Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y candidata del PPE a la reelección, en el congreso de Bucarest.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y candidata del PPE a la reelección, en el congreso de Bucarest. EPP

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Von der Leyen liderará el 9-J a un PPE dividido por el plan de mandar refugiados a "terceros países seguros"

La presidenta se mostró incómoda con esta propuesta, lo mismo que el PP español de Feijóo, aliado en todo lo demás con Weber.

8 marzo, 2024 02:46
Enviado especial a Bucarest

"Eso está en el papel, pero tampoco le hagas mucho caso", explicaba el jefe negociador de una de las delegaciones de los partidos nacionales que, esta semana, han acudido al congreso del Partido Popular Europeo (PPE). La propuesta para enviar a "terceros países seguros" a personas solicitantes de asilo en la UE ha dividido a la formación política más potente de Europa.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión y elegida candidata a la reelección por los populares, de hecho, está abiertamente incómoda con la medida, inspirada en el acuerdo de Reino Unido con Ruanda. Desde hace unos meses, el Gobierno conservador de Rishi Sunak ha logrado superar los obstáculos judiciales a este plan, por el que Ruanda recibe un dinero a cambio de cada migrante que le manda Londres.

Ahora, es el PPE el que quiere "decidir quiénes entran a Europa", porque "nuestros ciudadanos lo quieren".

El discurso solamente lo defendió el presidente del partido, Manfred Weber, en la rueda de prensa final que dio junto a Von der Leyen en las instalaciones del Romexpo, que acogió los dos días de cónclave. De las seis preguntas, todas menos una giraron en torno a un asunto crítico para las próximas elecciones del 9-J, en las que los populares se juegan que parte de sus electores se fuguen a posiciones más radicales, de las derechas ultra.

Durante los dos días de congreso, no había delegado que aceptara poner su nombre a unas declaraciones a la prensa sobre este asunto divisivo. Y en la comparecencia ante los medios, donde la candidata siempre contestaba primero, Von der Leyen se limitaba a darle un pase torero al asunto y volver la cara a su jefe orgánico para que él se hiciera cargo de asumir las explicaciones.

Ursula von der Leyen da la palabra a Manfred Weber, presidente del PPE, en la rueda de prensa final del congreso de Bucarest.

Ursula von der Leyen da la palabra a Manfred Weber, presidente del PPE, en la rueda de prensa final del congreso de Bucarest. EPP

Las tensiones entre los dos líderes alemanes vienen de lejos. Y son a la vez personales y políticas. Ella fue la elegida para que el PPE conservara la presidencia de la Comisión cuando los primeros ministros socialistas vetaron a Weber en el Consejo de julio de 2019.

Y fue precisamente la condición de más conservador y firme en este tipo de posiciones del político bávaro lo que motivó aquel rechazo frontal. El nombre de la entonces ministra de Defensa del último Gobierno de Angela Merkel apareció a última hora y el consenso que reunió dejó, definitivamente, descabalgado a quien había sido el candidato oficial del PPE, y ganado las elecciones europeas de hace cinco años.

Weber pareció acabado para la política. Sin experiencia real en su país natal y ya con "demasiados años en Europa" como para que su carrera pudiera tomar nuevos derroteros, se le dio por desahuciado. Y sin embargo, supo rehacerse y tomar el mando total en el PPE, hace ahora dos años en Rotterdam (Países Bajos).

Los principios y valores del centro derecha que dicen defender ambos son los mismos. Y las sonrisas que se decían en público tratan de mostrar "unidad y familia".

Pero la aplicación a las políticas, y algunas de sus ideas, difieren. Entre otras cosas, porque el empeño de uno es el de fortalecer el partido frente a los adversarios políticos para no perder electores. Y el de la otra es el de ser presidenta de todos los europeos.

Política "sin siglas"

A Von der Leyen se la ve más cómoda entre los jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas que en convenciones de partido con sus correligionarios. "Y eso se ha notado estos cinco años", confiesa un miembro de la delegación española.

No sólo en este tiempo en que ha presidido la Comisión, también en la votación para designarla candidata. La política alemana recibió 400 votos a favor y sólo 89 en contra. Pero a los 10 votos nulos, incomprensibles en una elección con un solo aspirante y en una papeleta que solo incluía el "sí" y el "no", hubo que añadir 302 votos no emitidos.

El congreso del PPE contaba con 801 delegados con derecho a sufragio, y tras conocerse los resultados, las explicaciones fueron confusas. "Estarían fumando, no sé, también hay gente que tenía que coger aviones…", trataba de zafarse un portavoz oficial ante la prensa.

¿Cuántos de los 801 estaban en el centro de convenciones de Bucarest? "No tenemos ese número".

¿Puede ser un voto de castigo, ya que no había opción de abstenerse? "Si no sé dónde estaban, menos aún las razones de cada uno para no haber votado".

¿Votaron finalmente todos los españoles del PP, muy molestos con el "compadreo" de la presidenta con Pedro Sánchez, a Von der Leyen? "Sí", fue la única respuesta del entorno de Alberto Núñez Feijóo.

"El presidente, de hecho, le ha recordado estos días que no puede seguir siendo una política sin siglas", añadía este portavoz del PP. Feijóo sostiene que comprometió el voto de los suyos, "pero con dos condiciones".

Una, la defensa de los intereses del sector primario, a la que el gallego dedicó un tercio de su discurso. Y dos, una actitud beligerante contra la amnistía y "el ataque al Estado de derecho español y, por tanto, europeo" que comportaría el pacto del presidente español con los independentistas.

En todo caso, Von der Leyen no hizo mención a esto en su intervención como candidata. Y sí lo hizo Weber: "Sánchez es hoy la marioneta de Puigdemont, es una vergüenza", proclamó para alborozo de Feijóo y los suyos.

El PP español, reticente

Aunque esto no quiere decir que el PP español esté de acuerdo en todo con el bávaro. Y mucho menos, con el plan de mandar solicitantes de asilo y refugio a terceros países fuera de la UE. "Intentamos enmendarlo", explica Gabriel Mato, "pero no fue posible".

En todo caso, que esté sobre el papel "no quiere decir que se vaya a aplicar". Porque una cosa es que el PPE vaya a ganar las elecciones europeas, que tenga a la futura presidenta en sus filas, que tenga la mayoría de jefes de Estado y de Gobierno en el Consejo y que aspire a que Roberta Metsola renueve también al frente del Parlamento Europeo (con muchas posibilidades), y otra cosa es que la medida vaya a concitar consenso.

Alberto Núñez Feijóo charla con Esteban González Pons y Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, en el congreso del PPE en Bucarest.

Alberto Núñez Feijóo charla con Esteban González Pons y Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, en el congreso del PPE en Bucarest. ADP

En la Unión Europea no hay nunca mayorías absolutas. Nadie aplica su programa realmente. Y los pesos ante cada legislación que se impulsa no se reparten solo por cuestiones ideológicas. También operan los ejes norte-sur, países ricos-países pobres, cuestiones de género y, en este caso más que en otros, países frontera-países interiores.

Y España, sur, el primero de los pobres o el último de los ricos, gobernado por socialistas pero con el poder regional en manos conservadoras, y el único país con frontera exterior en África, entre otras cosas, tiene sensibilidades propias. Aunque Feijóo y Weber sean uña y carne, que lo son, y pese a que unidos han forzado a Von der Leyen a virar en determinadas cuestiones, no están juntos en esto.

Para los populares españoles, en el ecosistema político nacional, esta medida, en lugar de servirles para arañar votos en Vox, los empuja hacia la derecha radical.

De ahí el intento de enmendar un texto que incomoda, aunque Weber lo defiende "por principios", dijo. En su opinión, es la mejor vía en la actualidad para "defender el derecho inalienable al asilo" al tiempo que se lucha "contra la migración ilegal y las mafias que esclavizan a personas desesperadas" en su empeño por hallar un futuro mejor.

"No es una posición táctica", apuntaba el líder de los populares europeos. "Creemos que es Europa la que debe decidir quién viene con nosotros, y no los traficantes, que aprovechan nuestras leyes garantistas, y los derechos que consagran nuestras democracias para minarlas y enriquecerse con el sufrimiento".