El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y el de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, este lunes en Brasilia.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y el de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, este lunes en Brasilia. Reuters

América

Lula recibe a Maduro "con honores" tras ocho años de aislamiento y busca que lo respalden en Sudamérica

El presidente chileno, Gabriel Boric, lamenta que Brasil busque acercarse a Venezuela sin condenar las violaciones a los derechos humanos.

31 mayo, 2023 03:17

El siguiente paso para que Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, consolide su liderazgo en Sudamérica es que el mundo normalice las relaciones diplomáticas con la Venezuela de Nicolás Maduro. Esa misión ha nublado cualquier proyecto de integración regional en la cumbre que el brasileño celebró este martes en el Palacio de Itamaraty con todos sus homólogos del continente, excepto la peruana Dina Boluarte.

El resto de mandatarios sudamericanos —de los once, ocho son líderes de Gobiernos de signo progresista— no rechista ante los intentos de Lula por acercarse a un mundo multipolar en el que Caracas esté integrada y libre de sanciones estadounidenses. El argentino Alberto Fernández, de hecho, ha manifestado su voluntad de integrar a Venezuela en los foros regionales e internacionales.

El presidente de Chile, Gabriel Boric, ha expresado su malestar por que Brasil persiga un acercamiento sin reparar en las violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen de Maduro. Lula, que ha eludido cualquier denuncia a los abusos del Gobierno venezolano, tiene la opinión pública brasileña en llamas. En casa, muchos han tomado la decisión de invitar a Maduro como una "vergüenza".

El presidente de Chile, Gabriel Boric, en el Palacio de Itamaraty de Brasilia este martes.

El presidente de Chile, Gabriel Boric, en el Palacio de Itamaraty de Brasilia este martes. Reuters

Aunque la iniciativa de incluir a Venezuela en la cumbre de esta semana forma parte de una estrategia mayor para reafirmar el rol proactivo de Brasil en las relaciones internacionales, lo cierto es que el revuelo que ha causado la invitación a Maduro ha eclipsado el verdadero propósito de la reunión: relanzar un bloque de cooperación regional al estilo de Unasur, que fracasó cuando las legislaturas fundadoras fueron reemplazadas por Gobiernos de derechas y, casi al unísono, estos abandonaron la alianza.

Las conversaciones de este martes pretendían desempolvar aquel proyecto de unión sudamericana que lleva parado casi una década. Lula y sus socios aspiran a fundar un nuevo organismo para coordinar, principalmente, la gestión del cambio climático y los retos económicos. Una Sudamérica integrada permitiría atacar la inflación que afecta a nivel regional, las inversiones, y reducir la dependencia en divisas extrarregionales. Otro propósito de la nueva edición de Unasur sería luchar "como región" —en palabras de Maduro— para que EEUU levante las sanciones económicas a Venezuela.

Los jefes de Estado de Colombia, Bolivia, Brasil, Argentina y Chile, este martes en Brasilia.

Los jefes de Estado de Colombia, Bolivia, Brasil, Argentina y Chile, este martes en Brasilia. Reuters

Lula, que se refirió el lunes a las medidas de Washington hacia Caracas como "extremadamente exageradas" y "peores que una guerra", ha constatado con su foto con Maduro la reanudación de las relaciones entre Venezuela y Brasil. En 2015, el jefe de Estado venezolano visitó el Brasil de Dilma Rousseff por última vez, antes de que los vínculos entre ambos países se vieran seriamente deteriorados. En 2019, el entonces presidente Jair Bolsonaro prohibió la entrada de Maduro en el país, a la vez que reconoció al opositor Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela.

La renovación de la amistad de Brasil y Maduro viene acompañada de más intentos por integrar a Venezuela en el mundo. Del mismo modo que está haciendo con Argentina, Lula está pujando para que el país caribeño ingrese en los BRICS. Así como el brasileño envió a su ministro de Hacienda, Fernando Haddad, a Buenos Aires para negociar la adhesión al club de las economías emergentes, Brasilia enviará una delegación a Caracas. Aunque, además de la entrada a los BRICS, ambos países tienen pendiente debatir una cuestión más espinosa: la deuda de Venezuela con el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil.

Lula besa a su homólogo argentino, Alberto Fernández, en la cumbre sudamericana de este martes en Brasilia.

Lula besa a su homólogo argentino, Alberto Fernández, en la cumbre sudamericana de este martes en Brasilia. Reuters

Para Lula, entablar conversaciones con Maduro significa recuperar un derecho que le había sido arrebatado. Bajo su mandato, Brasil podrá "hacer nuestra política exterior con la seriedad que siempre tuvimos" y sin depender del dictamen de terceros países, ha manifestado el presidente. Otros polos de cooperación con Venezuela incluirán la seguridad fronteriza, aunar fuerzas en la lucha contra el narcotráfico y reactivar las relaciones comerciales. "Es difícil concebir que hayan pasado tantos años sin que se mantengan diálogos con la autoridad de un país amazónico y vecino, con el que compartimos una extensa frontera de 2.200 kilómetros", ha lamentado Lula.

La oposición brasileña ve este acercamiento con mucho recelo. Para ellos, el problema no reside sólo en que su presidente esté "apoyando a un dictador", como ha criticado el derechista Sergio Moro: la cuestión es que Lula tampoco condena las graves violaciones a los derechos humanos que Venezuela ha cometido, y que han condenado organismos como la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Al contrario, el brasileño sostiene que las acusaciones de autoritarismo y la violencia con la que Maduro se ha perpetuado en el poder son "narrativas" que se han construido contra Venezuela y que deben cambiarse.

Venezuela, ¿lista para integrarse?

En los últimos años, "Venezuela ha estado atrapada en una espiral descendente con un creciente descontento político alimentado aún más por la hiperinflación vertiginosa, los cortes de energía y la escasez de alimentos y medicinas", dice un análisis de la BBC. Estos han sido síntomas, en parte, de las sanciones petroleras del expresidente de EEUU, Donald Trump. Ahora, sin embargo, parece que Maduro ha superado esta 'carrera hacia el abismo', y el país vuelve a mercadear, aunque tímidamente, con Occidente.

Cuatro años después de que, junto a Bolsonaro, 60 Gobiernos reconocieran a Guaidó como presidente "interino", muchas embajadas han vuelto a abrir —España, que llegó a expulsar al embajador venezolano en Madrid, designó un nuevo representante en Caracas en diciembre de 2021—. En los últimos meses, ha sido común ver a Maduro acercarse a líderes regionales y hasta internacionales, y firmar contratos millonarios con países de la Unión Europea. ¿Qué ha cambiado?

La relajación de las tensiones con Venezuela el último par de años ha sido gradual. La enemistad que el régimen de Maduro despertó en Occidente en 2019 se ha ido enfriando paulatinamente, hasta que, en 2022, EEUU envió delegaciones de alto nivel a Caracas para negociar la liberación de ejecutivos de Citgo presos por el régimen por corrupción. A cambio, Washington liberaría a dos sobrinos de Cilia Flores, primera dama, encarcelados por narcotráfico.

Este paso se dio gracias al cambio de régimen que tuvo lugar en EEUU. A diferencia de su antecesor Donald Trump, Joe Biden estaba interesado en mejorar sus relaciones con Maduro, y de hecho flexibilizó sus sanciones petroleras. Análogo fenómeno sucedió en la vecindad inmediata de Venezuela: el cambio a regímenes progresistas en Colombia y Brasil, dos grandes aliados de Trump en su castigo a Maduro, ha sido determinante.

Maduro y Lula, reunidos este lunes en el Palacio de Planalto de Brasilia.

Maduro y Lula, reunidos este lunes en el Palacio de Planalto de Brasilia. Reuters

En septiembre de 2022, apenas un mes después de tomar el relevo de Iván Duque, Gustavo Petro visitó Caracas. La prioridad de este viaje en la agenda del nuevo presidente fue seña de su voluntad de dialogar con su homólogo venezolano. El acercamiento entre la Colombia de Petro y Maduro se confirmó con la expulsión de Guaidó del Estado colombiano el pasado 25 de abril.

Por otra parte, la facilidad con la que Venezuela ha accedido a los foros internacionales en los últimos años responde a la atenuación del tono con el régimen tras la invasión rusa a Ucrania, que ha acaparado los focos de manera absoluta desde febrero de 2021. Además, dada la importancia de Moscú en el suministro de petróleo a terceros países, el mundo ha visto en el país sudamericano una buena alternativa a Rusia para abastecerse de combustible.

En efecto, los encuentros, los contratos y los acuerdos en los que ha participado Venezuela los últimos meses responden, a su vez, al deseo de Caracas de reconciliarse con el resto del mundo. El presidente Maduro dijo a inicios de año a la cadena Telesur que "Venezuela está preparada, totalmente preparada, para dar paso hacia un proceso de normalización de relaciones diplomáticas, consulares, políticas, con este gobierno de los Estados Unidos y con los gobiernos que puedan venir".

Si este es el comienzo de una transición en la política exterior venezolana, el régimen de Maduro se servirá bien del pragmatismo con el que países como Brasil conciben su relación con otros países. Esta tendencia, dominante en la diplomacia brasileña desde principios del siglo XX, ha permitido que no hayan sufrido un rasguño las relaciones de Lula con Nicaragua, donde el guerrillero Daniel Ortega impone día a día un régimen autocrático a base de violencia, pero tampoco con El Salvador de Nayib Bukele, un líder populista de extrema derecha que ha emprendido una verdadera purga contra las maras en su país.