestos) civiles, como Gavriella Marman. En esta concentración, no autorizada, pero sí tolerada por las autoridades, nos encontramos con esta mujer que, ya en los 59 años, mira con ojos vidriosos al periodista, mientras se niega a relatar su cautiverio. "Entiéndelo, allí encerrados siguen mi hermano y la pareja de mi hermana... haré lo que haga falta por que vuelvan pronto y sanos".

Aquel 7 de octubre, los terroristas de Hamás decidieron que esta familia no era de las que tenían que morir masacradas o quemadas en vida, sino que servirían de trofeos, primero, y de salvoconducto, después, para las negociaciones con el Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu.

Gabriela vive en Tel Aviv, la ciudad más moderna y cosmopolita de Israel. Pero aquel fin de semana, había bajado al sur, al kibutz Nir Itzhak, a apenas dos kilómetros de Gaza. Allí vivía su hermana Clara (64), que los invitó una reunión familiar para la fiesta de Simja Tora. Con ella, viajó su hija Mia, de 17 años "y nuestra perrita". Allí se reunieron, también, el otro hermano, Fernando Simon Marman (61), y Luis Har (70), el novio de Clara, "un hombre enfermo, que necesita sus medicinas, y lleva ya cuatro meses sin recibirlas".

Los seis (incluida la perrita) estuvieron juntos, más de 50 días, encerrados en una habitación, a cargo de unos (supuestos) civiles en Gaza. "Mejor que otros secuestrados, sin duda, que están en túneles húmedos y oscuros", confiesa Gabriela. "Nosotras tuvimos suerte, pero estoy muy preocupada porque allí quedan Fernando y Luis, y todos los demás".

Gavriella está en esta manifestación contra la política de guerra de Netanyahu. Ella, quizá, con la voluntad un poco más dividida que los jóvenes que la animan con tambores y cánticos. Ella sabe lo que pasó, imagina lo que siguen pasando los demás, y teme por ellos. Aunque, a la vez, denuncia que los objetivos del Gobierno no deberían ser, primero acabar con Hamás, y luego, traer a los rehenes. Sino el orden inverso.

Habla Gavriella Marman, secuestrada por Hamás durante 53 días y retenida junto con otros familiares en Gaza

Tres días antes de entrevistar a su hermana Clara, cartel en mano, Gavriella atiende a EL ESPAÑOL en las calles de Jerusalén. 

Usted vive en Jerusalén, ¿qué hacía allí, en el kibutz Nir Itzhak, aquel 7 de octubre?

Es donde vive mi hermana Clara. Después de 53 días bajo el terror, bajo el miedo constante de que no poder decidir lo que hacer y no saber si dentro de un momento ya nuestra vida terminaría... fuimos liberadas las tres mujeres por el Gobierno de Israel, y con mucha alegría volvimos a nuestras casas.

¿Cómo fue allí, durante el cautiverio?

No voy a hablar de en qué condiciones nos tuvieron. Estuvimos los cinco juntos. Fuimos secuestrados juntos y así estuvimos hasta que fuimos liberadas. En las negociaciones, lo que se logró fue que las mujeres y los niños menores de 18 años fueran liberados.

Separarse de su hermano y de su cuñado tuvo que ser difícil.

Al principio, nos dijeron que nos liberarían a todos juntos, igual que nos habían raptado juntos... pero no fue así. Y en los cinco días de tregua, nos iban diciendo que sería al día siguiente. Al final, salimos nosotras solas, en el quinto y último día de intercambios. Es decir, que Fernando y Luis ya llevan más del doble del tiempo que nosotras.

Hay que hacer todo lo posible, porque nadie puede sobrevivir a la angustia de no saber qué es lo que pasa, de no tener noticias, de no saber si vas a ser liberado o cuándo. Estar bajo presión psicológica por gente terrorista que, día a día, empeora todo... Cuando nosotras estuvimos ahí, faltaba comida, faltaba agua, faltaban medicinas y cada vez las cosas iban a peor, y había menos cosas.

Pasados más de dos meses... ¿Cómo ha sido su vida después de salir del cautiverio?

Nos recibieron de una forma muy emotiva. Nos acogieron, nos abrazaron y nos dieron todo lo que necesitábamos.

Hoy está usted aquí, protestando por la liberación del resto de rehenes.

Hemos estado allí, cautivas, con miedo a los terroristas y con temor también por los bombardeos. Con el temor de que también el lugar donde estábamos secuestrados fuera bombardeado y muriéramos todos. El terror de que también nos decían que si encontraban israelíes en las calles, los pobladores de Gaza iban a venir y nos iban a matar. O el miedo a las amenazas de que como Israel intentara un rescate, que los guardias decidieran de que nos mataban a todos... ¡porque todo el tiempo decían que nosotros nos íbamos a morir juntos!

La vida para ellos no tiene ningún valor, no es lo mismo que para nosotros. Ellos están dispuestos a morir por su causa... por eso, lo que yo pido a todo el mundo que hagan todo lo posible, que ayuden para que haya una negociación que saque a todos los secuestrados.

¿Y pactar con Hamás no dificultaría la paz a largo plazo? Ellos no quieren dos Estados... ¿cómo gestionar eso?

Yo siempre pensé que íbamos a poder vivir en algún momento en paz. Ahora, ya habrá tiempo para pensar cómo resolvemos todo este conflicto. Pero hay que sacar ahora mismo a los secuestrados. Igual que nosotras fuimos liberadas, se puede volver a hacer negociaciones y sacar a todos. Lo primero y lo más importante es eso. Yo creo que nuestro país, junto con todos los países del mundo que creen en la vida y en la democracia, se tienen que unir para que esto se logre.

¿No cree en la guerra que impulsa el Gobierno de Israel como una opción de rescate de los demás rehenes?

No quiero hablar sobre esas cosas. Yo soy una ciudadana, y lo que único quiero es vivir junto con mis seres queridos. Que regresen. Eso es lo único que me importa en este momento.

¿Qué les querría decir a sus seres queridos, aún en manos de Hamás?

Sigan con fuerza. Van a salir. Aguanten, es lo que más pido. Los queremos mucho y los esperamos, y les vamos a ayudar. Como yo recibo ayuda para recuperarme, los vamos a ayudar y se van a recuperar.

Pero lo más importante es que vuelvan lo antes posible y que yo, junto con todos los ciudadanos de Israel, hagamos todo lo posible para convencer al Gobierno para que, lo antes posible, se sienten a unas negociaciones y lleguen a un acuerdo para devolver a todos los secuestrados.

¿Y al resto del mundo, tan pendiente de este conflicto, qué le quiere decir?

Que nos apoyen, que apoyen a Israel. Fuimos atacados por un grupo de terroristas. Llegaron a nuestras, sacaron de las camas a personas en ropa de noche. Nos llevaron en una forma brutal y amenazados con armas. Nos tuvieron encerrados a mí, a mi hermana y a mi hija durante 53 días. Y siguen teniendo encerrados a 136 secuestrados. Son cuatro meses ya.

Necesitamos el apoyo y el entendimiento de todo el mundo, deben convencerse de que es una causa justa. Hay que regresar a todos los secuestrados, ciudadanos, soldados y cadáveres que están allí, y que hoy tendrían que estar enterrados en su país. Que sus familias puedan tener, por lo menos, ese consuelo.

***

Tres días después, nos citamos con Clara Marman, la otra hermana de Fernando que también estuvo secuestrada por los terroristas de Hamás. Ya no vive en su kibutz del sur de Israel. Se ha ido lo más lejos de Gaza que le ha sido posible, a Tuval, que está al otro extremo del país... pero lejos de la otra frontera, donde también amenazan los cohetes de Hezbolá.

El relato de Clara Marman, secuestrada por Hamás junto con otros familiares durante casi dos meses

Junto a ella, en su casa alquilada por el Gobierno de Israel, se sienta su hija Maayán, que le sirve de apoyo desde que salió del cautiverio y se mudó al norte. "No quiere volver a su casa... pero no se le nota por fuera cómo está. Ella es una mujer que siempre trata de hacer felices a los suyos, de tranquilizar a su familia. Cuando supe que había misiles, aquella mañana, me contó que todo estaba bien, que estaban todos juntos", relata mientras sujeta el cartel con las fotos de su tío y el novio de su madre. "Seguí con mi sábado normal y luego, cuando la volví a llamar, ya no me atendió, pero pensé que estaban evitando hacer ningún ruido, por algún protocolo de seguridad. Pero no, ya se los habían llevado".

Clara, si sólo usted vive en Nir Itzhak, ¿por qué estaba su familia aquella mañana en el kibutz?

Todos vinieron el día anterior, y se quedaron en casa. Los invité el fin de semana por las fiestas... y porque el día anterior era 6 de octubre, el cumpleaños de mi nietita. La tarde del viernes la pasamos Berseba, que está relativamente cerca. Fuimos a un parque, le hice una torta, disfrutamos... y para que no tuvieran que viajar a Jerusalén y Tel Aviv, les dije 'vénganse a pasar el fin de semana'.

Aquella noche la pasamos muy lindo. Como buenos argentinos, a la tarde tomamos mate tranquilos, con galletitas, cenamos a la noche, estuvimos charlando lo más felices y contentos. Somos una familia bastante unida, que nos gusta mucho estar juntos.

¿Y cómo fue todo?

Yo pensaba dormir hasta tarde, disfrutar del fin de semana, pero cerca de las 06.30, ya empecé a sentir misiles y la alarma de color rojo en la linde de la franja de Gaza. Entonces, me despierto... pero yo estoy acostumbrada. Ya hace 20 años que oímos esas alarmas. Así que le dije a Luis, mi pareja, 'vamos a tener que despertar a todos' para irnos al refugio tranquilamente.

Les pregunté a cada uno qué querían tomar. Preparé cafecito, puse torta... En general, nosotros tenemos que estar diez minutos después de que se siente la alarma dentro del refugio antes de poder salir. Pero esta vez, no dejaba de haber misiles, uno tras otro, y uno tras otro. Y por el WhatsApp del kibutz nos informaron: 'Tienen que quedarse adentro y no salir del refugio'. Por suerte, mis hijas no estaban en casa.

Y mientras su hija, aquí al norte, pensaba que usted estaba bien, ¿qué ocurrió?

Nosotros estábamos en contacto con toda la red del kibutz, y nos empezaron a decir que había terroristas. También lo fui viendo en televisión, la pantalla que tenemos en el refugio. Aún era de noche, pero por la ventana veía sus todoterrenos blancos, que daban vueltas por las calles del kibutz pegando tiros.

Por el WhatsApp también recibí mensajes de amigas mías, que me decían que estaban desesperadas. Una escribió que habían entrado a la casa, que estaban rompiendo vidrios, tirando cosas, disparando. Trataron de abrir su refugio, pero no lo lograron... es una que vive muy cerca de mi casa, vecina mía. Y entonces entendí que teníamos que buscar la forma de trancar la puerta.

¿Cómo lo hicieron?

Mi hermano es muy técnico y siempre encuentra soluciones. Dijo 'no se preocupen, traemos un palo, y lo ponemos en el picaporte'. Pero había que salir del refugio. Así que sacamos uno del armario, el de las perchas, y le colocó también una silla, porque el refugio no está preparado para una invasión, sólo para bombardeos.

A eso de las 11.15, ya intentaron abrir desde afuera de la casa. No lo lograron, rompieron todas las ventanas y entraron por ellas. Y de pronto, sentimos que tiran todo en la casa, todo lo que ven en su camino, y empiezan a tirotear. Sin ningún problema, bajaron la manija, se cayó el palo y se cayó la silla como si no hubiera habido nada. En 60 casas saquearon y robaron cosas. Pero de la única de la que sacaron secuestrados fue de la mía. Pegaron tiros a la puerta, pero, por suerte, instintivamente estábamos hacia un lado y dispararon hacia el otro. Estábamos los cinco abrazados en la otra punta.

¿No hubo heridos?

Fernando, mi hermano, después me contó que sintió una de las balas que le rozó. Le pasó muy cerca. Sintió el calor de las balas. Y gritó '¡No tiren, no tiren!'. No les habló en hebreo, sino en castellano, me acuerdo bien. Gavriella estaba muy asustada, y empezó a decir 'nos matan a todos, nos matan a todos'.

Yo, para tranquilizar, les dije 'bueno, tranquilos, vamos a hacer lo que ellos nos digan y todo va a estar bien'... porque estaba convencida. Estaba segura de que salíamos de casa y que, bueno, ahí nos salvaba la seguridad del kibutz. Pero no, no fue así. Al salir, vimos todas las casas vecinas con las puertas abiertas y las ventanas rotas. 

Luego se los llevaron ya para Gaza, en las 'pick up'...

Mi casa está bastante cerca de la valla del kibutz. La cortaron y por ahí salimos Fernando, Luis y yo. Gavriella y Mia estaban todavía dentro, luego las hicieron subir a uno de los vehículos grandes blancos. Mia estaba con su perrita en brazos...

Salieron manejando en forma muy brutal por el portón del kibutz, por donde había varios incendios, y cruzaron alguno de los fuegos. Luego, nos subieron a nosotros, por suerte, porque eso fue lo que hizo que estuviéramos todos juntos después en cautiverio durante 53 días. El camino fue largo. Supongo que más de tres horas, de un coche a otro coche.

¿Y cómo es posible que se pudieran llevar a la perrita?

Mucha gente se lo pregunta. Salimos de casa en camisón y yo... supongo que vieron una niña en ropa de dormir con algo en brazos y debieron de pensar que era un muñeco. Nosotros sabemos que para los musulmanes el perro es impuro. No lo pueden tocar. Así que nos llamó mucho la atención. Y tuvimos que estar todo el tiempo en alerta de cuidarlo y que no ladrara, para que no lo arrojaran del coche.

Cuando empezó a mover la colita, ellos discutieron por eso y la niña gritó '¡es mío!', para que no se lo quitaran. Tuvimos suerte de que le hicieron caso y Bela, la perrita, estuvo con nosotros los 53 días. Comió junto a nosotros, se acostumbró a hacer sus necesidades en un bañito que teníamos junto a la habitación en que nos encerraron. Al principio, ni hacía... tenía más miedo que nosotras, hasta que Gavriella la acostumbró. En realidad, Bela es como parte de la familia, una más, se portó muy bien con nosotras. Solamente, a las noches, cuando había bombardeos, la sensibilidad de un perro es mucho más grande. Y teníamos mucho miedo de que saliera corriendo o empezara a ladrar. Entonces, Gavriella dormía abrazada toda la noche a ella. Es como una hija para ella.

Clara Marman, cautiva de Hamás en Gaza durante 53 días, entrevista por EL ESPAÑOL junto a su hija Maayán.

Clara Marman, cautiva de Hamás en Gaza durante 53 días, entrevista por EL ESPAÑOL junto a su hija Maayán. ADP

¿Podían dormir bien, allí secuestrados, con la guerra afuera?

Ninguno de nosotros dormíamos bien. Digamos que el cautiverio no es algo agradable, donde te privan de la libertad de hacer lo que quieras hacer en el momento que lo quieras.

¿Y el tiempo?

Las sensaciones fueron difíciles, porque el tiempo no pasa, se hace eterno cada segundo, cada minuto, cada hora. La sensación del tiempo la teníamos de acuerdo a las oraciones del muecín. Sabíamos que es cinco veces por día, y eso es lo que nos llevaba un poco. Pero al final del día, era decir 'otro día más y nosotros estamos acá'.

No teníamos noción de lo que pasaba en Israel. De si intentaban o querían rescatarnos. De si había negociaciones, de si íbamos a salir. No teníamos ni idea. O sea, que se hizo largo y difícil. Una de las cosas que ayudó fue estar en familia, conocernos, saber cuáles son las debilidades y los momentos de crisis de cada uno. Y eso es lo que nos dio fuerzas, unos a los otros. Y también cuidar de Bela, que es hacer algo. 

¿Podían hablar entre ustedes? ¿Y se comunicaban con los secuestradores?

No quiero hablar sobre eso... Son más las sensaciones, las condiciones de allá. Pero sí, podíamos hablar. Charlábamos. Ellos, los captores, sabían muy poquitito inglés. Y yo también. Decían algunas palabras en hebreo. Y también nos enseñaron a nosotros un par de palabras en árabe. Por señas, nos lográbamos entender.

¿Qué les enseñaron en árabe?

Palabras para pedir algo. Sí, sobre todo por las necesidades.

¿Cómo fue la liberación, los días previos, como les avisaron?

Nos habían dicho todo el tiempo 'ustedes entraron como un paquete familiar, los cinco juntos, y los vamos a liberar a los cinco juntos cuando haya negociaciones'. Pero después nos dijeron que sí las había, pero que sólo saldrían niños y mujeres. Así que 'se van a tener que despedir de Fernando y de Luis, pero en seguida, seguirán más negociaciones y, al final, van a liberar también a nuestros presos de Israel y no se preocupen, que ellos también van a salir'.

En ese momento, Gavriella y yo dijimos que no, que o todos juntos o nada. Pero Fernando y Luis se negaron. 'Los que salen, salen. Y después, en dos o tres días más, esto se va a terminar', nos insistieron.

¿Les dijeron cuándo empezaron las liberaciones? ¿Cómo fue ese proceso?

Sí. En realidad, todos los días teníamos esperanza. Yo salí el quinto día de las negociaciones. El primer día, no dijeron 'probablemente, ustedes estén en la lista'. Pero no fue el primer día, ni el segundo... y así hasta el quinto.

Nos despedimos pensando que en dos o tres días más, Fernando y Luis iban a salir. Pero después de dos días de que yo salí, se arruinó todo. Se interrumpió el intercambio. ¡Y yo salí en el día 53, el 28 de noviembre! Ellos ya llevan cuatro meses. Cuando pienso que, día tras día, para mí 53 fueron eternos...

¿Cómo está usted ahora, con su hija aquí, cómo se siente una vez liberada, pero con seres queridos aún cautivos?

Lo que realmente nos dio fuerzas para sobrevivir fue estar en familia, estar juntos. Así que me preocupa muchísimo saber que Luis, que tiene 70 años, es papá de cuatro hijos y es abuelo de diez... necesita sus medicamentos, que no sé si le llegan o no. Está sin anteojos y sin el aparatito que necesita para oír. También usa un aparatito para poder respirar bien. O sea, que no sé en qué condiciones.

Yo sé que cuando yo me fui, ellos estaban fuertes física y anímicamente. Pero ahora, me preocupa muchísimo. Fernando, mi hermano, es una persona muy sana. Pero también tiene 61 años... entró con 60 y allá cumplió, hace casi un mes ya.