Nicolás Maduro sostiene una maqueta de la constitución venezolana.

Nicolás Maduro sostiene una maqueta de la constitución venezolana. Reuters

América

Guerra de guerrillas y anarquía en las calles: Maduro se prepara para resistir ante una posible intervención militar de EEUU

El plan de resistencia de Maduro ante una posible intervención militar estadounidense pasa por alejarse en lo posible de una guerra convencional y convertir su país en un nuevo Vietnam.

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Armar a simpatizantes para organizar una guerra de guerrillas y provocar la anarquía y el caos en las calles. Esa sería la respuesta que daría el chavismo a un eventual ataque por tierra de Estados Unidos, según fuentes del gobierno venezolano consultadas por Reuters.

La escalada verbal y militar de la Administración Trump, que primero puso precio a la cabeza de Nicolás Maduro, luego bombardeó las denominadas "narcolanchas" en aguas internacionales e incluso en aguas jurisdiccionales de Colombia y por último amenazó con "pasar del mar a la tierra", ha puesto en alerta máxima a los líderes del Palacio de Miraflores.

Además de apelar a la ayuda rusa, a la que el Kremlin se ha comprometido públicamente y que se materializó en el envío de un gigantesco avión de transporte a Caracas hace tres semanas con contenido desconocido, el régimen se prepara para defenderse en una guerra asimétrica.

Nicolás Maduro hablando en un acto de gobierno este martes, en Caracas.

Nicolás Maduro hablando en un acto de gobierno este martes, en Caracas. Efe / Palacio de Miraflores

Conscientes de que el combate convencional de tú a tú es inviable ante un ejército como el estadounidense –"duraríamos dos horas", afirman estas fuentes a Reuters-, la idea es convertir el enfrentamiento en una especie de Vietnam. El propio Maduro anunció este martes la creación de comandos de defensa integral, formados por militares, ciudadanos y funcionarios públicos, para "estar preparados" en caso de una "lucha armada".

La psicosis antiestadounidense es una constante del chavismo desde la llegada del comandante al poder en 1999, imitando el modelo castrista en Cuba, pero nunca había llegado a estos extremos y cabe preguntarse hasta qué punto beneficia más que perjudica a Maduro. La excusa de un ataque que no acaba de llegar puede servir, en realidad, para militarizar aún más la sociedad, armar aún más a sus partidarios y que la "resistencia prolongada" que se anuncia contra Estados Unidos se convierta en un aumento de la represión contra los opositores.

Intervención militar

Dicho esto, y después de un par de meses de presión intensa tanto mediática como diplomática, cabe preguntarse cuáles son las posibilidades reales de un ataque estadounidense contra Venezuela. El Departamento de Defensa (o de Guerra, como lo llama ahora Trump) ha mandado a algunas de sus tropas a entrenar a la selva de Panamá, una decisión extraña y muy poco habitual.

Puede que no sea sino un nuevo movimiento táctico para acentuar la amenaza o puede que, efectivamente, el Pentágono considere que sus soldados necesitan entrenar en unas condiciones parecidas a las que se encontrarían en Venezuela. Pero lo cierto es que el portaaviones UUS Gerald R. Ford ya se encuentra en aguas del Caribe, según ha confirmado la Armada estadounidense.

Aparte, tenemos la posición claramente belicista del Secretario de Estado, Marco Rubio, y la de algunos senadores como el influyente Lindsey Graham, amigo personal de Trump. El propio presidente estadounidense, como hemos dicho, manifestó en público su voluntad de pasar "del mar a la tierra" en referencia a los ataques sobre embarcaciones y al despliegue de numerosos barcos de guerra en las inmediaciones del Mar del Caribe. Ahora bien, posteriormente se desdijo de esas palabras y, en cualquier caso, digamos que Trump no es el hombre más fiable del mundo en sus declaraciones.

Los argumentos en contra parecen ahora mismo más poderosos. Al menos, si hablamos de una intervención terrestre, sea armando a la oposición venezolana, al estilo de lo que sucedió en Bahía de Cochinos en 1961, sea con la entrada del ejército estadounidense para descabezar al régimen como sucedió en Panamá con el general Noriega en 1989 bajo una excusa parecida: sus vínculos con el narcotráfico. 

Lo primero que hay que tener en cuenta es que Trump llegó al poder con la promesa de desentenderse de las misiones militares en el extranjero y sustituir la guerra por el comercio. Voces muy poderosas en el movimiento MAGA han criticado la posición de la Casa Blanca en este conflicto y, de llegar al Congreso, donde en principio se debe autorizar cualquier intervención militar, probablemente Trump no alcanzaría la mayoría necesaria.

Lecciones de la Historia

La cuestión geopolítica también juega un importante papel. Desde su llegada al poder, Trump ha colisionado con los intereses rusos al mantener la venta de armas a Ucrania, bombardear las instalaciones nucleares de Irán y legitimar al nuevo gobierno sirio mientras el depuesto Al-Assad sigue exiliado en Moscú. Por mucho que presuma de amistad con Putin, un ataque a Venezuela y el derrocamiento del régimen chavista sería tensar la cuerda demasiado.

Venezuela y Rusia tienen una relación privilegiada en lo económico y en lo diplomático. Maduro siempre está dispuesto a darle su voto en la ONU y a cambiar armas por petróleo. No importa que esas armas sean de la época soviética o que estén en mal estado, el asunto es hacer negocio mientras su población vive en el hambre más absoluta. Ni Moscú ni Beijing verían con buenos ojos perder un socio tan relevante. Lo que está por ver es hasta dónde llegarían para defender a su aliado. En Siria y en Irán, por ejemplo, no movieron un dedo.

Las lecciones de la Historia tampoco ayudan a pensar en una intervención militar terrestre. No salió bien en Irak, no salió bien en Afganistán y, desde luego, no salió bien ni en Bahía de Cochinos ni en Vietnam. El derrocamiento de Noriega fue un juego de niños comparado con lo que puede pasar en caso de meter tropas en el avispero venezolano. Como mucho, se podría pensar en un bombardeo estratégico a determinados objetivos militares y políticos. Y, aun así, eso podría considerarse demasiado arriesgado.

En definitiva, el juego de guerra se puede prolongar indefinidamente sin que quede claro si la amenaza externa ayuda a Maduro en plena turbulencia interna o si, al contrario, la actuación de los servicios de espionaje estadounidenses puede encontrar fisuras en lo que parece un apoyo total por parte del ejército. Sea como fuere, mejor sería dejar de jugar a Pedro y el lobo y decidirse en un sentido o en el contrario. La claridad siempre es la mejor compañera de viaje en las cuestiones internacionales, algo que Trump no parece compartir en absoluto.