Nigel Farage, líder del partido Reform UK, gesticula durante una rueda de prensa en Londres.

Nigel Farage, líder del partido Reform UK, gesticula durante una rueda de prensa en Londres. Toby Melville Reuters

Europa

La derecha de Reino Unido aprovecha la guerra de Trump contra la BBC para combatir el "sesgo izquierdista" de la cadena

Tanto Nigel Farage como el Partido Conservador han exigido una depuración a gran escala. Trump, por su parte, ha amenazado con una demanda de 1.000 millones de dólares por editar un documental de forma bastante cuestionable.

Más información: Trump demandará por 1.000M de dólares a la BBC si no retiran el vídeo por el que ha dimitido el director de la cadena

Publicada

El viernes pasado Donald Trump llamó por teléfono a Nigel Farage –el líder de un partido derechista de corte populista llamado Reform UK– para quejarse de la BBC. “¿Es así como tratáis por allí a vuestro mejor aliado?”, espetó en alusión a las buenas relaciones que mantienen británicos y estadounidenses desde hace más de un siglo.

En aquella llamada Trump estaba haciéndose eco de un informe interno filtrado unos días antes que explicaba, entre otras cosas, cómo la televisión pública británica había manipulado un discurso pronunciado por Trump el 6 de enero del 2021; el día del famoso asalto al Capitolio. El discurso editado apareció luego en un documental emitido una semana antes de las últimas elecciones presidenciales por un programa llamado Panorama.

En la edición publicada por la BBC el presidente estadounidense aparece diciendo a sus seguidores que iba a caminar con ellos hasta el Capitolio para “luchar con uñas y dientes”. En realidad lo que dijo Trump en ese momento es que caminaría con ellos hacia el edificio “para hacer oír sus voces de forma pacífica y patriótica”. Es cierto que lo de “luchar con uñas y dientes” no se lo inventó Panorama. Trump lo dijo… pero casi una hora después. Resumiendo: la edición final puede considerarse manipulación.

A los pocos días de su conversación con Farage el presidente estadounidense decidió exigir formalmente a la BBC “una disculpa, una retractación y una compensación”. De no hacerlo, añadieron sus abogados, caería una demanda exigiendo 1.000 millones de dólares. Tras una semana de revuelo interno y dos dimisiones, la disculpa del canal británico ha llegado este viernes. El dinero, sin embargo, no parece estar en camino.

“Aceptamos que nuestra edición creó involuntariamente la idea de que estábamos mostrando una sola sección continua del discurso, en lugar de extractos de diferentes puntos del mismo, y que esto dio la impresión errónea de que el presidente Trump había hecho una llamada directa a la acción violenta”, ha dicho la BBC en la nota de disculpa. Acto seguido, empero, la cadena ha añadido que pese a “lamentar profundamente” lo ocurrido “discrepamos rotundamente de que exista fundamento para una demanda por difamación”.

Al margen de cómo evolucione el contencioso entre el canal público británico y el presidente de Estados Unidos, la derecha británica ha decidido aprovechar la tensión imperante para pasar a la ofensiva.

En los últimos días Farage ha acusado a la BBC de “estar infectada por un sesgo izquierdista” y Kemi Badenoch, líder del Partido Conservador, ha cargado contra el “sesgo institucional” que arrastra la cadena pública. Una clara alusión a Keir Starmer, el primer ministro británico, que es del Partido Laborista.

“No se trata solo de la manipulación en un documental sobre Donald Trump sino que se trata de la forma en que la BBC ha cubierto continuamente temas de sexo y género”, ha explicado Badenoch ante la prensa antes de añadir que el canal “es una institución que debemos valorar, pero la única manera de cuidarla es que empiece a tener un poco de humildad y reconozca sus propios errores”.

Badenoch también quiso recordar que la BBC es de financiación pública. Ergo si es demandada por Trump –o por cualquier otra persona– en última instancia el coste recae sobre los contribuyentes británicos.

“Las amenazas legales de Trump alegando mala prensa se han vuelto un fenómeno común”, señalaba hace unos días un analista de la industria de los medios de comunicación llamado Joel Simon. “Pero en este caso está siendo utilizado como parte de una campaña concertada por conservadores británicos que buscan desacreditar a la BBC y, en última instancia, cortar su financiación”.

El informe interno

Sea como fuere, la última polémica en torno a la televisión pública británica ha desembocado en una de las crisis reputacionales más graves de los últimos tiempos y, consecuentemente, ya le ha costado el puesto al director general, Tim Davie, y a la jefa de informativos: Deborah Turness.

Todo empezó cuando a comienzos de la semana pasada el Daily Telegraph –el principal diario conservador del Reino Unido– reprodujo en sus páginas un memorándum interno y teóricamente secreto firmado por un antiguo asesor editorial llamado Michael Prescott.

En su documento Prescott afirma que, tras varios años formando parte del Comité de Normas y Directrices Editoriales de la BBC, no podía quedarse callado más tiempo ante lo que considera “profundos problemas” en la cobertura de temas como Trump, la diversidad racial, las cuestiones de género y la guerra de Gaza.

“Y por lo que he podido presenciar”, comentaba Prescott en el escrito, “me temo que los problemas podrían ser aún más generalizados de lo que sugiere mi resumen”.

¿Adiós al mercado estadounidense?

La BBC se considera el principal medio de comunicación británico y, además, guarda una diferencia sustancial con otros medios de comunicación de referencia tipo el New York Times en Estados Unidos. Y es que las noticias de la BBC son consumidas por el 74% de los adultos británicos mientras que las del New York Times, por seguir con el mismo ejemplo, no alcanzan el 25% de los hogares estadounidenses.

A ello hay que sumar su prestigio internacional. Un prestigio al que ha recurrido en los últimos tiempos para aumentar su presencia en –precisamente– Estados Unidos.

No hace tanto –a principios de este mes– la revista Columbia Journalism Review explicaba en sus páginas que desde el año 2022 la BBC ha doblado su presencia en suelo estadounidense. La idea: hacerse un hueco en un ecosistema mediático polarizado hasta el extremo y hacerlo gracias al escaso interés –argumentaban desde la cadena británica– en tomar partido por alguna de las dos trincheras ideológicas. Ser, digamos, una suerte de árbitro informativo.

“No asumimos una posición ideológica por parte de nuestra audiencia”, le dijo entonces Kevin Ponniah, director regional de la BBC para Estados Unidos, a la Columbia Journalism Review. “Nuestros periodistas son completamente imparciales”.

Poco después de esa afirmación el Telegraph publicó el citado informe de Prescott acusando precisamente de lo contrario a la cadena y de ahí hasta ahora: con una posible demanda milmillonaria sobrevolando sus oficinas y un sinfín de periodistas que guardan respeto y cariño a la BBC –como Sam Knight en la revista The New Yorker o Marina Hyde en The Guardian– diciendo que las cosas tendrían que haberse hecho de otra manera.

“Aunque los expertos en temas legales consideran débil la posibilidad de una demanda por parte de Trump contra la BBC es posible que el presidente no necesite ganar en los tribunales”, explicaba el ya mencionado Joel Simon. “Trump podría recurrir a otras estrategias –como, por ejemplo, la denegación de visados ​​o la invocación de la Ley de Registro de Agentes Extranjeros– para debilitar las operaciones de la BBC en Estados Unidos”.