Correos electrónicos recientemente publicados salpican al presidente Trump.

Correos electrónicos recientemente publicados salpican al presidente Trump. Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes Demócratas

EEUU

La Casa Blanca acusa a los demócratas de usar "un relato falso" para vincular a Trump con el pederasta Epstein

¿Es posible que el presidente no supiera que uno de sus grandes amigos y con el que decía “compartir un secreto” era un delincuente? Puede, pero no parece probable.

Más información: El Congreso de EEUU revela un email en el que Epstein dijo que Trump pasó "varias horas" en su casa con una de sus víctimas

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Durante la campaña de sus primeras elecciones presidenciales, Donald Trump resumía la fidelidad de su base en una imagen muy potente: “Podría disparar a alguien en plena Quinta Avenida y me seguirían votando”. Tenía razón. Desde entonces, Trump ha fomentado un intento de golpe de Estado, ha sido condenado por abuso sexual, ha sido imputado por irregularidades financieras y ha sido investigado por revelación de secretos, al mantener papeles clasificados en su residencia de Mar-A-Lago.

Nada de eso impidió que el multimillonario neoyorquino consiguiera más de 77 millones de votos en las pasadas elecciones de noviembre de 2024, la cifra más alta lograda jamás por un candidato republicano. La duda, ahora, es si podrá salir ileso también de su relación cada vez más probada con Jeffrey Epstein y las sospechas de su participación en alguna de sus “fiestas”, donde el empresario prostituía a menores de edad para deleite de sus amigos famosos.

Este miércoles, el Partido Demócrata aprovechó la entrega de documentos personales de Epstein a la comisión que estudia el caso en el Congreso para filtrar a la prensa varios correos electrónicos en los que el pedófilo insinuaba que Trump conocía perfectamente lo que pasaba en su isla… y dejaba caer que podría haber participado de la compañía de una de las chicas, que, pese a que su nombre aparece tachado en el documento, los republicanos han identificado como Virginia Roberts Giuffre.

Giuffre, quien se suicidó el pasado mes de abril tras años de lucha mediática y judicial contra Epstein y su entorno, fue una de las víctimas que decidieron romper el silencio en 2015 y consiguieron llevar al pedófilo a la cárcel y a una extrañísima muerte, y contra el Príncipe Andrés, recientemente apartado de la Familia Real Británica por su hermano Carlos. Aparte, trabajó durante años en la residencia de Trump en Mar-A-Lago, donde también trabajaba su padre.

La respuesta del Partido Republicano

De hecho, la respuesta del GOP para salvar a su presidente ha ido por ahí: Giuffre ya afirmó en un juicio en 2015 que “no creía” que Trump tuviese nada que ver con las orgías de Epstein. Ni como participante ni como observador ni como conocedor siquiera. Si la víctima de la que hablan los documentos filtrados por los demócratas es, efectivamente, Giuffre, su testimonio bajo juramento vale mucho más que cualquier comunicación privada por parte de Epstein.

Aparte, la Casa Blanca ha acusado al Partido Demócrata de alimentar una “falsa narrativa” al elegir correos electrónicos fuera de contexto solamente para involucrar al presidente. Por ese motivo, los republicanos decidieron liberar a las pocas horas hasta 20.000 hojas de documentos relacionados con el caso, en los que apenas se habla de Trump o toda referencia se basa en impresiones personales y no en pruebas definitivas.

Los republicanos hacen hincapié en una conversación entre Epstein y su abogado, en la que este le viene a animar a que involucre a Trump en el asunto. “Distraerá a la gente y, al adoptar una posición anti-Trump, la prensa te tratará mejor”, le dice su representante legal en un momento dado. Para el GOP, esta es una evidencia de que todas las comunicaciones posteriores están pensadas precisamente con ese fin, aunque lo cierto es que Epstein nunca involucró públicamente al presidente, ni cuando fue condenado en 2008 por un jurado de Florida, ni cuando fue detenido y encarcelado en 2019.

Una amistad de varias décadas

Con todo, la amistad entre Epstein y Trump es ya muy pública, con imágenes y documentos que la atestiguan. Una anónima llegó a demandar a ambos en 2016, pero retiró su denuncia y la rueda de prensa que había convocado tras alegar amenazas pocos días antes de las elecciones que enfrentaron al multimillonario con Hillary Clinton. En un principio, Trump se empeñó en negar la relación, pero al hacerse demasiado evidente ha cambiado de estrategia.

Según su relato y el de la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, habría sido el propio Trump el que habría roto la amistad al no fiarse de Epstein. Lo que no hay son datos que apoyen dicha afirmación. Se han publicado vídeos de ambos en fiestas durante los años noventa y el Wall Street Journal recuperó una felicitación que el presidente había escrito a Epstein con motivo de su quincuagésimo cumpleaños, es decir, en 2003, cuando el “negocio” de prostitución de menores de Epstein estaba en pleno esplendor.

¿Es posible que Trump no supiera que uno de sus grandes amigos y con el que decía “compartir un secreto” era un delincuente? Puede, pero no parece probable. Otra cosa es que participara en dichos delitos, aunque los demócratas insisten mucho en el hecho de que ya tiene una condena por agresión sexual a la escritora E. Jean Carroll, es decir, que la violencia contra las mujeres no le es ajena.

¿Qué opinará MAGA de esto?

El asunto, en cualquier caso, es si su base le va a perdonar esto también. Uno se inclina a pensar que sí, pero los “papeles de Epstein” han sido una de las referencias constantes de la derecha alternativa y el movimiento MAGA para culpar a Hollywood y, en general, a los progresistas. Cada cierto tiempo, salen a la luz supuestas listas con nombres de actores, directores y políticos, generalmente demócratas, que habrían volado a la isla.

No se sabe cómo, Trump había conseguido esquivar hasta ahora de toda vinculación. Hay que recordar que incluso cuando se dice que las amistades de Epstein se limitaban al bando demócrata, se obvia que, a finales de los noventa y principios de los dos mil, Donald Trump se reconocía como tal. Puede que, al final, la paciencia del votante conservador se agote y que considere que, bueno, matar a alguien en pleno Nueva York, vale… pero viajar a una isla de placeres prohibidos con un pedófilo ya es demasiado.