Una vista de la fosa común en Jandaris, al norte de Alepo (Siria), tras el terremoto.

Una vista de la fosa común en Jandaris, al norte de Alepo (Siria), tras el terremoto. Reuters

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Turquía y Siria no tienen dónde enterrar a 20.000 muertos: fosas para las víctimas del terremoto

"No hay garantía de ello, pero si el cálculo es correcto, hay otras 192.000 personas bajo los edificios”, cuenta una de las principales autoridades turcas en terremotos. 

10 febrero, 2023 03:21
Nurdagi (enviado especial)

A la entrada de la ciudad de Nurdagi por la carretera de Gaziantep, al sudeste de Turquía, los vivos se preparan para enterrar a los muertos: una retroexcavadora y varios hombres con palas excavan una cavidad rectangular en el pequeño cementerio de la ciudad. Es una fosa común que espera albergar los cadáveres del terremoto más letal en la región en el último siglo. Este jueves, la cifra ha llegado a los 20.000 muertos, sumando las víctimas de Siria y Turquía.

La cifra puede parecer abultada, pero tomando en cuenta las estimaciones del ingeniero geofísico Ogvun Ahmet Ercan, una de las principales autoridades turcas en materia de terremotos, se queda corta. Por el número de edificios que han colapsado (6.444 en Turquía) y las personas que los habitaban la noche del terremoto, el experto calculó que han sido sepultadas cerca de 200.000.

“El número de personas que fueron rescatadas con vida del derrumbe es de unas 8.000. No hay garantía de ello, pero si el cálculo es correcto, hay otras 192.000 personas bajo los edificios”, aseguró Ercan, en declaraciones a la agencia turca de noticias Anka.

Vecinos con palas y la ayuda de una excavadora cavan una fosa común en el cementerio a la entrada de Nurdagi.

Vecinos con palas y la ayuda de una excavadora cavan una fosa común en el cementerio a la entrada de Nurdagi. Rafa Martí

A pocos kilómetros del cementerio donde medio centenar de vecinos organizados preparan la fosa común sin apoyo de ninguna autoridad, decenas de construcciones derruidas son la nota dominante del paisaje de Nurdagi. En esta pequeña ciudad, el terremoto se cebó especialmente: “No estamos hablando de un solo barrio afectado, sino de un pueblo entero”, lamenta un rescatista turco de la AFAD (Agencia de Emergencias de Turquía) en declaraciones a EL ESPAÑOL.

Los ‘worksite’, como técnicamente denominan los equipos de emergencias a los puntos de actuación, se replican a lo largo y ancho de esta localidad de 40.000 habitantes. De ellos, centenares han perecido bajo los escombros y sus familiares esperan ansiosos los cadáveres.

Un grupo de civiles se caliente alrededor del fuego en la ciudad turca de Gaziantep.

Un grupo de civiles se caliente alrededor del fuego en la ciudad turca de Gaziantep. Rafa Martí

Su entrega, sin embargo, se demorará: a pesar de que ya han transcurrido las 72 horas iniciales para encontrar signos de vida, los rescatistas todavía trabajan día y noche para extraer a personas vivas.

Siguen los rescates

Bomberos de la Unidad de Rescate de Emergencias y Catástrofes (UREC) de Valencia y voluntarios de la ONG Intervención, Ayuda y Emergencias (IAE) rescataron a una niña en la ciudad fronteriza con Siria de Adiyaman, según informaron en sus cuentas de Twitter.

En la propia Nurdagi, se vivieron a lo largo del jueves numerosos momentos en que los rescatistas dieron con indicios de personas vivas bajo las ruinas. A primera hora de la tarde, sobre lo que queda de un edificio derruido en la carretera principal que cruza la ciudad, abarrotada de tráfico de camiones, coches y vehículos de emergencias, los voluntarios detenían la circulación y ordenaban un estricto silencio en medio del caos.

Los motores se detuvieron por completo, y la gente contuvo la respiración con la esperanza de que los voluntarios escuchasen una voz desde las profundidades. No hubo suerte. Al cabo de unos minutos volvieron el ajetreo y la polvareda.

Una mujer sostiene la foto de su hijo después de que un rescatista se la entregase tras encontrarla entre las ruinas de un edificio en Gaziantep.

Una mujer sostiene la foto de su hijo después de que un rescatista se la entregase tras encontrarla entre las ruinas de un edificio en Gaziantep. Rafa Martí

A escasas manzanas de allí, miembros del II Batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME) trabajaban al atardecer para liberar a una mujer atrapada entre las ruinas. “Nos preguntan si nos quedaremos hasta sacarla y les hemos dicho que por supuesto que sí. Estaremos toda la noche si hace falta”, dijo a este periódico el capitán Aurelio Soto. El oficial español hizo hincapié en el apego de la población local hacia rescatistas internacionales como ellos: “Nos dan comida, agua, etc.”, apunta Soto.

Porque esta es la nota dominante en la zona de la catástrofe: puestos de comida caliente, camiones que reparten mantas y ropa de abrigo, furgonetas que entregan paquetes de galletas a quienes encuentran por las calles y en la carretera… La mayoría de ellos, además, son civiles. Es decir, que no son el Ejército ni la autoridad de protección civil quienes se están ocupando de atender estas primeras necesidades. Mientras estos trabajan principalmente en los escombros, ciudadanos de a pie alivian la dramática situación que decenas de miles de personas sin hogar sufren en las calles.

Estas escenas contrastan con algunos saqueos violentos que se produjeron en algunas zonas remotas afectadas por el terremoto, donde la ayuda aún no ha llegado cuando pasan ya cuatro días desde el fuerte temblor. A ello se refirió el presidente turco, el islamista Recep Tayyip Erdogan, en una visita a la ciudad de Gaziantep, a escasos 60 kilómetros de Nurdagi: “Lamentablemente hay saqueos de mercados en algunos lugares. El Estado reaccionará a eso mediante el estado de emergencia”.

El Parlamento de Turquía, con mayoría del partido de Erdogan, el AKP, aprobó el jueves el estado de emergencia de tres meses de duración en las 10 provincias afectadas por el terremoto.

Momento de silencio mientras los rescatistas tratan de contactar con una persona viva debajo de las ruinas en Nurdagi.

Momento de silencio mientras los rescatistas tratan de contactar con una persona viva debajo de las ruinas en Nurdagi. Rafa Martí

Las críticas contra el mandatario han arreciado en el contexto de esta visita y de la respuesta del Estado a la crisis. Gaziantep es una ciudad que se encuentra en la zona afectada, pero apenas hay dos pequeñas áreas afectadas dentro una barriada moderna, en las cuales se agolpan servicios de emergencias y periodistas. En comparación con otros lugares del interior del país, a los cuales apenas ha accedido la ayuda militar y civil, el contraste es enorme.

Fosas en Siria

Si la situación en algunas áreas de Turquía es incierta, al otro lado de la frontera, en Siria, la incertidumbre es total. La ausencia de periodistas, la dificultad de acceso de las organizaciones humanitarias y que parte del territorio esté en manos de los rebeldes sirios han colocado a la población civil en una terrible circunstancia.

Por el momento, los muertos en el país ascienden a 3.162, mientras que los heridos alcanzan los 5.235. Al igual que en Turquía, quienes han sobrevivido al terremoto entierran a los fallecidos en fosas comunes, tal como atestiguó el jueves una serie de fotografías aéreas de la agencia Reuters en Jandaris, al norte de Alepo.

Por otro lado, el primer convoy de ayuda de la ONU llegó también el jueves a áreas opositoras controladas por los rebeldes a través del paso fronterizo de Bab al Hawa, que une la provincia de Ildib con Turquía, según informó Efe.

Campamento de refugiados en Islahiye (Turquía), donde miles de personas han perdido sus casas.

Campamento de refugiados en Islahiye (Turquía), donde miles de personas han perdido sus casas. Rafa Martí

Seis vehículos de la organización internacional descargaron su material en el propio paso fronterizo, que ahora deben distribuir ONGs socias de Naciones Unidas que trabajan sobre el terreno.

Los suministros incluyen tiendas de campaña, mantas, colchonetas, pañales, kits de higiene y productos de limpieza, algo realmente simbólico cuando a Siria no han llegado como a Turquía equipos especializados en búsqueda y rescate con material técnico avanzado. Se trata, con todo, del primer envío de ayuda humanitaria que llega a esta zona del norte de Siria desde el seísmo.

Al menos 239.000 personas, según las autoridades sirias, tuvieron que abandonar sus hogares por el derrumbe de 700 edificios y el deterioro que sufrieron otros miles. En el territorio que controla el gobierno de Bachar al-Assad, el Estado ha habilitado 180 albergues de emergencia para hacer frente a este éxodo masivo, que ahonda en la grave situación de cientos de miles de civiles que ya perdieron todo por la guerra iniciada en 2013.