Donald Trump habla con los medios mientras sale de la Casa Blanca, el 1 de julio de 2025.

Donald Trump habla con los medios mientras sale de la Casa Blanca, el 1 de julio de 2025. Will Oliver Efe

Europa

Trump 'fracasa' como Macron y no logra que Putin acepte un alto el fuego: "No cederemos en nuestros objetivos en Ucrania"

Después de la llamada del presidente francés a Putin llegó la del estadounidense con un mismo resultado: Rusia solo está dispuesta a un alto el fuego si es bajo sus condiciones. Unas condiciones humillantes que Ucrania nunca aceptará.

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Dos días después de "castigar" a Ucrania con la cancelación del envío de material militar que estaba ya almacenado en Polonia, Donald Trump llamó por sorpresa al presidente ruso, Vladímir Putin, sin que ni Moscú ni Washington hayan explicado exactamente el motivo.

Es, en cualquier caso, la segunda llamada en una misma semana de un líder occidental a Putin, que ve cómo su ostracismo empieza a relajarse. Si, cuando Macron intentó convencerlo de la necesidad de un alto el fuego, solo consiguió el recitado de toda la habitual retahíla de agravios y construcciones históricas, parece que con Trump le ha sucedido lo mismo.

Según apunta el Kremlin, la llamada fue productiva, Putin volvió a mostrarse abierto a una negociación y a un alto el fuego… pero siempre a partir de las condiciones que lleva exigiendo desde que empezara el conflicto bélico: la desmilitarización de Ucrania, el cambio de régimen en Kiev y el reconocimiento de la anexión de, al menos, las provincias de Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia.

Teniendo en cuenta que desde el propio Kremlin se sigue hablando de la Novorossiya, que incluye Odesa, Járkov, Sumy y Dnipro, no sería de extrañar que también hubiera reivindicaciones posteriores sobre esos territorios.

En cualquier caso, daría igual. Zelenski no va a aceptar nunca una tregua bajo esos parámetros. Para eso, podría haberse rendido en febrero de 2022 y habríamos acabado antes.

Preguntado en rueda de prensa sobre la llamada entre el líder ruso y el estadounidense, el presidente ucraniano se mostró sorprendido. "No creo que tengan mucho en común", afirmó, intentando buscar las palabras adecuadas que no ofendieran a nadie.

La importancia estratégica de Rusia

Desgraciadamente, sin embargo, Zelenski se equivoca. Y él mismo lo sabe, claro. La diplomacia exige a veces tragar sapos enormes. Trump y Putin tienen en común la voluntad de repartirse las zonas de influencia en el mundo, con la esperanza, por parte de Estados Unidos, de dejar a China fuera, cosa poco probable.

Trump llegó a la Casa Blanca afirmando su voluntad de pasar a la Historia como un "pacificador" —sigue llevando fatal que Barack Obama tenga un Premio Nobel de la Paz y él no— y con la voluntad de conseguir un alto el fuego inmediato en Ucrania.

Con el tiempo, se ha dado cuenta de que eso es imposible. No solo porque Rusia siga confiando en que es militarmente superior —y más lo será si Estados Unidos le niega a Ucrania la capacidad para defenderse— sino porque Europa no le siguió el juego y reafirmó su apoyo al régimen de Kiev.

Probablemente, Trump supiera que Putin no iba a renunciar a casi nada, pero confiaba en que Zelenski sí lo haría y que, además, podría quedarse con sus minerales de las tierras raras. No sabía de qué material estaba hecho el ucraniano. Uno no se queda en Kiev mientras los tanques rusos asedian la ciudad y los mercenarios te buscan para matarte para ahora rendirse de cualquier manera.

Con todo, hay que insistir, el problema no queda solo en Ucrania. Rusia tiene como máximos aliados comerciales y militares a dos países que Trump detesta: China e Irán.

En la Casa Blanca, piensan que la relación especial que el presidente tiene con Putin favorece la posibilidad de llegar a acuerdos que les beneficien. Es más fácil negociar con él que hacerlo con Xi Jinping o, desde luego, con Alí Jamenei o Masud Pezeshkian. De ahí, el empeño de Trump en levantar sanciones y acercar diplomáticamente a Rusia a las demás potencias mundiales.

Intercambio de traiciones

Si la llamada telefónica realmente se prolongó durante más de una hora y media, es imposible que versara solo sobre Ucrania. Ese tema está ya muy manido y en punto muerto. Sería más sensato pensar que los dos presidentes hablaron de cómo salvar económicamente a Rusia, de qué negocios pueden restablecerse entre ambos países y, por supuesto, de la situación en Oriente Próximo, pues es imposible infravalorar la importancia de Rusia en la zona.

Rusia ha mantenido durante la última década una posición de privilegio en Siria, que le garantizaba un acceso directo al Mediterráneo, y ha respaldado al régimen de los ayatolás sin que, sorprendentemente, Israel se haya atrevido a reprochárselo.

El ataque sobre los laboratorios subterráneos de enriquecimiento de uranio habrían sido impensables sin la aprobación, el consentimiento o al menos la indiferencia de Rusia. De ahí que, pese al tremendo daño que ha sufrido tanto la capital Teherán como el programa nuclear iraní en su totalidad —un programa patrocinado por Rusia y que ha contado con su colaboración durante años—, Moscú no haya pasado de la condena casi anecdótica.

Ahora bien, para ello, Washington probablemente haya tenido que ofrecer algo a cambio. El silencio, parece, se paga con silencio. Si el Kremlin acepta callarse y dejar desprotegido al único aliado que fue en su rescate cuando empezó la invasión de Ucrania, parece lógico que exija que la Casa Blanca calle y deje desprotegidos a sus aliados europeos y debilite en lo posible al régimen de Zelenski.

Lo único que puede salvar la situación para Kiev es que Trump tenga uno de sus bruscos cambios de opinión o que los congresistas republicanos, encabezados por Lindsey Graham, íntimo amigo del multimillonario, consigan actuar por su cuenta.

De lo contrario, quedan los drones y la ayuda europea. Eso y la valentía demostrada desde el día uno. Contar con los Estados Unidos parece cada día más difícil incluso dentro de la montaña rusa —nunca mejor dicho— que está siendo este segundo mandato de Trump.

Lo que vale hoy puede no valer mañana y viceversa, pero, estratégicamente, tanto Trump como JD Vance como Steve Witkoff —no parece que Rubio pinte demasiado en esto— están convencidos de que es más fácil lidiar solo con Rusia que hacerlo con diez países a la vez. Y eso, claro está, es un enorme problema para Ucrania… y para Europa.