Ferdinand 'Bongbong' Marcos Junior, hijo del difunto presidente Ferdinand Marcos, fue proclamado este miércoles como decimo séptimo jefe de estado de Filipinas.

Ferdinand 'Bongbong' Marcos Junior, hijo del difunto presidente Ferdinand Marcos, fue proclamado este miércoles como decimo séptimo jefe de estado de Filipinas. EFE/EPA

Asia

Imelda Marcos, la mano que vuelve a mecer Filipinas tras la elección de su hijo como presidente

La viuda del dictador Ferdinand Marcos, de 92 años y conocida por sus extravagancias, asesora y aconseja al recién proclamado jefe de Estado. 

27 mayo, 2022 04:22

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Ferdinand Marcos sonríe ante el auditorio. Tiene 64 años y acaba de ser proclamado, entre vítores y aplausos, nuevo presidente de Filipinas. Acapara toda la atención durante unos minutos hasta que las miradas se dirigen hacia un lateral. Hacia la sonriente mujer enfundada en un vestido rosa que trata de subir al escenario con ayuda de tres personas.

Es Imelda Marcos, madre de Ferdinand Marcos y viuda del exdictador de mismo nombre que gobernó el país con mano de hierro durante dos décadas. Ahora, a sus 92 años, se ha convertido también en la persona que mueve los hilos del recién constituido Gobierno.

"Mi madre quería que fuese presidente desde que tenía tres años", dijo Ferdinand Marcos Júnior, también conocido como Bongbong, antes de tomar el cargo este miércoles. Un sueño que se ha cumplido para Imelda, aunque para ello haya tenido que sobrevivir a un intento de asesinato, un golpe de estado, un exilio de un lustro y a centenares (más de 400) acusaciones judiciales por corrupción, malversación y violación de los derechos humanos.

Lina Smith

Actualmente se encuentra en libertad bajo fianza por una condena de 77 años de cárcel. Sin embargo, esos cargos no han impedido que la que fue primera dama de uno de los regímenes más corruptos de la historia siga influyendo en la política del país. Sobre todo en un Gobierno nuevo que hay quien prevé que se mantenga igual de brutal que el del presidente saliente, el líder populista Rodrigo Duarte, a quien se le atribuyen 30.000 ejecuciones extrajudiciales en sus seis años de mandato.

Su propio hijo ha confesado en una entrevista que consulta "las decisiones importantes" con su madre, a quien considera "la política suprema". Política porque no se limitó a ser la mujer del presidente. Si bien fue Ferdinand Marcos quien dirigió el país asiático entre 1965 y 1986, ella desempeñó varios papeles en la Administración. De hecho, la gestión dura, violenta y fraudulenta siempre se ha asociado a esta mujer excéntrica y muy, muy derrochadora. Tanto que, lo que algunos analistas llamaron "dictadura conyugal" llegó a saquear al pueblo filipino la friolera de 10.000 millones de dólares americanos, según Transparencia Internacional.

Una suma que fue a parar a paraísos fiscales en el extranjero, pero también a joyas, bolsos, cuadros de artistas reconocidos y zapatos. Porque si por algo es conocida Imelda es por su deslumbrante colección de 3.000 zapatos -de Chanel, Dior o Givenchy- que aparecieron en su Palacio de Malacañang cuando el clan Marcos huyó del país en 1986 tras una rebelión popular.

Se escaparon de noche en un helicóptero que los llevó hasta la isla estadounidense de Guam, desde donde volaron al lugar de exilio definitivo: Hawái. Allí falleció su marido en 1989, aunque una serie de disputas legales sobre la repatriación del cuerpo impidió que fuese enterrado en Manila hasta 2016.

Durante la dictadura, los Marcos saquearon 10.000 millones de dólares de las arcas públicas, según Transparencia Internacional

Irónicamente, la mujer y los hijos del dictador regresaron a Filipinas mucho antes que su cadáver, que permaneció embalsamado y expuesto en un mausoleo climatizado en Honolulu durante décadas. Cuando en 1991 las autoridades del país les permitieron regresar del exilio, Imelda no desaprovechó la oportunidad. "Estoy preparada para todo", declaró entonces ante los medios. Y ese "todo" incluía también la política.

En 1992 se presentó a las elecciones presidenciales, aunque solo logró un escaño en el Congreso. Volvió a intentarlo en 1998, fracasando de nuevo. Sin embargo, lejos de desistir, Imelda se mantuvo como congresista hasta 2019.

Desinformación y lavado de imagen

Sin embargo, su mayor éxito político ha sido colocar a su hijo al frente del país. Porque si la mayoría de la población filipina ha logrado olvidar -o quizá ignorar- el legado familiar de Bongbong y votarlo como nuevo presidente de Filipinas ha sido gracias a una agresiva campaña de desinformación.

De hecho, según recoge una investigación de The New York Times, muestra cómo se han utilizado redes sociales, como YouTube o TikTok para contar la versión de la historia más favorable para los Marcos. Es decir, aquella que dice que la fortuna que amasó la familia -estimada de entre 4.700 y 9.400 millones, según Transparencia Internacional- procedía de fuentes lícitas y no de las arcas públicas.

En esta campaña, la conocida durante años como la "mariposa de hierro" por su belleza (fue proclamada Miss Manila en los años 50) y su ansia de poder, ha desempeñado un papel muy activo. Imelda lleva tiempo tratando de restaurar la imagen familiar y la carrera política de su hijo ha sido el trampolín perfecto.

Un voluntario limpia los zapatos de la ex Primera Dama de Filipinas , Imelda Marcos , en exhibición en el Museo del Calzado de Marikina en la ciudad de Marikina.

Un voluntario limpia los zapatos de la ex Primera Dama de Filipinas , Imelda Marcos , en exhibición en el Museo del Calzado de Marikina en la ciudad de Marikina. Reuters

Un ejemplo de ello es el documental The Kingmaker (El poder en la sombra) que se estrenó en 2019 y en el que Imelda trata de mostrarse como una mujer preocupada por su tierra. "La madre de Filipinas", como se hace llamar ella.

En el largometraje, dirigido por Lauren Greenfield, poco se dice de los nueve años de ley marcial que su marido instauró en el país. Un estado de excepción que sirvió para justificar el encarcelamiento de 70.000 personas, la tortura de 34.000 y el asesinato de 3.240, según las estimaciones de Amnistía Internacional.

Sí se menciona a Benigno Aquino, principal opositor de Marcos en los 80, a quien primero se le permitió exiliarse y que, en su regreso al país, fue asesinado nada más bajar del avión. Una ejecución que muchos atribuyen a órdenes de la primera dama. "Eso decían, pero ¿por qué iba a hacer yo eso? No tenía nada contra él salvo que hablaba demasiado", se defiende.

A pesar de las acusaciones que entonces ya pesaban sobre ella, Imelda consolidó su papel de embajadora de Filipinas. Estableció lazos con el expresidente Richard Nixon y, según recoge The Washington Post, con Ronald y Nancy Reagan. "Yo era amiga de todos, de Gadafi, Sadam, Mao. Podría dar la vuelta al mundo y conseguir la paz mundial incluso a mi edad y en mi situación", declara en la película, donde culpa de "su situación", de su desgracia, a los medios de comunicación.

Un safari y un Picasso perdido

Para ella, el exilio fue una tragedia porque le obligó a renunciar a esos lujosos hábitos que nunca se molestó en ocultar. "Mi función como primera dama es ostentar, ostentar amor y belleza para que los 50 millones de filipinos vean lo que significa el amor. Parte de mi cometido es la perfección", explicó en una entrevista a la CBS.

Hoy por hoy todavía conserva esa manía. Sin ir más lejos, a inicios de mayo, durante la celebración por la aplastante victoria electoral de Ferdinand Marcos Júnior, las cámaras de televisión localizaron en casa de la ex primera dama lo que parecía ser una de las pinturas perdidas de Pablo Picasso.

Un descubrimiento que, pese a no saberse si es una réplica, ha despertado malestar entre los críticos del hijo del dictador. Sobre todo entre aquellos que recuerdan el extravagante estilo de vida que llevaba la familia Marcos a finales del siglo pasado. 

Imelda Marcos reubicó a 300 familias para crear un safari con animales procedentes de África

¿Quién podría olvidar, por ejemplo, la reserva de animales procedentes de África que establecieron en Filipinas Imelda y su marido? Se trata de un safari que obligó a reubicar -desplazar a la fuerza, según Naciones Unidas- a cerca de 300 familias indígenas que vivían en la isla de Calauit y así dejar espacio para las jirafas, cebras y gacelas procedentes de África.

"Era una zona no habitada, no había comunidades allí… Excepto unas pocas a las que yo podía decirles qué hacer", se contradice Imelda en el documental sobre su vida. Y lo hace sin apenas perder la sonrisa, impasible, con una expresión que mantiene al pronunciar: "Cuando veo Manila me siento muy deprimida. En mi época no había mendigos".