'Don Pelayo rey de Asturias' c. 1850

'Don Pelayo rey de Asturias' c. 1850 Luis de Madrazo y Kuntz Museo del Prado

Historia

La misteriosa muerte del hijo de don Pelayo: intrigas y leyendas en los reinos cristianos

Favila fue el segundo rey de Asturias en 735. Su reinado y su fallecimiento son varios de los principales misterios medievales de España.

11 diciembre, 2023 08:22

La resistencia organizada por don Pelayo en las montañas del norte peninsular determinó la historia de España para siempre. La cacareada y milagrosa victoria de Covadonga en el año 722 contra las huestes musulmanas sentó la creación del primitivo reino de Asturias y el primer hito de la Reconquista.

Sin embargo, se conoce poco sobre su reinado y los de sus sucesores. El primero de ellos sería su hijo Favila, segundo monarca de Asturias que solo reinó un par de años al morir luchando contra un oso en las montañas asturianas. Sus restos, junto con los de su esposa, desaparecieron del sepulcro en el que estaban enterrados. Su historia, al igual que la de su padre y su tiempo, sigue en las tinieblas de la historia.

La Península Ibérica se encontraba atravesando un momento crítico. Un cambio climático arruinó las cosechas; el hambre y las enfermedades sembraron de muerte el reino. Las guerras intestinas debilitaron a los poderes políticos que se vieron incapaces de coordinar una respuesta a la desaparición del rey y su ejército en Guadalete en 711

'Don Pelayo reconoce a Don Rodrigo tras la batalla de Guadalete' 1840

'Don Pelayo reconoce a Don Rodrigo tras la batalla de Guadalete' 1840 Federico de Madrazo y Kuntz Wikimedia Commons

Todo el caso está lleno de misterios: las fuentes islámicas hablan de que el rey Rodrigo se encontraba en el norte guerreando con sus ejércitos. Se desconoce si lo hacía contra una familia aristócrata sublevada o era una de las decenas de rebeliones organizadas por las tribus montañesas. El soberano visigodo, último monarca de Toledo, aún estaba afianzando su posición tras un largo interregno cuando desembarcó en la actual Andalucía el ejército islámico de Tariq ibn Ziyad. De hecho, el lugar del combate decisivo entre ambos ejércitos sigue siendo debatido.

En cuanto a la figura de Pelayo también existen muchas dudas sobre su origen y procedencia. La versión más extendida le sitúa como personaje importante en la corte visigoda y superviviente de la batalla mantenida entre el ejército de Rodrigo y las tropas de Tariq. Una vez el reino había caído se refugió en las montañas del norte peninsular y se ganó la confianza y el respeto de las tribus astures que terminaron eligiéndolo como líder.

Los musulmanes intentaron desalojarlos de la montaña y fueron derrotados en la batalla de Covadonga en el año 722. Ahí, en las indómitas montañas de Asturias, se forjó la leyenda del primer rey de la Reconquista que falleció quince años después de su gran victoria fundacional.

Reinado de Favila

Le sucedió su hijo Favila, quien solo llegó a reinar dos años. Su brevísimo reinado se encuentra envuelto en la leyenda, al igual que el de su padre. Participó junto a don Pelayo en alguna campaña bélica. Su esposa Froiliuba fue con casi toda seguridad de origen godo. De su escaso tiempo en el poder se conoce la construcción de una iglesia dedicada a la Santa Cruz construida encima de un milenario dolmen del año 3000 a.C. al que los lugareños, en su mayoría paganos, debían de conferir algún poder especial.

Según la leyenda medieval, el rey Favila decidió marchar de cacería a las montañas y su esposa tuvo una extraña premonición. Corrió en busca de su marido, abrazándole y besándole para impedirle la partida. Favila no la escuchó y marchó al monte con la única compañía de su montura y su azor. Ya dentro del bosque, observó a lo lejos una presa digna de un rey, nada más y nada menos que un inmenso oso pardo.

Favila, empuñando su espada y dispuesto a dar rienda suelta a sus aficiones cinegéticas, se lanzó a por él. El combate tuvo que ser brutal ya que el oso, malherido, se revolvió contra el monarca hasta que, cazador y presa cubiertos de sangre, viajaron juntos al reino de los muertos. Abandonó este mundo dejando viuda a la pobre Froiliuba y huérfanos a sus dos hijos de corta edad. 

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Otra versión de los hechos tiene explicaciones rituales. El cristianismo y el paganismo se mezclaron en las montañas del norte. La iglesia de la Santa Cruz se construyó encima de un dolmen y muy probablemente persistían en la zona cientos de leyendas y creencias relacionadas con deidades ancestrales anteriores a la llegada del cristianismo. Posiblemente, "se sometió a una prueba de masculinidad, a un rito de iniciación característico de muchos pueblos antiguos, que obligaba a los jóvenes a matar a algún animal totémico para ser considerado adulto", explica Manuel García Parody, catedrático de Geografía e Historia y autor de Muertes regias (Almuzara).

El rey Favila falleció en 739 dejando viuda a Froiliuba y huérfanos a sus dos hijos, "lo que explicaría su exclusión de la sucesión a favor de Alfonso, yerno de Pelayo", explica Juan Ignacio Ruiz de la Peña, miembro de la Real Academia de la Historia.

La leyenda de Favila en los relieves del monasterio de San Pedro de Villanueva

La leyenda de Favila en los relieves del monasterio de San Pedro de Villanueva

Desconocemos el futuro de sus hijos, pero lo cierto es que no reinaron. Los visigodos fueron reconocidos en su época debido a las cruentas y encarnizadas conspiraciones que eran capaces de urdir con tal de hacerse con la corona. El reino de Asturias y los reinos cristianos posteriores tampoco fueron ajenos a las intrigas palaciegas. No resultaría descabellado aventurar y apuntar a su cuñado Alfonso, coronado rey, como posible artífice de una conspiración contra Favila para hacerse con la corona. 

Al final, sus restos descansaron en la iglesia que ordenó construir en Cangas de Onís donde, años después, descansaría a su lado su dolorida esposa. En la actualidad, sus sepulcros están vacíos y se desconoce dónde descansan sus restos. Si bien su paso por la historia y las crónicas fue breve, el matrimonio se encuentra inmortalizado en un beso eterno en los relieves del monasterio de San Pedro de Villanueva, Asturias.