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El jardín de Manuel Alejandro es como él mismo: un superviviente del invierno, un rincón perfecto en un mundo de belleza y dignidad sin grandes lujos. Es fértil, también. Tiene solera y una grandeza natural que no necesita sacar músculo de nada.

Acá todo brilla sin trampas, acá en el refugio del hombre que más hizo brillar a los otros diseñando himnos a la medida de cada espíritu, de cada intérprete. Aquí todo huele a limpio sin la sobrecarga del perfume: es el aroma inconfundible de la autenticidad. Aquí vienen a verle Rosalía y Alejandro Sanz para clavar rodilla ante el maestro.

Hay una escuálida portería de fútbol sin redecilla que recuerda a aquella foto mítica de Ramón Masats. Hay macetas de piedra con los brotes rosáceos que vienen en mayo: aunque ya sabemos, por él, que lo escribió, que jamás duró una flor dos primaveras.

El compositor Manuel Alejandro en el jardín de su casa.

El compositor Manuel Alejandro en el jardín de su casa. Cristina Villarino.

Es encantador estar aquí, en esta casa inmensa y sobria junto al Real Club La Moraleja, y es más encantador todavía que haya sido costeada por un hombre que escribe canciones de amor. ¿Se les ocurre un destino más honorable? Que todos los imperios sean éste.

Trasteo las cosas de su sala de recuerdos con su permiso. Las partituras. El colosal piano. Un nazareno del tamaño de un gnomo, un equipo de música. Las medallas que no se pone. La intimidad que atesora.

Tantos discos, tantos. Premios de oro y de plata. Ramas de algodón. Pinturas de bosques y nenúfares. Banderas de España y Andalucía. Él me mira tan gentil, tan divertido, con su pelo blanquísimo y copioso naciéndole del centro de la frente, allá en la diana de sus mejores ideas.

Sonríe mucho. Viste una camisa vaquera y gafitas de montura fina, casi aéreas. Detrás, esos ojos que lo han visto y lo han intuido todo con precisión quirúrgica. Después de los mejores cirujanos, Manuel Alejandro ha sido el hombre que más corazones vivos ha agarrado entre las manos, sangrando historias, quejíos y lereles. Con el duende misterioso del sur encaramado a su hombro, como el loro al de los piratas. Con su seseo emblemático con el que dice "esto es un durse" en vez de "dulce" para referirse a las cosas que le gustan.

Es como si siempre hubiese conocido todos nuestros secretos. Es como si nunca hubiese hecho falta contárselos: me duele acá, pienso en un amor perdido, ya no me emociona mi matrimonio, Soy rebelde o quiero serlo, me he enamorado como una bestia, intento contarle al mundo quién soy. Da igual lo que sientas. Él te mira y te hace una foto por dentro. Ya hay que ser sastre. Ya hay que ser hondo. Ya hay que ser largo y listo.

No sé si la vida es una canción de Manuel Alejandro, pero ojalá lo sea.

Ya entro en la morada del hechicero, del médium, del psicólogo, del poeta, del confesor, del filósofo. Ya tengo enfrente su mirada antropológica y humanista.

Me enseña fotos de su esposa: Purificación Casas era más guapa que la más guapa de Hollywood. Más que la actriz más bonita que usted recuerde. Llevaba la cara dibujada y cosida al rostro. Su elegancia era sobrehumana. Murió el 21 de febrero de 2021, por Covid. Tenía 75 años, 13 menos que el compositor. Era su mejor amiga, su compañera de aventuras y coplillas.

Fotos de familia y amigos en la vitrina de la casa de Manuel Alejandro. En el centro, Rocío Jurado besando a Purificación, la esposa del compositor.

Fotos de familia y amigos en la vitrina de la casa de Manuel Alejandro. En el centro, Rocío Jurado besando a Purificación, la esposa del compositor. Cristina Villarino.

Veo una foto de Rocío Jurado besando en la mejilla, mú apretá, como ella era, a Purificación. Otra de Manuel Alejandro con Alejandro Sanz. Otra del matrimonio en El Vaticano. Otra de él abrazando a su chica con una mano y, con la otra, sosteniendo un pequeño violín. Así pasó la vida.

¿Hay hombres que tenéis una mujer dentro? ¿Ella te sopla las canciones?

(Ríe) Yo no tengo una, tengo muchas mujeres dentro. Tengo cinco hijas a las que amo con la fuerza de los mares. Y mi Purificación… (suspira). Toda la vida alrededor de mis mujeres. Sé exactamente de dónde cojea y dónde le duele a cada una.

¿Eso es un don?

Eso es que has vivido con ellas. Eso es habitar una casa. Yo siempre he estado en casa: no he tenido que ir a una oficina en la vida. Pues las he mirado mucho, las he escuchado mucho. He estado al tanto de todo lo que pasaba en la casa, me he enterado de todo.

"Yo nunca le hubiera preguntado a mi mujer que qué hace su amante en el tiempo libre, como en aquella canción de Perales. Le contesté a José Luis con otra canción"

¿Qué has aprendido de la naturaleza de la mujer, de sus secretos?

Yo he escrito tantas, tantísimas canciones a mujeres… y te diría que creo que todas están acertadas, o todas han coincidido con cómo se sentían ellas realmente. Se sentían retratadas en su emoción, en su “ser mujer”. Mis canciones han sido preferidas por las mujeres porque se veían identificadas.

Pienso en José Luis Perales, que hizo el disco mítico de Marinero de luces para Isabel Pantoja. Y pienso en ti. Y pienso en ti escribiendo para la Jurado. Oye, ¡se me abren las carnes! ¿Cómo sabíais tanto de la psique…?

Mira, pues me acuerdo justamente de una canción que yo escribí contestándole a José Luis, ¿sabes? Él hizo una canción muy popular, que se llama Y cómo es él, ¿no? Donde le preguntaba a su mujer que qué hacía su amante en el tiempo libre y esos temas. ¡Que qué hacía ‘el otro’! Yo eso a mi mujer sobre otro hombre no se lo preguntaría nunca. ¡No se me pasaría por la cabeza preguntárselo…! Entonces le hice una canción a José José en México, que se llama Lo dudo y que es muy interesante, porque habla de dos que también están separados pero viven aún juntos, porque las circunstancias lo requieren.

Manuel Alejandro y su hija en el jardín de su casa.

Manuel Alejandro y su hija en el jardín de su casa. Cristina Villarino.

Eso pasa mucho ahora con la gente arrejuntada sin amarse ya porque no pueden pagar el alquiler.

¡Pues sí! ¡Tienen que aguantarse! Hay que ver. El caso es que él ve un día que ella se está arreglando demasiado y se figura que ha quedado con alguien. La letra dice que la ve nerviosa y él no sabe lo que hacer, se pone a dar vueltas por la habitación… hasta que le dice: “Anda y ve. Te está esperando. Anda y ve, no lo hagas por mí. Que al fin y al cabo, sólo somos amigos… anda y ve, te veo nerviosa; anda y ve, y que sientas con él lo que en su día tú sentías conmigo”. Eso decía. Pero después: “Pero lo dudo, conmigo te mecías en el aire, volabas en caballo blanco el mundo… y aquellas cosas no podrán volver”.

Qué hermosura.

Gracias. Pero fíjate que yo no me quedo callado ante lo que me duele. A los andaluces nos sale una vena.

Una insurgencia.

Sí, es una rebeldía nuestra. Una dignidad. Tú haz lo que quieras, pero como conmigo, con nadie.

¿Cuánto ha tenido Manuel Alejandro de mejor amigo, de confesor, de psicólogo… y de médium? Parece que ves más de lo que vemos.

¡No, no! No veo nada (ríe).

"El hombre comprende muy bien a la mujer y la admira mucho. Es el todo, es la fuente. Yo siempre he vivido con la mujer y la he escrito"

No me lo creo.

No hay duda, créeme. Pero cuando estoy escribiendo canciones para alguien, me fijo en sus alrededores.

¿Por ejemplo?

Me pasó con todos. Con Rocío Jurado mil veces. Con Julio Iglesias. Con Luis Miguel. A todos les he escrito canciones en momentos determinados de su vida y yo me he figurado cómo se sentían. Las canciones salen de imaginarte cosas y de observar la vida, no salen de otra cosa.

¿Qué es lo que los hombres aún no han entendido de las mujeres?

Hay algunos hombres, sólo algunos hombres… porque el hombre, en general, comprende muy bien a la mujer y admira mucho a la mujer. La mujer es el todo, joroba. Es la fuente. Nos quedaríamos sin agua. Se mama a la mujer, se la vive y se la escribe. Yo en mi casa, en la de mi madre, también estuve habitándola muy en serio desde los 16 años, porque me facturé este brazo. Y allí estaba encerrado estudiando y haciendo de todo, porque mi padre ya no quería que fuéramos al instituto, sino que estudiáramos en casa mi hermano José María y yo. Y ya viví con las dos hermanas que vivían en casa. Desde chico he tenido una mujer al lado. ¡Son años de estudio!

Te casaste dos veces.

Me casé con 24 años y luego me separé con 29 o 30.

Fotografías de juventud de Purificación, la esposa fallecida de Manuel Alejandro. Abajo, el compositor con sus nietos.

Fotografías de juventud de Purificación, la esposa fallecida de Manuel Alejandro. Abajo, el compositor con sus nietos. Cristina Villarino.

¿Qué aprendiste de las dos grandes mujeres de tu vida?

Los matrimonios se separan porque no es su media naranja, vamos a hablarlo vulgarmente. Cuando una mujer y un hombre se gustan, se sienten bien, etc., etc., pero luego… luego ya va saliendo el carácter. Los caracteres están escondidos y van saliendo.

¡Amigo!

Amiga, ese día tienes que sacar la muleta para torear y no sabes por dónde te viene el toro (ríe). Entonces de ahí vienen las separaciones y los enfados. Y cada vez más. Estoy viendo que el mundo va a un ritmo… a unas marchas… tremendas…

¿Por qué crees que la gente se ama cada vez peor?

Bueno, el ser humano, desde los últimos 20 años, ha ido desprendiéndose del amor romántico y del amor divino. No creas que el divino no, ¿eh? Hemos llegado a un acuerdo todos, parece ser: algunos creen en su dios absolutamente y los que no, han organizado ya su equipaje y todo, sabiendo hasta a dónde van. Yo creo que es de tanta publicidad de turismo, de viajar y eso. Es una huida hacia adelante. Te libras de responsabilidades así… sin raíces. El ser humano ya no está dispuesto a comprometerse prácticamente con nada.

"El ser humano es cada vez más egoísta: en los últimos 20 años, se ha ido desprendiendo del amor romántico y del amor divino"

¿Es cada vez más egoísta?

Sí. Cree que se vale por sí mismo.

¿Y está equivocado?

¡Absolutamente! Necesita de los demás.

¿Es verdad que el amor dura tres años? Como tú escribiste Se nos rompió el amor

(Ríe) No, no. A veces dura muchísimo más. Vamos a ver: el amor-pasión sí que dura tres años, por supuesto. Pero el amor-pasión es el que nos llama la atención y el que nos lleva a amar después muchísimo tiempo, si se hace bien… mira, yo tengo una canción preciosa que se llama El amar y el querer. “Casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar. Es que amar y querer no es igual. Amar es sufrir y querer es gozar…”. Pero amando se quiere y queriendo se ama. Sobre todo, queriendo se empieza a amar y se sigue amando, sin duda. Y se quema la pasión… ¡pues bueno! Sigue el amor ese, el amor que nos tenemos los matrimonios, los viejecitos. El amor-costumbre.

Fotografía de Rocío Jurado y Manuel Alejandro, el mejor aliado de sus canciones.

Fotografía de Rocío Jurado y Manuel Alejandro, el mejor aliado de sus canciones.

¿Cómo aman las mujeres fuertes y qué tal se las ama? Pienso en Rocío Jurado, quizá la mujer más poderosa que nos haya cantado. A mí me daba la sensación de que ella era mucha mujer para todos los hombres con los que estuvo.

Por supuesto que sí, se le quedaban cortos.

¡Hasta los toreros! Fíjate: un torero es un hombre tan apasionado, tan coqueteante con la muerte… parecía poquilla cosa a su lado.

Pues la verdad es que sí. Era una gran mujer, una mujer fuerte. A ver, a mí en matrimonio me tocaron dos mujeres de carácter fuerte, únicas totalmente, y sobre todo mi mujer de tantísimos años, Purificación, era de un carácter totalmente decidido y absoluto. Pero si yo hubiese conocido a Rocío Jurado en otras circunstancias, yo no me hubiese atrevido con ella. No me hubiese atrevido a ligar con ella, vamos… (ríe). O al menos, con lo que aparentaba.

"A Rocío Jurado, como a las grandes mujeres fuertes, todos los hombres se le quedaban cortos. Yo con ella no me hubiese atrevido ni a intentarlo"

¿Y por qué no te hubieras atrevido?

Espérate, yo no me hubiera atrevido con lo que ella aparentaba ser, no nos olvidemos. Porque uno, naturalmente, tiene una parte externa que hace que la gente dilucide cómo eres… pero a menudo no tiene nada que ver con la propia naturaleza. Porque luego Rocío era un pan bendito. Era una persona muy cariñosa y de las más tiernas que he conocido. Yo le hice canciones muy fuertes y hasta verdes (ríe).

¿Verde, cuál?

Aquella que ya sabe todo el mundo. Amores a solas. Hablaba de una masturbación en la playa. Vamos, del amor con uno mismo. Con una misma, en este caso. “Mis ojos cerrados, mi boca entreabierta, temblor de mis manos…”. Más no se puede, ¿no? Era tremenda. Pero también le escribí la canción más tierna que yo he escrito en mi vida, que se llama No cierres los ojos, niño. Ella le está pidiendo a su hijito pequeño que no se duerma porque no le gusta verlo con los ojos cerrados… y le pide que rompa la cuna, que juegue, que haga lo que quiera, pero que no se duerma. Es una nana para no dormir. Y esa se la hice a Rocío Jurado. A esa mujer fuerte, enorme.

Manuel Alejandro y Raphael.

Manuel Alejandro y Raphael.

O sea, que detrás de las mujeres fuertes hay enorme vulnerabilidad.

Muchísima. Esos son los huecos que tienen, sin duda.

¿Por qué se ha hablado tan poco del placer femenino o de la mujer en su mundo sexual?

No sé, eso es algo que no he entendido nunca. ¿Por qué razón? Cuando la mujer, además, prolonga el placer: lo prolonga al cariño de los hijos, del hombre. Y el hombre no lo prolonga, yo creo. Quizá su placer sea más escuetamente del acto sexual, y el de la mujer se prolonga a la vida entera… se prolonga toda la vida.

Naciste en el año 33.

¡El 33 es un artículo que… creo que si lo incumples en México… te echan del país! (Ríe). ¿Será simbólico? Dime, dime.

"El placer del hombre es escuetamente en el acto sexual: la mujer prolonga su placer toda su vida en el amor de sus hijos"

¿Cómo se enamora uno bajo la dictadura franquista?

Pues yo recuerdo con mi mujer, que un día lo pasamos muy mal porque nos quisieron llevar hasta el calabozo.

¿Por qué?

Porque nos agarraron en un banco de la Plaza de Oriente entre los reyes godos que hay allí, escondidos…

Besándoos.

Besándonos como locos estábamos.Y llevó un guardia jurado de aquellos que había con una correa que les atravesaba el pecho, ¿sabes lo que digo? Y al final nos puso una multa. Mi mujer tenía 18 y yo tenia 31. Vamos, que no era un niño. Así se amaba.

Más fotos de la vitrina de recuerdos de Manuel Alejandro con Purificación.

Más fotos de la vitrina de recuerdos de Manuel Alejandro con Purificación. Cristina Villarino.

Con un poco de miedo y un poco de poli.

Sí, pero todas las trabas que le ponen al amor hacen crecer al amor, no hay duda. Las cosas bonitas son como las rosas: deben tener espinas.

¿Tú te acuerdas de tu primer beso y tu primera vez?

Con mi mujer, sí. No me acuerdo del primer beso de mi vida. Me acuerdo del primer beso con mi mujer. No fue el primero, pero para mí es como si lo fuera, porque todo empezó verdaderamente ahí. Te voy a decir: nuestra fecha oficial, para nosotros, de matrimonio, la que no pudo ser (porque no había divorcio en aquella época) fue exactamente el día 25 de febrero de 1964. Ese día nos casamos mentalmente porque ese día nos besamos en un lugar de la calle Claudio Coello, en un bar muy coqueto… Creo que se llamaba ‘El 13’. Creo, creo. Pero he estado por allí buscándolo y no lo he encontrado. Pues sí. Ese día celebramos nuestro verdadero aniversario de bodas.

He leído que os fuisteis a Portugal porque no podíais estar aquí. Os llamaban “amancebados” y te decían que vivías en pecado por haberte separado de tu primera mujer para estar con Purificación…

Sí. Nos tuvimos que ir para la tranquilidad nuestra. A Lisboa. Y gracias a dios yo tenía sitios donde trabajar con el piano y tal, y estuvimos allí una temporada hasta que ella dio a luz y dijo que quería criar a los hijos en España y punto.

"Firmé con mi mujer todas mis canciones porque si ella no hubiese existido, yo sólo habría escrito tonterías. Ella me hacía imaginar todo"

Tú le firmabas las canciones que escribías. Es tu gran coautora.

Sí, ella es dueña de todo eso, porque si ella no hubiese existido, no hubiese escrito ninguna canción. Sólo habría dicho tonterías (ríe).

¿Qué tipo de fuerza creativa te daba ella?

Me hacía imaginar todo. Todo. Eso es lo que consigue el amor. En el amor, además, cuando hay esa diferencia de edad, de 13 o 14 años, se aprecia todo mucho más, por mi parte, y quizás por la de ella, porque ya tenía una persona hecha y derecha al lado. Y parece que no, pero veía duendes donde no los había (ríe). Es la cosa del hombre mayor que dice “este bombón me lo voy a llevar yo, ¿esto cómo es? Esto es demasiada suerte…”. Mira, yo he sido un poco celoso toda la vida. Creo que de las cosas bonitas hay que tener celos siempre.

Pero has tenido celos, ¿con o sin razón?

Ah, eso ya no lo sé (ríe). Yo creo que nunca tuve razón.

Manuel Alejandro.

Manuel Alejandro. Cristina Villarino.

Manuel Alejandro.

Manuel Alejandro. Cristina Villarino.

Yo creo que tampoco. Me preguntaba por la inspiración. ¿Tu mujer ejerció de musa y por eso se le firma la coautoría? Es muy honorable, porque yo creo que en este país se le deben cositas a esas criaturas tan empleadas y mal pagadas. ¿Cuánto dinero le debe la SGAE a las musas?

(Ríe) La musa es muy importante. La musa es el momento en el que piensas en algo y te figuras esa situación que estás escribiendo con la persona que vives o con la que amas y con tu persona: más cerca no lo puedes tener, y lo escribes de una manera casi real. Yo creo que todos los escritores han pensado en algo figurándose que aquello era de su gente más querida y cercana.

¿Cómo se ama en España? ¿Existe un amor español, un amor ibérico? Así como apretao…

Yo creo que sí existe el amor español. O por lo menos existía. Yo tengo una canción para Raphael que dice “no es posible morir de amor”. Sé que se exagera mucho con el amor, pero es difícil morir por él, porque el ser humano está hecho, precisamente, para aguantarlo todo, para resistir muchísimo. Es muy fuerte el ser humano. Una criatura muy fuerte. Tenemos que recordar tanta historia donde los enamorados se suicidaban… pues mira, yo creo que ya no hay nadie dispuesto a morir por amor en España y antes sí. Algo hemos perdido. ¡Eso tenía mucha altura! Esto va adosado a lo que decíamos antes.

También quizá nuestra cultura cristiana nos influye. La pasión, la espera, el vía cruces… es una forma de amar que tenemos incrustada.

Sí, totalmente. Cuando el ser humano se mete en cada religión, en amar a su Dios… acaba amando aquello que está orando. Y no es una postura, es cierto: es un amor real. Yo estuve muy cerca de joven de sentir esa revelación que nos lleva al sacerdocio.

¿Por qué ganó el amor de la mujer frente al amor de dios?

Quizá porque no llegó la revelación total y absoluta.

Manuel Alejandro a través del cristal de su sala de recuerdos.

Manuel Alejandro a través del cristal de su sala de recuerdos. Cristina Villarino.

He leído que a tu mujer le firmabas las canciones con un pseudónimo, Ana Magdalena. ¡Era el nombre de la segunda esposa de Bach!

Exacto. Yo era un presuntuoso total. Y como Juan Sebastián Bach es el patriarca de la música y era mi favorito… pues no sé, su segunda mujer fue Ana Magdalena y yo le puse a ella ese nombre y le gustó mucho. En realidad estábamos jugando con las iniciales de su nombre y el mío. MA-AM. Era capicúa. Manuel Alejandro y Ana Magdalena. Jugábamos como los niños. A este respecto, te cuento una cosa que al final no se hizo: antes de que muriera Armando Manzanero, estuvimos preparando una gira para hacer los dos juntos al piano. Y recuerdo que era lo mismo. AM-MA.

¿Qué sabes, Manuel Alejando, de la infidelidad? Tú que escribiste Señora.

Yo creo que la infidelidad es cada vez menor porque se convierte en un momentito, en un segundo, en una separación. Ya no hay “aguanto aquí porque no quiero dejar a mi mujer, pero me gusta ésta”. Si te gusta alguien, ya la tienes y ya te vas. O éste, vamos. No hay obligación de quedarse en ningún sitio.

"Julio Iglesias ha sido nuestro gran encantador de serpientes: tenía una cosa, un ángel, ¡que tenía, que tiene y que tendrá…!"

¿Qué sabes de los mitos eróticos españoles? Les has tratado.

No he tenido yo muchos mitos eróticos, porque cuando entro en el erotismo paso prácticamente a la pornografía. No entiendo los escalones. El erotismo te lleva al otro lado, si entramos, entramos a matar.

Pero, ¿quiénes han sido para ti los mayores encantadores de serpientes patrios?

No hay duda que en una época fue Julio Iglesias. No hay la menor duda. Porque además era un tipo que tenía una cosa, un ángel, ¡que tenía, que tiene y que tendrá…! Y además, buen cantante. Llevó todo muy bien.

¿Sabina o Julio Iglesias?

Yo a Sabina lo he conocido como compañero, como artista, por supuesto, pero no sé hasta dónde… (ríe). No tiene nada que ver Sabina con Julio Iglesias. Creo que Julio Iglesias tiene unos encantos y Sabina tiene otros muy específicos.

"Es falso que a las mujeres les gusten los canallas, porque las mujeres son listísimas. Ni Sabina ni Julio Iglesias lo son"

¿Cuáles tiene cada uno?

Eso te lo tendrá que decir una mujer. Pero yo siempre he distinguido las presencias especiales, también en hombres, y ambos la tienen. Tú fíjate que yo a Sabina lo recuerdo al principio de su carrera en la Sociedad de Autores. Y lo recuerdo sentado en un banco que había en un pasillo esperando para cobrar (ríe). Y luego lo he visto más veces, claro, y he ido a verlo actuar muchas veces.

¿Es verdad eso de que a las mujeres nos gustan los canallas? ¿No demuestran eso Sabina e Iglesias?

No creo, porque las mujeres son listísimas, y porque ni Sabina es malo ni canalla, ni Julio es malo ni canalla. No. Julio se vistió con una aureola… ¡o lo vestimos nosotros con una aureola de yate, y de niña rubia, y de pelo al aire…! Y a Sabina, como al hombre gozosamente nocturno. Macho ibérico insaciable.

Manuel Alejandro durante la conversación con esta revista.

Manuel Alejandro durante la conversación con esta revista. Cristina Villarino.

¿El macho ibérico existe todavía o está en peligro de extinción?

Si existe, yo creo que no se le hace caso (ríe). El macho ibérico está perdiendo el tiempo. Todo el mundo le reconoce y le ve venir. Y sabe que no merece la pena. Nunca mereció la pena. No interesan. ¡Ya están totalmente extinguidos! Esos machos ibéricos nacían cuando se ponía coto al amor carnal. Coto se le ponía… entonces se figuraba la gente… las barbaridades insaciables que hacer en la cama. Era más imaginativa la cosa.

¿Y de la seducción tú qué sabes?

Es que esa palabra en realidad no se ha usado nunca. Y no se ha usado porque no hay tantos seductores. Hay gente amable, hay gente simpática, hay gente atractiva. Pero seductora… eso es mucho decir.

"El macho ibérico está extinguido. Nadie les hace caso. Nunca merecieron la pena. Existían cuando se le ponían cotos al amor carnal"

¿Tú has sido seductor? ¿O has sido “muy simpático”?

(Ríe) No, no. Me he creídos siempre un hombre corriente. Un hombre incapaz. Yo siento que tenía todas las de perder en el amor. Nunca me atrevía a nada. Mi primer amor lo perdí porque no me atreví a decirle que la quería, ¡no me atreví nunca…!

Pues si no sabes tú declararte a alguien, ¿qué van a hacer los demás, los que no escriben como Manuel Alejandro? No valen pa’ ná.

(Reímos) ¡Bueno…! Luego resultó que he vivido del amor toda la vida. Incongruencias.

¿Cómo es la vida después del amor?

La vida después del amor se estanca. No quedan ilusiones. No hay ni una sola ilusión en pie, una ilusión conjunta que te hace vivir y que te hace alegrarte un día porque al día siguiente vas a ir a un sitio. Eso se acabó totalmente. Con mi mujer se fueron todas las ilusiones en ese sentido. Y vives, realmente, esperando terminar.

La recuerdas continuamente.

Continuamente. Lo recuerdo todo, todo, todo… y muchas veces, las que están viviendo en Miami, quieren que esté allí también, y una de las razones por las que no voy más es porque aquí la siento más. La mastico más. Son todos los rincones donde ella vivía y estaba. Me ayuda estar aquí. Me ayuda.