El líder supremo de Irán, Ali Jamenei.

El líder supremo de Irán, Ali Jamenei. Reuters

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Irán suspende la cooperación nuclear y reprime con dureza tras la guerra: la población, entre la ira y el miedo

El daño a Fordow ha sido relevante, pero no irreversible. El corazón del programa nuclear iraní es esta planta de enriquecimiento de uranio.

Más información: El Pentágono desmiente a Trump: EEUU no ha destruido el programa nuclear de Irán, sólo lo ha retrasado dos años

Estambul
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El 22 de junio, Estados Unidos lanzó su mayor ataque contra Irán: un bombardeo aéreo de las instalaciones nucleares clave de Irán. Esta ofensiva histórica se produjo después de semanas de agresiones contra el país persa por parte del principal aliado de Washington en la región, Israel, y contraataques por parte del régimen de los ayatolás.

Las agresiones israelíes han dejado más de 1.000 muertos en Irán, y la contraofensiva iraní unos 40 en Israel.

Como consecuencia, Irán suspendió esta semana la cooperación con el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Tras cerrar esta ventana, se desconocen los daños causados por los ataques estadounidenses a las bases nucleares.

Después de esta escalada se han abierto varios interrogantes sobre el menoscabo real causado al programa nuclear iraní, la situación de la población civil y la posibilidad de que el régimen se desmorone.

Aunque la Administración de Donald Trump calificó el golpe como una "aniquilación" de la capacidad nuclear iraní, en los últimos días se ha detectado actividad en la base de Fordow. Al mismo tiempo, los ataques de Israel y de EEUU se han traducido en un aumento de la sanguinaria represión de la República Islámica contra cualquier tipo de disidencia dentro de sus fronteras, según ha informado en los últimos días la activista proderechos humanos iraní Narges Mohammadi en diversas entrevistas.

La represión ya no se limita al encarcelamiento o a la intimidación, sino que está institucionalizando el asesinato judicial contra activistas pacíficos acusados falsamente de espionaje, asegura Mohammadi.

El daño a Fordow ha sido relevante, pero no irreversible El corazón del programa nuclear iraní es Fordow, una planta de enriquecimiento de uranio de alto secreto construida en el interior de una montaña, cerca de Qom.

“El daño es extenso, no tenemos duda, pero no creo que nadie sepa a estas alturas cuán dañadas están las zonas clave o las centrifugadoras”, explica a EL ESPAÑOL el analista y activista iraní Kaveh Nematipour.

Las actividades detectadas por los satélites estadounidenses podrían deberse a trabajos de reparación en marcha, y el régimen podría estar fingiendo una destrucción total para ganar tiempo: "Incluso si las instalaciones no están completamente dañadas, el régimen dirá que sí para aplacar a Trump y ganar tiempo para reparar los daños", asegura este analista.

Esta percepción es compartida por analistas como Norman Roule, exalto cargo de inteligencia de EEUU, que en una ponencia del Washington Institute insistió en que el ataque no ha desmantelado el programa nuclear iraní, aunque sí ha causado un serio retroceso. A pesar de que Natanz y Fordow han sido dañadas, su personal técnico, los conocimientos y buena parte de su infraestructura sigue intacta, y podría retomar sus actividades en semanas o meses, aseguró.

El programa nuclear, ¿una cuestión de identidad para el régimen? En los últimos días, la propaganda del régimen ha difundido que su programa nuclear es una cuestión de identidad para Irán. Sin embargo, los expertos consultados por este diario indican que ese programa no tiene apoyo entre la población civil.

"En mi opinión, creo que el 80% de los iraníes simplemente odian al régimen y si mañana hubiera un referéndum sobre si debemos renunciar al programa nuclear, diría que ese 80% votaría que sí", explica Nematipour, que se declara activista de izquierdas y que huyó del país tras ser represaliado por su participación en la Ola Verde, el movimiento de protesta surgido en 2009 contra el entonces presidente, Mahmud Ahmadineyad, por acusaciones masivas de fraude electoral.

En las últimas décadas, Estambul se ha convertido en un lugar de refugio y de paso para los perseguidos por el régimen. Una joven que huyó hace seis años explica a este diario que la sensación entre muchos iraníes es que la enemistad de mil años entre judíos y musulmanes chiíes parece haberse convertido en un modus vivendi para sus respectivos gobiernos.

"Esto no tiene que ver con la gente, nosotros los iraníes no tenemos problema con los judíos, es el gobierno el que siempre tiene un problema y mantiene el conflicto entre los pueblos", añade la joven, que pide no ser identificada para evitar represalias contra su familia, que todavía reside en Irán.

Según Nematipour, los ataques israelíes y los ataques americanos se han percibido de forma diferente entre la población civil, porque los segundos no han atacado ciudades.

"Fordow no aportó nada a mi vida y no ha aportado nada a la vida de los iraníes. Ese programa es sólo una moneda de cambio, una herramienta de negociación para el régimen contra otras potencias", explica el analista.

El programa nuclear no forma parte de la identidad de la población civil, pero sí es usado por el líder supremo, Alí Jamenei, como eje de su legitimidad: "Representa su identidad, su legado y su supervivencia", asegura Nematipour.

Aunque buena parte de la población iraní y de la diáspora huida del país por la represión política ha celebrado los ataques de EEUU, y en algunos casos de Israel, la reacción del régimen ha sido aumentar la represión para evitar nuevas muestras de descontento popular.

"No creo que los ataques vayan a provocar un levantamiento, pero el régimen sí está yendo por ese camino, y esto puede acabar provocando una insurrección", explica el iraní.

Según Roya Boroumand, cofundadora del Centro por los Derechos Humanos en Irán, Abdurrahman Boroumand, el régimen iraní "está volcando su ira contra el pueblo, y está tratando de recuperar el control y reafirmar su autoridad. Tenemos un Estado débil, humillado y paranoico que ha sobrevivido a un ataque increíblemente eficaz", opina esta historiadora iraní.

Sentimiento ciudadano: hartazgo y represión

Los ataques han causado muertes injustas de civiles iraníes, señalan estos analistas, "pero ser contrario a la guerra no significa ser partidario del régimen", apostilla la investigadora Holly Dagres.
Mientras Alí Jamenei "ha declarado la victoria contra EEUU e Israel y ha felicitado a su pueblo y a su gobierno, lo que está haciendo es suspender el conflicto para poner orden internamente", señala Karim Sadjadpour, analista de Carnegie Endowment, durante una ponencia.

El régimen está persiguiendo a cientos de personas internamente, tildándolas de espías y amenazando con ejecutarlas. La joven iraní que reside en Estambul explica que tras los ataques "Irán ha empezado a matar a su propia gente.

A quienes han publicado historias en redes los han metido en la cárcel. En plena guerra han comenzado a asesinar a presos políticos que estaban en la cárcel. Ahora siguen matando a personas sin ninguna razón, disparando con armas a gente que ni siquiera lleva un cuchillo".

Esta represión es cíclica. Según informes de Amnistía Internacional y de la Misión Independiente de la ONU sobre Irán, desde 2022, cuando se desataron las protestas por la muerte bajo tortura de Mahsa Amini por "no cubrirse suficientemente el cabello con el hiyab", más de 500 manifestantes pacíficos han sido asesinados, 10 ejecutados por motivos políticos y 14 en riesgo de ejecución, en un contexto de represión sistemática y falta de transparencia judicial.

A pesar de promesas de moderación, el gobierno ha consolidado un aparato de control y represión sistemático, con más de 38.000 pruebas documentadas por la ONU que confirman crímenes de lesa humanidad, incluida violencia sexual, ejecuciones simuladas y tortura generalizada.

Desde 2010 más de 4 millones de iraníes han abandonado el país. A pesar de la retórica de analistas afines al régimen, "no se ha producido una unidad nacional tras los ataques", explica Nematipour, "hablo con muchos grupos, de izquierda, de derecha, y no creo que exista una cohesión social. Los ataques estadounidenses no han sido impopulares, porque entre los objetivos ha estado la policía cibernética, que era muy odiada.

Cuando Mohammadi se refirió a la sociedad civil; me pregunté a qué se refería. Todos los activistas están en prisión. La sociedad civil no existe en Irán. Pero es cierto que mucha gente se ha visto afectada por la represión posterior, con despidos masivos, pérdidas materiales. Y no pueden irse de su casa", añade Nematipour, que colabora con grupos de defensa de los trabajadores desde el extranjero.

¿Peligra la supervivencia del régimen?

La sociedad iraní está dividida ante este interrogante. En Teherán hay unidad por el sufrimiento compartido, pero no por el régimen. Parte de la población disidente expresa esperanza por la poco probable desaparición de la dictadura.

Sin embargo, los sectores nacionalistas cierran filas con el régimen. "Hay una sensación de incertidumbre, incluso de esperanza de colapso del sistema, pero también de miedo ante la represión creciente", explica Dagres. Las minorías, especialmente los kurdos, están aterrorizadas tras este alto el fuego, porque corren más peligro que nadie, añade Boroumand.

Gran parte de la población iraní rechaza el régimen, opinan estos expertos, pero carece de liderazgo y fuerza organizada para oponerse. Mucha gente está esperando que Jamenei salga de escena o fallezca (tiene 85 años), pero también temen una represión masiva. El nacionalismo oficialista convive con un deseo ciudadano de reformas democráticas aún sin cauce político.

En cualquier caso, hay una crisis diplomática en curso, en medio de lo que parecía una nueva ronda de negociaciones sobre el programa nuclear iraní, a lo que hay que añadir la habitual incertidumbre que crea el volátil presidente de EEUU.

"Trump actúa sin una estrategia a largo plazo", explica Nematipour. "No creo que quiera invadir Irán, busca soluciones rápidas y no tiene un plan para el día después". Este vacío de poder podría ser extremadamente peligroso, pronostica este analista: "Si los mulás caen y surge el caos, podemos vernos ante un infierno sobre una de las mayores reservas de petróleo del mundo".