Cuando la calle se abrió al tráfico, los transeúntes que pasaban se quedaban casi en shock viendo la escena.

Cuando la calle se abrió al tráfico, los transeúntes que pasaban se quedaban casi en shock viendo la escena. María Senovilla

Europa

Bombas, misiles, drones y restos de la presa de Nova Kajovka: las amenazas que se ciernen sobre Odesa

El último ataque de Rusia deja tres muertos y una docena de heridos en la Perla del Mar Negro, que además enfrenta el desastre medioambiental que está causando la riada.

15 junio, 2023 03:23

El eco de una fuerte explosión sacude Odesa durante la madrugada. Las sirenas de los bomberos y las ambulancias no tardan en escucharse justo después. Rusia acaba de perpetrar un nuevo ataque contra la Perla del Mar Negro, y van dos en los últimos días: el primero dejó tres muertos y 27 heridos en una zona residencial; este suma otros tres fallecidos y una docena de heridos, todos civiles a los que el misil les pilló durmiendo tranquilamente en sus casas.

Los rostros de los odesios están serios en la mañana del miércoles, a pesar de que la ciudad se ha despertado con su habitual trasiego de personas levantando las persianas en cafeterías y comercios. Suben y bajan de los autobuses urbanos de estilo soviético y llamativo color amarillo –característicos de esta ciudad–, intentando cubrir con una pátina de normalidad una situación que no es normal.

Están en guerra, aunque el frente de combate les quede lejos. Pero han decidido sobrellevar con dignidad todo lo que les está sucediendo desde hace casi 16 meses. Los bombardeos aleatorios, los cortes de agua y electricidad, las noticias de familiares y amigos muertos en combate, que vuelven a casa para ser enterrados cerca de su mar. Hay días en los que no es fácil sobrellevarlo.

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Y basta con echar un vistazo rápido a las pantallas de los móviles de los pasajeros de uno de esos autobuses amarillos para ver que hoy, justo hoy, es uno de esos días que no son fáciles. En casi todos los dispositivos se reproducen los mismos vídeos: el sonido de la explosión, los bomberos luchando contra el incendio, incluso el interior de las casas destrozadas –que graban sus propios moradores, mientras explican lo que les acaba de suceder–. Los vídeos corren por Telegram como la pólvora.

La defensa antiaérea no pudo

Las familias que publican los vídeos de sus casas, con los cristales hechos añicos y los techos desprendiéndose sobre sus cabezas, se hacen una pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué Rusia bombardea civiles? ¿Por qué mi casa? ¿Por qué mi familia?

Un hombre graba con su móvil cómo quedaron los edificios en los que impactó un misil ruso tipo Kalibr.

Un hombre graba con su móvil cómo quedaron los edificios en los que impactó un misil ruso tipo Kalibr. María Senovilla

En realidad son muchas preguntas, pero pueden resumirse en una: ¿Por qué la comunidad internacional consiente esta barbarie –que nadie esperaba– en pleno siglo XXI? La respuesta no está en ninguna de las grabaciones, pero las autoridades locales intentan explicar la situación apenas unas horas después: “El Kremlin ha lanzado esta vez cuatro misiles tipo Kalibr, de los que la defensa antiaérea ha derribado tres; y 10 drones suicidas Shahed –de fabricación iraní–, de los que se han neutralizado nueve”.

A primera hora de la mañana, las operaciones de rescate aún seguían activas. Tanto los bomberos como el personal de Protección Civil se afanaban en revisar los escombros por si quedaba alguna persona más atrapada. El complejo de edificios que recibió de lleno uno de los impactos albergaba pisos residenciales y una zona comercial.

Además, la explosión reventó todos y cada uno de los cristales de la Universidad Politécnica de Odesa, que se ubicaba justo enfrente. Profesores y alumnos ayudaban a retirar los restos de las ventanas, con cubos que llenaban de cristales, en un intento de limpiar el campus. La banda sonora ponía los pelos de punta.

Drones kamikaze en el cielo

Cuando comenzó la invasión rusa a gran escala, los odesios no paraban de mirar al cielo; al cielo y al mar, donde Putin tenía apostada a su Armada. Durante los primeros días de marzo de 2022, el éxodo de personas que huía de la ciudad en tren, autobús o coche se mezclaba con la amenaza –que sonaba increíblemente real– de un desembarco anfibio.

Detalle de uno de los edificios, donde había comercios, tras el bombardeo que tuvo lugar en Odesa en la noche del martes.

Detalle de uno de los edificios, donde había comercios, tras el bombardeo que tuvo lugar en Odesa en la noche del martes. María Senovilla

Por aquellos días, las tropas del Kremlin habían llegado hasta el aeropuerto de Mikolaiv, y la situación de aquella ciudad era crítica. Si caía Mikolaiv, a los soldados rusos les bastaba un paseo de 130 kilómetros para entrar en Odesa por tierra y apoyar así el desembarco en las costas.

Incluso los oficiales de prensa te preguntaban si tenías un plan de evacuación para abandonar la ciudad, dando por hecho que aquello era imparable. Sin embargo, el ejército ucraniano logró embolsar uno de los cuatro batallones rusos que se cernían contra Mikolaiv, y el resto retrocedió casi hasta la frontera con Jersón. Fue una victoria notable, de la que se habló poco en aquellos días; pero gracias a ese movimiento militar, Odesa sigue hoy -casi- intacta.

El caso es que por aquel entonces la defensa antiaérea ya se medía con las oleadas de drones que se lanzaban desde los barcos rusos que fondeaban en el Mar Negro. Los de aquel entonces eran drones de reconocimiento, y no tenían capacidad para atacar a las personas, pero con el fantasma del desembarco anfibio merodeando, se consideraban extremadamente peligrosos.

Obviamente, hace 16 meses nadie imaginaba que el empleo de los drones iba a evolucionar hasta convertirse en un arma de guerra más. Un arma con la que Putin lanzó más de una quincena de ataques contra la capital de Ucrania –Kiev, sólo durante el mes de mayo. Parece que este mes el turno le va a tocar a Odesa.

Lo que llega de Jersón

Los crecientes bombardeos no son la única preocupación de los odesios en este momento. Ni tampoco el único tema sobre el que se publican vídeos en las redes sociales. Durante la última semana, se han podido grabar escenas dantescas desde el paseo marítimo de la ciudad, donde aparecían ante la vista de los transeúntes frigoríficos flotando frente a la costa, animales muertos alcanzando la arena e incluso minas que se acercaban entre los escombros y la basura arrastrada por el agua de la presa Nova Kajovka.

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La marea está arrastrando todo tipo de objetos desde el otro lado del Mar Negro. Y si hace un año la angustia de los odesios venía de la posibilidad que se produjera el temible desembarco anfibio, hoy viene provocada por lo que la ONU ha calificado como una "monumental catástrofe humanitaria, económica y ecológica" de consecuencias aún desconocidas.

Bomberos, policía, personal sanitario y Protección Civil acudieron al lugar de los bombardeos minutos después.

Bomberos, policía, personal sanitario y Protección Civil acudieron al lugar de los bombardeos minutos después. María Senovilla

Los restos que están llegando hasta las costas de Odesa, entre los que se distinguen perfectamente partes de las casas –como los marcos de puertas y ventanas–, ropa, calzado o electrodomésticos, van acompañados las declaraciones de los expertos medioambientales.

Estos alertan de que la riada se ha llevado por delante desde fábricas –con todo tipo de materiales dentro– hasta cementerios. Por lo que no descartan que puedan empezar a aparecer restos humanos flotando a uno y otro lado del Mar Negro. Y esto, de cara a los meses de verano y de calor que tenemos por delante, podría desencadenar un brote de cólera.

Resistencia pasiva

Al margen de los vídeos de Telegram, de los funerales de los caídos en el frente y de los bombardeos que han sacudido la ciudad unas horas antes, un jardinero municipal se afana en mantener limpia la hierba –que ha brotado verde y vigorosa– en el parque que hay junto a la estación de tren.

Mientras el hombre pone a punto también las flores, una pareja joven se sienta en una de las terrazas que acaban de abrir justo al lado, y que empiezan a llenarse. La vida se abre paso. Es la resistencia pasiva que los ucranianos han decidido ejercer, otra forma de luchar en esta guerra que no da tregua.

Un policía aún trabaja en la escena horas después del ataque.

Un policía aún trabaja en la escena horas después del ataque. María Senovilla

Con ella, aseguran, están enviando un mensaje a Rusia: no les van a poner de rodillas, ni les van a obligar a encerrarse en casa mientras el país se marchita lentamente. Sorprende escuchar sus argumentos, apelando a la importancia de mantener el motor económico del país.

Cuando les preguntas si no se sienten mal sabiendo que su ejército –que miles de soldados jóvenes, como ellos– está luchando en el frente, responden que precisamente están luchando para que su gente pueda seguir viviendo, trabajando y existiendo. Para que los niños jueguen en los parques, como el que se extiende junto a la Estación de Tren de Odesa, y para que los que se quedan en la retaguardia no permitan que les vean derrotados.