Luz verde. Camino despejado. Lo pueden llamar como quieran. Lo cierto es que un proyecto del que la ciudad viene hablando desde hace años, parece encarar la que puede ser recta final antes de su puesta en marcha. La “burrocracia” (que diría Cuberos, presidente de la Cámara de Comercio) es una de las constantes en un país como el nuestro, en el que, a Dios gracias, ciertos procedimientos quedan al amparo de instituciones que velan por nuestra mejor cara. Eso sí: el precio a pagar suele ser tan elevado, como el número de despachos por los que tiene que pasar un procedimiento cualquiera (pruebe usted a cambiar un elemento de la fachada de su casa). Una garantía con trampa porque si para cualquier mínima actuación, la pesada máquina administrativa marca el ritmo, no les quiero ni contar lo que ocurre cuando una gran obra se pinta en un papel y se convierte en anhelo, aunque solo sea de una parte de la sociedad.
La torre del Puerto, el rascacielos del dique de Levante… como usted prefiera, ocupa un lugar en la carpeta de “pendientes” desde hace ya cerca de diez años. Fue allá por 2013 cuando los gestores de la Autoridad Portuaria empezaron a imaginar un espacio ganado al mar y ocupado únicamente por la Terminal de cruceros de la ciudad, como el ideal para el desarrollo de un proyecto hotelero de prestigio.
Seguro que tuvo mucho que ver en todo esto, la imaginación que puso sobre un plano, allá por los años 90, el prestigioso arquitecto Ricardo Bofill, que hizo del Puerto de Barcelona algo reconocido por una sola foto, a raíz del denominado hotel vela, convertido desde entonces en un icono de la arquitectura moderna en todo el mundo. Una buena idea y una gran ejecución, que se fundieron en un proyecto que, años más tarde, sigue siendo referente para muchos y que, lo dicho, posiblemente empujó a los gestores del Puerto de Málaga para soñar con algo similar, en una capital que no ha hecho sino “echarle la pata” a la ciudad condal en este nuevo milenio.
Procesos burocráticos lentos, más de una voz discordante, un amplio grupo de personas apostando por el no en torno a la propuesta, y dudas acerca de su autenticidad y de la estética planteada para el mismo de parte del arquitecto José Seguí, han creado en estos años un camino complejo para un proyecto de ciudad cuyas semillas están puestas, pero al que aún no se ha ‘regado’ convenientemente. Un grupo catarí llamado Al Bidda, en unión con varios empresarios nacionales, trabajan desde 2016 para dar forma a la Torre del Puerto, con la credencial ‘nada manca’ de hasta 100 millones de euros de inversión (ahí el agua del riego), para una obra llamada a cambiar el skyline de la capital de la Costa del Sol.
Pasos lentos (“pero seguros”, apuntan siempre desde Urbanismo) que de momento no han aburrido a los inversores, probablemente sabedores de que su espera les puede merecer la pena. El hotel sería emblema, para adeptos y para contrarios, nadie duda que será referente en una ciudad “de moda” y donde una apuesta de este tipo es ahora mismo eso que los modernos llaman un “win-win”.
El penúltimo (como las copas de un jueves noche) paso, el que se ha dado ahora, precisamente por no haberse dado: el Ministerio no contesta a la consulta del Ayuntamiento, que pidió al Gobierno que concretase si la incoación de la Farola como BIC afecta a la modificación urbanística del Puerto, que debe validar la Gerencia de Urbanismo. No sabe, no contesta… o más bien lo segundo, desde la Casona del Parque entienden que no ha lugar a dudas: vía libre. Ahora toca esperar que la consejería de Cultura de la Junta (se entiende que ‘jugamos en casa’) haga lo propio para que Urbanismo ya sí, vea camino despejado para aprobar el plan, que permitirá una edificabilidad de hasta 45.000 metros cuadrados en ese punto.
El consejo de ministros tiene la última palabra, pero el proyecto va agotando etapas y la torre, ‘asomando’ la cabeza tras el dique de Levante. No le faltarán detractores; tampoco partidarios. 135 metros de altura y paciencia de quienes lo revisan cada día, como la mujer del marine mira cada día su foto en la mesita de noche.