La Viñuela.

La Viñuela. EFE

Málaga

¿Por qué el agua de los pantanos está bajando pese a las lluvias de mayo?

El agua tiene diferentes caminos por los que discurrir desde que cae. 

2 junio, 2023 05:00

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Los pantanos de la provincia llevan varios años sobrellevando un déficit hídrico palmario y, por ello, muchos malagueños volcaron todas sus esperanzas en las anunciadas lluvias de finales de mayo. El agua volvió a caer sobre las cuencas de Málaga, en ocasiones con bastante intensidad, pero pasadas dos semanas, los embalses siguen sin notarlo

Los datos de la Red Hidrosur constatan la primera parte de la última afirmación: que las precipitaciones han llegado a las presas. De hecho, tan solo en la última semana, la pluviometría acumulada durante este año hidrológico ha aumentado 5,1 mm en el caso de La Viñuela y 8,7 en Conde del Guadalhorce, los dos embalses que presentan una situación más crítica. 

Pero, pese a ello, el volumen de agua embalsada no solo no ha aumentado, sino que sigue su dinámica a la baja. En La Viñuela, el 16 de mayo había acumulado 15,9 hectómetros cúbicos de agua, el 9,67% de su capacidad total. Este jueves, 1 de junio, el embalse cuenta con 15,7 hectómetros cúbicos. Hace un año, eran 26,6. 

Esta situación se repite en el Conde del Guadalhorce, que ha pasado en los últimos 16 días de tener 17,2 a 16,9 hectómetros cúbicos, el 25,40% de su capacidad total. La evolución de este embalse es, si cabe, peor: en 2022, por estas mismas fechas, el volumen de agua que acumulaba era casi cuatro veces mayor (63,6hm3).

Un grupo de personas se tapan de la lluvia con chubasqueros y paraguas mientras caminan por una calle de Málaga.

Un grupo de personas se tapan de la lluvia con chubasqueros y paraguas mientras caminan por una calle de Málaga. EFE/Jorge Zapata

¿Por qué los embalses no llegan a notar las lluvias? “Hay un malentendido”, explica José Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga. “Es normal, sobre todo en una situación de sequía, que en el momento que llueve lo mínimo empecemos a mirar los pantanos y nos preguntemos cuándo vamos a comenzar a notarlo, pero el tema es bastante más complejo”, asegura. 

Lo primero que hay que comprender es que, cuando llueve, el agua cae sobre un territorio concreto. “Una cuenca hidrográfica no es un cristal”, apunta este experto, que lo ejemplifica de esta forma: “Imaginemos la cuenca que abastece a la presa de La Viñuela. Si fuera un cristal y lloviera, bastaría con sumar el número de metros cuadrados de áreas que tiene la cuenca para saber los hectómetros cúbicos que, supuestamente, se van a acumular en el vaso de la presa. Pero esto no es así”. 

“Hay una parte de esas precipitaciones que se infiltra, otra parte se escurre, otra parte percola… El agua tiene diferentes caminos por los que discurrir desde que cae”, indica. 

Estos caminos, además, responden a diferentes factores. Uno de ellos es cómo se produce la precipitación, si llueve con más o menos intensidad. “No es lo mismo que caigan 25 litros en cinco horas que esos mismos 25 litros en una hora. La infiltración del suelo es continua y, por tanto, en primer caso, el suelo va a infiltrar más que en el segundo”, ejemplifica Ruiz Sinoga. 

Así está el embalse de La Viñuela, en Málaga, tras el largo periodo con escasez de lluvias

Así está el embalse de La Viñuela, en Málaga, tras el largo periodo con escasez de lluvias EFE/Jorge Zapata

Otro de los factores a tener en cuenta es el material del propio suelo, ya que de ello depende la capacidad de absorber el agua del mismo. Por ejemplo, la caliza es “una auténtica esponja” y, cuando llueve, infiltra la mayor parte. 

Teniendo en cuenta todas estas dinámicas, el catedrático de Geografía Física asegura con rotundidad que el agua de las últimas precipitaciones “no se ha perdido”, sino que “se ha infiltrado o está retenida en el suelo”.  

Una prueba de ellos son las imágenes que estos días ha ido analizando en el marco de un proyecto de investigación financiado por el Ministerio de Economía que busca analizar el agua útil de los suelos en todo el sur de España. 

Para ello cuentan con sondas instaladas en varios puntos que miden continuamente el contenido de agua de los suelos a diferentes escalas; en concreto, en la capa arable, es decir, los primeros 40 centímetros del terreno. 

“En cuanto comenzó a llover hace unas semanas, las sondas empezaron a darse cuenta y a registrar un aumento de la humedad”, asegura.  

Evolución de la humedad en una parcela de olivar en Algarrobo según las sondas instaladas.

Evolución de la humedad en una parcela de olivar en Algarrobo según las sondas instaladas. J.D.R.S.

A partir de ahí, este experto admite que puede pasar tiempo en ver que el agua que ni percoló ni se infiltró llegue a la presa porque esta está “circulando lentamente”.

“Si hubiese estado lloviendo de forma continua, el agua superficial habría terminado en la presa, pero llovió con mucha intensidad en poco tiempo y de la misma forma que cuando comienza la precipitación se activa la corriente, cuando deja de llover, la corriente se para y comienzan las reinfiltraciones y exfiltraciones”, explica.

Por ello, solo es posible apreciar inmediatamente la lluvia en las presas cuando llueve “muchísimo muchísimos días” y las precipitaciones de estas últimas semanas “han sido mínimas”. “Hay que poner las cosas en contexto, han caído 40 o 70 litros en una zona cuya media anual de se sitúa en torno a los 550 o 600 litros”, apunta. 

Mayo, un mes húmedo

El mes de mayo que acaba de concluir ha sido un mes más húmedo de lo habitual. “Ha llovido más de lo normal en toda la provincia, salvo alguna zona pequeña de la comarca de Antequera”, afirma el director del Centro Meteorológico de Málaga, Jesús Riesco.

Las lluvias de las últimas dos semanas se han concentrado, especialmente, en la zona de la costa, en el valle del Guadalhorce y en la capital. En la estación del Aeropuerto, por ejemplo, se han recogido 64 litros por metro cuadrado, cuando lo normal son 23. Es decir, ha caído casi tres veces más. 

Riesco, sin embargo, subraya que mayo es un mes en que las precipitaciones “no son importantes”, por lo que el hecho de que llueva más de lo normal no significa que llueva mucho. “Estaríamos hablando de otra cosa si hubiera caído tres veces más de lluvia en enero o febrero”, apunta. 

La inestabilidad que lleva instalada desde mediados de mes se mantendrá en mayor o menor medida hasta finales de junio por la presencia de una depresión en altura. De hecho, las dos primeras semanas de junio van a ser también más lluviosas de lo normal, “aunque la precipitación va a ser muy pequeña”. Tampoco subirán las temperaturas: las máximas en Málaga rondarán los 24, cuando la media está en 29. “Este año, el verano no va a entrar tan rápido”, ironiza Riesco.