Dijo Emilio Aragón el pasado lunes, en el pase de prensa del musical que capitalizará la actividad en los próximos meses en el Teatro del Soho, que “la vida conspira”. Lo hacía al referirse a un momento puntual en el que se cruzó con Antonio Banderas para dar forma a nuevos proyectos con los que caminar de la mano. Un momento de conversación entre ambos en el que, nos contaba, le sugería al malagueño la potencialidad de una obra clásica de los musicales llamada Godspell, y la idoneidad de buscar juntos ese camino  para traerlo a Málaga. Imaginen la cara del hijo de Miliki, cuando recibía la contundente respuesta de Banderas, que no fue otra que “ya he comprado los derechos”.  Las casualidades o las causalidades. La vida conspira, nos decía Aragón, apoyado en el bastón de la experiencia que, casos como el mencionado, revelan. La vida y sus vueltas.

Siguen girando las manecillas del reloj, sigue la Tierra dando una nueva vuelta al Sol y sigue Málaga creciendo de la mano de quienes hacemos fuerte a esta ciudad que ha cambiado ‘a lo Guerra’. “No la conoce ni la madre que la parió”, porque se ha trabajado bien para que conversaciones como esa que mencionaba antes, se den pensando en Málaga y no en un teatro cualquiera de la capital de España. O para que una multinacional cualquiera (porque son varias las que podríamos mencionar) le dé un like a Málaga para establecer aquí su central de operaciones europea. Ojo, por ejemplo a ese nuevo 'hub' que abrirá Google en Málaga en la segunda mitad de 2023, ideado e imaginado ya como un futuro observatorio mundial del cibercrimen, según sus responsables. Podría haberse instalado en un pueblecito de Cuenca… pero (¡oh, casualidad!) eligieron Málaga.

Se ha trabajado bien. No hay duda. No la tienen, al menos, compañías de un lado y otro del globo, también en capítulo turístico, como el caso de esa compañía aérea que hace solo una semana decide poner puntos sobre íes, eligiendo el de la Costa del Sol como su nuevo aeropuerto de referencia en el sur de España, para recuperar esa conexión aérea directa con Nueva York que durante años disfrutó ya nuestra Málaga. Y, con perdón, capítulos de cuernos aparte, no hay mente sensata que niegue las potencialidades de un producto casi perfecto como el malagueño, al que sólo restaba por usarse un espíritu más orgulloso, a imagen de otras ciudades a poco más de 200 kilómetros, en las que aparte de patrimonio, de cultura y de infinidad de posibilidades, siempre hubo un pecho hinchado y la sensación de ser mejores que el resto. Las tornas han cambiado, al menos en lo del malagueño y eso también es bueno para todos. El sevillano sigue siendo fiel defensor de lo suyo; el malagueño ahora cree tener motivos de sobra para verse como la niña guapa del convite.

Octubre de 2022 y en apenas dos meses, cierre a una pestaña más de nuestra vida: esa que da vueltas y vueltas y que, Aragón dixit, “conspira” para alinearnos con lo verdaderamente relevante y mandarnos ciertos mensajes que nos van dibujando el camino. Camino andado y camino por andar. Lo ha pisado bien y quiere seguir haciéndolo Puerto Marina. En Benalmádena hay cumpleaños especial este mes, si bien se ha echado en falta alguna alusión mayor a una efeméride no siempre fácil de alcanzar.  


No son muchos los que saben que, este mes de octubre, Puerto Marina cumple 40 años. Fue el 9 de octubre de 1982, cuando el que ya es mayor símbolo de Benalmádena abrió sus puertas al público, convertido ya entonces en un espacio dinámico, abierto a todos y de carácter público, que dotaba a una de las localidades señeras de la Costa del Sol de un elemento diferenciador y que, a la larga, no ha hecho sino demostrarse como clave para el desarrollo turístico de la mencionada localidad y, por ende, de la franja costera malagueña. ¡Felicidades y a por otros cuarenta!