Ha tenido que ponerse firme la Diputación Provincial con los ayuntamientos, que parecían hacerse los muertos con esto de la sequía. Cuando escuchaban/veían cuánto malo hay en la situación actual de carestía de líquido elemento en una provincia que lo está pasando verdaderamente mal, algunos no parecían demasiado preocupados y eso, desde el atril que supone una administración como la supramunicipal, no terminaba de encajar. Más aún cuando un buen pellizco de “los dineros” de esas entidades locales, lo pone “mamá Diputación”. Parece increíble pero, a pesar de contar con fondos para ello y, lo que es peor, a sabiendas de que su red de saneamiento no funcionaba correctamente, muchos de esos ayuntamientos de la provincia prefirieron gastar el dinero en fuegos artificiales para su feria… o hasta en jamones, que de todo ha habido.

Y ojo que mencionar casos particulares, nunca hace justicia para con quienes sí que gestionan de forma eficaz y a los que, sencillamente, el mes a mes no les da para grandes dispendios. A esos no se señala desde calle Pacífico, pero sí a quienes, muy a pesar de conocer que la provincia (y ellos en ese paquete) tiran agua por montante de 7 hectómetros cúbicos al año, preferían gastar lo procedente de los fondos incondicionados de Diputación a complacer a sus vecinos, antes que a realizar obras poco dadas a la foto (esas cosas que no suelen dar votos) pero tan o más necesarias que cualquier otra cosa. Nos va la vida en ello.

Ayer, el equipo de gobierno de la Diputación echó cuentas o, más bien, nos las enseñó. Ya tiene la entidad provincial su plan económico para el año ‘23. Números, la famosa frase (da igual cuál sea la administración o el color político) de “el mejor presupuesto posible” y un compendio de previsiones que, en el caso que nos ocupa, se centran sobre todo en ponerse en “modo paraguas” ante la que está cayendo. Con una inflación que ríete tú de la subida al Mont Ventoux; con una situación de incertidumbre mayor que la de un titiritero el día de su estreno con público… con todo eso, lo de ajustar cuentas, afinar bien en el gasto y repartir de manera coherente y justa, se convierte en vital. 374 millones y una subida del 6%, para unas cuentas que, interpretan desde el gobierno popular, serán “dique de contención” ante la permanente lluvia ácida a la que nos vemos abocados. Presupuesto social, nos cuentan, muy pendiente de claves como la ayuda a personas dependientes y familias en situación de SOS… y la sequía. Porque en Cantabria, un presupuesto regional o local jamás pensaría en esta materia pero aquí, en el imaginario ‘barómetro de preocupaciones’ del malagueño, de lo que se habla es de carestía económica… o del agua que nos falta y de esa necesaria reordenación que, si no llega del cielo, tendrá que venir del sentido común de quienes nos gobiernan, para cuidar lo poco que tengamos de aquello que llaman H2O.

Se pone firme el organismo supramunicipal que, viendo que alguno de sus ‘hijos descuidados’ sigue sin cerrar el grifo, plantea un plan de inversiones, ahora sí condicionadas, para que los municipios y sus alcaldes se pongan las pilas desde ya. 17 millones y medio para sustituir canalizaciones estropeadas, para reparar los que no funciona o para mejorar aquello que, hasta ahora, siga haciendo que tengamos más fugas que aquello que narraba la siempre admirable Concha Velasco en su famoso spot.

Poca broma en la sequía. Poco chiste en lo que nos está ocurriendo. No llueve ni queriendo. No recogemos agua ni con esponjas. Málaga, hermosa tierra. Y seca.