Joe Biden junto a Zelenski, durante la visita del presidenta de EEUU a Ucrania.

Joe Biden junto a Zelenski, durante la visita del presidenta de EEUU a Ucrania. GTRES

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El desencuentro entre EEUU y Zelenski: la llamada en la que Biden "perdió los nervios"

El presidente estadounidense ha sido uno de los aliados más fieles de Ucrania en la guerra. Pero los republicanos en el Congreso empiezan a pedir explicaciones.

2 noviembre, 2022 02:48

Más de 17.500 millones de dólares en armas y otros 40.000 millones, aproximadamente, en partidas económicas y estructurales. Ese es el balance de la ayuda que Joe Biden y los Estados Unidos han ofrecido a Ucrania para combatir en una cierta igualdad de condiciones con Rusia e incluso recuperar buena parte del territorio perdido durante las primeras semanas, cuando Kiev desoyó específicamente las advertencias de la inteligencia estadounidense de una invasión a gran escala.

Basta con pensar en lo que hubiera pasado con Ucrania de haber estado Donald Trump en la Casa Blanca para calcular lo agradecido que debería estar Volodímir Zelenski con la ayuda de Joe Biden. Sin embargo, puede que por la necesidad de alimentar el antiamericanismo soviético que sigue vigente en una parte de la sociedad ucraniana, Zelenski siempre se ha mostrado un poco tacaño en sus declaraciones públicas. En una situación como la suya, es cierto que uno hace lo que puede y pide lo que necesita, sin entrar en sentimentalismos. Ahora bien, corre el riesgo de que quien da continuamente acabe cansándose de tanta exigencia.

Zelenski, como decíamos, criticó a Estados Unidos en los días anteriores a la invasión, minimizando los informes de una guerra más allá del Donbás y pidiendo directamente al Pentágono que dijera que iba a haber una invasión porque "perjudicaba a la economía y al turismo".

Zelensky frente a un mando militar ucraniano.

Zelensky frente a un mando militar ucraniano. Gtres

Tras unas primeras semanas en las que a Kiev no le quedó otra que aceptar sin muchos reproches cualquier ayuda, viniera de Washington, de Bruselas o de Camberra, pronto volvieron las críticas: siempre hacían falta más armas, el compromiso nunca era suficiente.

No solo eso, sino que, durante los días más espinosos de finales de septiembre y principios de octubre, en los que el propio Biden llegó a decir que el planeta estaba más cerca del Armagedón que nunca en los últimos 60 años, Zelenski salió a decir por todos lados que tanto Estados Unidos como la OTAN tenían que amenazar con un ataque nuclear a Rusia si esta utilizaba a su vez armas nucleares tácticas, lo que implicaría una III Guerra Mundial de consecuencias devastadoras. Ni Stoltenberg ni Biden aceptaron tal exigencia.

Futuro con mayoría republicana

Hay que insistir en que uno puede comprender los motivos de Zelenski, pero jugar con la paciencia ajena no es buena táctica cuando se dan dos condicionantes: el primero, que Estados Unidos ya está haciendo todo lo que puede para ayudar a Ucrania; el segundo, que su población cada vez está menos interesada en el conflicto y que pronto lo verá como una pérdida de tiempo y dinero. Kevin McCarthy, el probable líder de la probable mayoría republicana en la Cámara de los Representantes, ya se ha pronunciado en ese sentido: la ayuda a Ucrania no puede ser un cheque en blanco.

Sin duda, la posición de McCarthy, aunque rebatida posteriormente por un antitrumpista de su propio partido, el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, refleja el sentir de buena parte de su electorado. La posición de la propia FOX News al respecto es ambigua, con populares presentadores como Tucker Carlson utilizando la ayuda de Biden a Ucrania como pretexto para seguir con sus críticas, culpándole de la prolongación del conflicto y advirtiendo diariamente de los riesgos para el americano de a pie.

Todo esto es lo que tiene que aguantar Biden en casa a cambio de defender el statu quo internacional e impedir una victoria de Putin. La OTAN parece más fuerte que nunca tan solo unos años después de que Trump prácticamente amenazara con su disolución o, al menos, con retirar los muy necesarios fondos estadounidenses que, en realidad, sostienen la alianza.

Biden no solo se juega su prestigio internacional o el de su país, sino que corre riesgo de ser arrastrado por una guerra que en cualquier momento puede considerarse innecesaria y excesiva. De hecho, esa es la gran esperanza de Vladimir Putin. Todo ello explica la tensa conversación que, según la NBC, mantuvieron Biden y Zelenski el pasado 15 de junio.

Joe Biden, en su despacho, hablando por teléfono.

Joe Biden, en su despacho, hablando por teléfono. Gtres

Biden "perdió los nervios"

Pongamos un poco de contexto: a finales de junio, Rusia mantenía la iniciativa bélica. Pese a su retirada exprés de las inmediaciones de Kiev, el ejército ruso y sus aliados controlaban aún prácticamente todo el sur del río Dniéper, buena parte de la provincia de Járkov y estaban a punto de completar la conquista de las últimas posesiones ucranianas en la región de Lugansk: las estratégicas ciudades de Sievierodonetsk y Lisichansk. El avance era lento, de acuerdo, pero constante. Ucrania se arriesgaba a perder el Donbás en pocos meses de seguir así.

Sin embargo, el 15 de junio, la administración Biden conseguía que el Congreso aprobara un nuevo paquete de ayuda militar que incluía la pieza clave que cambiaría el rumbo de la guerra: el envío de dieciséis sistemas de lanzamisiles de precisión HIMARS. Como venía siendo costumbre desde el inicio de la guerra, Biden llamó a su homólogo ucraniano para anunciar en primera persona el envío, a lo cual Zelenski contestó con la retahíla habitual de agravios, insistiendo en todo lo que Estados Unidos no estaba haciendo y no estaba enviando, en vez de mostrar el agradecimiento necesario en esa circunstancia.

Los lanzamisiles de precisión HIMARS permitieron el ataque sistemático de las líneas de suministro rusas

Según afirma la NBC, Biden "perdió los nervios" en dicha llamada y el intercambio fue de lo más tenso. Exigió que Zelenski mostrara mayor gratitud y comprensión hacia sus esfuerzos y le afeó su continua displicencia, dejando a Occidente siempre como el malo de la película cuando en realidad eran sus únicos aliados. Esa misma tarde, Zelenski salió en televisión para hablar maravillas de la ayuda estadounidense. No duró mucho su gesto: como hemos visto antes, las quejas y las exigencias no han desaparecido desde entonces.

El efecto de los HIMARS sobre la moral y la capacidad del ejército ucraniano fue inmediato: durante todo el verano, permitió el ataque sistemático de las líneas de suministro rusas, lo que derivó en una situación desesperada en los dos frentes y en el hundimiento del ejército invasor tanto en Járkov como, posteriormente, en el norte de Jersón.

El compromiso de Biden con Ucrania sigue intacto, pero si los demócratas pierden el control del Congreso, ese compromiso va a ser más difícil de materializar. Tal vez entonces se dé cuenta Zelenski de que las ayudas no llueven del cielo, sino que hay que pelearlas. Aunque eso, obviamente, el presidente ucraniano, ya lo sabe.