El presidente ruso Vladímir Putin asiste a una reunión con su homólogo bielorruso Alexander Lukashenko en Minsk, Bielorrusia, 24 de mayo de 2024.

El presidente ruso Vladímir Putin asiste a una reunión con su homólogo bielorruso Alexander Lukashenko en Minsk, Bielorrusia, 24 de mayo de 2024. Reuters

Europa

Un osado Putin traslada la tensión a Europa y reta a la OTAN con movimientos en la frontera de Estonia

En la misma semana en la que ha pedido redefinir las fronteras marítimas con Estonia, el presidente ruso ofrece un alto el fuego con Ucrania. 

25 mayo, 2024 02:32

El presidente ruso, Vladímir Putin, se reunió este viernes en Minsk con su homólogo bielorruso Aleksandr Lukashenko con el fin de ultimar una serie de acuerdos militares y energéticos entre ambos países. Putin, en rueda de prensa conjunta, confirmó la participación de Bielorrusia en los ejercicios con armas nucleares tácticas que lleva desarrollando su ejército en los últimos días, aunque no quiso dar mayor importancia al asunto y negó que Rusia buscara una escalada en el conflicto.

De hecho, Putin en Minsk quiso hablar de paz… aunque en sus propios términos. Propuso que volvieran las negociaciones, pero que estas “se centraran en la realidad actual” del frente y tuvieran como interlocutor a un “representante legítimo” del régimen de Kiev.

Hay mucho que interpretar en ambas afirmaciones: por un lado, Putin parece repetir la argumentación falaz de que Rusia está avanzando sin freno por Ucrania y pide una paz ventajosa para sus intereses. Por otro lado, pretende deslegitimar al régimen de Zelenski y sembrar dudas entre quienes le apoyan.

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Esto no es así por mucho que se repita: Ucrania está a la defensiva y no faltan los reportajes y artículos sobre lo extenuadas que están sus fuerzas. Ahora bien, cada día se producen cientos de bajas en las filas rusas sin que nadie pueda escribir sobre ello desde dentro. Todo a cambio de unas ventajas muy escasas: en abril, Rusia avanzó 81 kilómetros cuadrados en suelo ucraniano. En mayo, la cifra será parecida. Llevan siete semanas estrellándose en Chasiv Yar, junto a Bakhmut, y la ofensiva de Járkov se ha estancado ante el primer obstáculo digno de ese nombre, la ciudad de Vovchansk.

Todo esto cuando la ayuda militar estadounidense aún no ha llegado del todo -sí lo han hecho varios ATACMS, que Ucrania no ha dudado en utilizar de inmediato, causando serios daños logísticos en el enemigo- y en pleno ataque casi suicida del ejército ruso, que no deja de mandar más y más hombres al matadero en busca de cualquier kilómetro cuadrado que le permita una ventaja en unas posibles negociaciones, como demuestran las osadas palabras de Putin.

De todo menos paz

Como decíamos, el otro objetivo de la rueda de prensa del presidente ruso fue poner en duda la legitimidad de Volodímir Zelenski al frente del gobierno ucraniano. Putin no quiso dejar claro si aceptaría a Zelenski como interlocutor en unas posibles negociaciones, ya que, al no haberse convocado elecciones en la fecha prevista, su mandato ya habría acabado este mismo mes. El autócrata hizo especial hincapié en esta circunstancia, probablemente para iniciar un debate que pueda extenderse también por Occidente.

Sea como fuere, es complicado creer a Putin cuando habla de paz. No solo porque fue él quien inició una cruenta guerra que va ya para dos años y medio y que ha causado decenas de miles de muertos y millones de desplazados, sino por sus actos más recientes. A los citados ejercicios militares con armas nucleares no estratégicas, hay que añadir la reciente ofensiva de Járkov y los escarceos en la frontera de Kursk con la región de Sumy, según informaron esta semana fuentes ucranianas.

No queda ahí la cosa: este martes, el Ministerio de Defensa ruso multiplicó la tensión pidiendo al Kremlin que reevaluara sus fronteras marítimas con Estonia. El punto de fricción es la desembocadura del río Narva, que separa en la práctica ambos países.

Hay que recordar que Estonia, Finlandia y Rusia comparten el acceso al Mar Báltico a través del Golfo de Finlandia. De hecho, el puerto de San Petersburgo, la ciudad donde empezó Putin su carrera política, es probablemente el más importante de la zona y queda a apenas 150 kilómetros por carretera del país vecino.

Tantear a la OTAN

Desde que se iniciara la guerra en Ucrania, los países occidentales han estado preparándose para un posible ataque a un miembro de la OTAN o, al menos, para una provocación que pudiera derivar en una escalada. Muchos pensaban que ese país sería Polonia, otros se inclinaban por los países bálticos, en concreto Estonia y Letonia, los dos con los que Rusia tiene frontera. Para atacar Lituania, el ejército ruso tendría que acceder vía Bielorrusia, algo que, por otro lado, ya hizo para atacar Kiev.

Esa provocación sería gradual y puede que estemos empezando a ver ya sus primeros pasos. Este viernes, varios guardias rusos retiraron hasta veinticuatro boyas que marcaban el camino de los barcos estonios en un claro desafío a las autoridades vecinas.

Obviamente, no es casualidad que un martes se pida redefinir las fronteras marítimas y a las 36 horas se pase a la acción de esta manera. Putin quiere saber cómo va a reaccionar Estonia y, sobre todo, cómo van a reaccionar Europa y la OTAN.

En principio, a Rusia no le interesa una guerra con la Alianza Atlántica, pero puede que sí quiera ir tanteando sus opciones en previsión de que Donald Trump gane las elecciones de noviembre en Estados Unidos y decida reconsiderar sus pactos con Europa.

Si, en su momento, Putin pudo convencer al expresidente de que Ucrania era Rusia, tal vez ahora pueda convencerle de que Estonia también lo es, apelando al hecho de que la república báltica llegó a formar parte de la Unión Soviética… e ignorando que tal circunstancia solo fue posible tras el pacto entre Hitler y Stalin en 1939.

Los “caballos de Troya”, en alerta

De momento, Estonia ha respondido con contundencia, demandando explicaciones y acogiéndose al tratado que firmaron ambos países en 2022, semanas antes de que Rusia empezara la invasión de Ucrania.

Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, aseguró este viernes que Rusia “utiliza los conflictos fronterizos para generar miedo y ansiedad”. El asunto es crear tensión e intentar averiguar hasta qué punto la soportan Europa y la OTAN. Es muy improbable que la guerra de Ucrania se quede en Ucrania. Lo único que podría evitar la extensión del conflicto sería una derrota total del ejército ruso y, para ello, Occidente tendría que tomarse aún más en serio la amenaza.

El problema es que Occidente no está unido y no lo está precisamente por las injerencias del Kremlin. A la negativa eslovaca a ayudar a Ucrania con más envíos de armas, hay que añadir el intento de Viktor Orbán, el prorruso líder húngaro, de “redefinir” su relación con la OTAN, de manera que su país tampoco tenga que apoyar al de Zelenski. La estrategia del “caballo de Troya” es tan vieja como el mundo y Putin se ha convertido en un experto en los últimos veinte años. Solo ahora vemos las verdaderas consecuencias.