La conciencia de Casado.

La conciencia de Casado. Guillermo Serrano Amat

Política PRESUPUESTOS GENERALES

¿Debe el PP apoyar los Presupuestos? Pros y contras de la decisión clave del futuro de España

Pablo Casado se enfrenta a una decisión endiablada: apoyar los Presupuestos y garantizar la supervivencia de Sánchez, o negarse a ello y agravar la crisis. 

6 julio, 2020 03:53

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¿Cuáles son las líneas rojas del PP? ¿Son esas líneas rojas infranqueables o, por lo contrario, deberían ser porosas y negociables en determinadas circunstancias? ¿Qué empuja al PP al pacto con el PSOE? ¿Qué lo impide?

Ese es el debate en un PP en el que, como explicaba este mismo lunes EL ESPAÑOL, conviven dos almas. "Los partidarios de sentarse a negociar con el Gobierno [los Presupuestos Generales del Estado] y los que no quieren ni oír el nombre de Sánchez".

"El partido está por la vía de hacer un Feijóo y ponerse moderadito a negociar" afirman fuentes cercanas al núcleo de decisión popular. La frase confirma que, a día de hoy, el alma dominante es la que defiende un pacto con el PSOE. 

En el primer grupo, el del acuerdo con los socialistas, militan varios barones regionales y buena parte de la vieja guardia del partido, con la vicepresidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, y el presidente de la Junta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, como mascarones de proa. 

Se le suele atribuir a Cayetana Álvarez de Toledo si no el liderazgo, sí la representatividad del segundo grupo. Este pasado lunes, un tuit de la portavoz en el Congreso del PP desató una tormenta en el partido. En él, Álvarez de Toledo se burlaba de Ciudadanos por su disposición a negociar los Presupuestos con el PSOE.

Es decir, por su disposición a hacer aquello que, en opinión de una parte del partido, debería hacer Pablo Casado. Pactar con Pedro Sánchez los Presupuestos Generales de 2020, los de la reconstrucción, por responsabilidad institucional. Pero también para evitar un acuerdo con Podemos, ERC y Bildu.     

En realidad, Álvarez de Toledo ha defendido siempre la necesidad de un gran pacto nacional en forma de gobierno de concentración constitucional de PP, PSOE y Ciudadanos. Lo hizo en noviembre de 2019, antes de que Sánchez e Iglesias firmaran su pacto de gobierno, y con mayor razón después de esa firma. 

"Ante el desafío insurreccional, ante la crisis económica, ante la amenaza de un gobierno con Podemos avalado por los sediciosos, reitero lo que he dicho ante el Comité Ejecutivo de mi partido: los españoles se merecen un gobierno de concentración constitucional" escribió la portavoz en su cuenta de Twitter el 12 de noviembre de 2019.

Inés Arrimadas se sumó a la propuesta de Cayetana Álvarez de Toledo sólo 30 minutos después. 

La postura de Álvarez de Toledo no ha cambiado desde entonces. Lo que sí ha cambiado son las circunstancias mencionadas en el primer párrafo de este texto. La epidemia, la crisis económica y la insistencia de Sánchez en mantener su alianza con el bloque de la moción de censura han dificultado sobremanera el acuerdo con el PP. 

El dilema de Casado no es menor. En la política, y a diferencia de lo que ocurre en el ámbito civil, los acuerdos en los que la voluntad de una de las partes nace viciada, por ejemplo como resultado de un chantaje o de una amenaza implícita o explícita, son perfectamente válidos. 

La percepción en el PP es que la geometría variable esgrimida por Sánchez, es decir la posibilidad de pactar con todos los partidos del arco parlamentario, con la sola excepción de Vox, no es más que un chantaje político travestido de fingida centralidad. Si el PP no apoya a Sánchez, lo harán Podemos, ERC y Bildu. Y las víctimas de ese pacto serán los españoles

Cualquier alternativa realista al pacto con Sánchez es peor para el PP, pero también para los españoles. El gran éxito de Sánchez es haber conseguido que esa amenaza funcione de forma multidireccional y tanto hacia la derecha, como hacia la izquierda, como hacia el nacionalismo. 

Podemos, ERC y Bildu deben aceptar una y otra vez que sus demandas sean aplicadas en un formato menos radical de lo prometido porque la alternativa es que estas no sean aplicadas jamás. Ejemplo de ello es esa "derogación total" de la reforma laboral que exige Podemos y que el PSOE se niega a llevar a cabo. 

PP y Ciudadanos, por su parte, ven como la alternativa a unos Presupuestos Generales aceptables desde el punto de vista de la derecha y el centroderecha es un pacto del PSOE con Podemos, ERC y Bildu.

Esa trampa, a la que se añadirá en otoño un factor externo –las condiciones de Bruselas para un rescate financiero de España–, es la que el PP está intentando esquivar en la actualidad. El camino hasta la aprobación de unos Presupuestos está plagado de obstáculos y ofrece tantos pros como contras para los populares. 

Son estos. 

1. Sintonía del PP con Bruselas

El programa y las propuestas económicas del PP para la reactivación de la economía nacional vibran en una frecuencia muy similar a lo que desearía Bruselas para España.

Basta un ejemplo. Pocas cosas han dañado tanto la candidatura de Nadia Calviño a la presidencia del Eurogrupo como la amenaza de Podemos de derogar la reforma laboral de Mariano Rajoy. Esa ha sido la excusa dada por el Partido Popular Europeo para negar su apoyo a la ministra de Economía. 

La simple presencia del PP a la vera del PSOE garantiza que las condiciones de los fondos europeos que el Gobierno necesita para su supervivencia política serán si no amables, si menos draconianas de lo que lo serían en cualquier otro caso

El peligro es obvio. Que el PSOE utilice al PP como aval para ganarse la simpatía de las autoridades europeas y que, una vez conseguido su objetivo, se vuelque de nuevo hacia el bloque de la moción de censura para el reparto de los fondos europeos en base a criterios ideológicos y no económicos.   

Dicho de otra manera. El PP podría contribuir a garantizar la supervivencia política de Sánchez sin que eso repercutiera en beneficio de los españoles. 

2. El farolista invencible

Los faroles han sido habituales durante los cuarenta años de democracia. Pero la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa ha alterado de forma sensible las reglas del juego. Si los faroles solían implicar una amenaza electoral –hacer caer a tal o cual gobierno local si no se aprobaba tal o cual medida– ahora implican una amenaza existencial.

"Sánchez es el primer presidente de la democracia al que crees capaz de dejar quebrar el país si no cedes a su chantaje. Y personalmente, no tengo ninguna duda de que, si viera amenazada su supervivencia política, lo haría sin remordimientos" afirma un líder político nacional en conversación con EL ESPAÑOL. 

El problema para el PP en este caso es que resulta ontológicamente imposible muñir un acuerdo razonable con un farolista que juega con dinero ajeno a fondo perdido

3. Peligra Pablo Casado

Como ocurrió en el caso de Mariano Rajoy, la táctica que Rafael Latorre bautizó como "la del percebe" –agarrarse a la roca y aguantar el embate de las olas sin moverse hasta que pase la tormenta– permite salvar el presente, pero siempre a costa de hipotecar el futuro. El personal, pero también el colectivo

La postura de Pablo Casado, que ha sido percibida a lo largo de los últimos meses por muchos en el partido como indefinida, tiene fecha de caducidad. Será en otoño cuando el PP deba posicionarse frente a unos Presupuestos que, de ser aprobados, garantizarán con casi total seguridad que la legislatura sobreviva hasta finales de 2023. 

Si el PP vota sí o se abstiene frente a esos Presupuestos, los rivales internos de Casado, mayoritariamente agrupados en el bloque favorable al pacto, capitalizarán el éxito de su estrategia. Habrán salvado a Sánchez, sí, pero a cambio de un flotador para la economía española. 

Si el PP vota en contra de los Presupuestos y estos son aprobados con el apoyo del bloque de la moción de censura, los críticos esgrimirán la tesis contraria. La de que la cerrazón del líder del partido a un pacto con Sánchez ha desembocado en el mal mayor sin contrapartida alguna y alejando a Ciudadanos del PP. 

4. ¿Puede ser ERC el máximo beneficiario?

La convocatoria de elecciones autonómicas en Cataluña para otoño ha obligado a ERC a activar su "modo electoral". Los republicanos acentuarán durante las próximas semanas su perfil independentista y marcarán distancias con un Gobierno que utilizará esa distancia para acentuar su perfil constitucionalista

La reunión de la mesa de diálogo que tendrá lugar en julio no desembocará en ningún acuerdo significativo. ERC escenificará un alejamiento del PSOE y llegará a las elecciones regionales con sus credenciales independentistas intactas. El PSOE, a su vez, llegará a la negociación de los Presupuestos sin hipotecas con los republicanos

Un sí del PP a los Presupuestos Generales permitirá a ERC desentenderse de los Presupuestos al mismo tiempo que asegura la permanencia en Moncloa del partido con el que los republicanos tienen intención de pactar un nuevo tripartito.

Dicho de otra manera. Un sí del PP le quita un peso de encima a los republicanos y garantiza, si la aritmética de las autonómicas lo permiten, un tripartito de ERC, PSC y Podemos en la Generalidad. Un no del PP incomoda a ERC, pero abre la puerta a un acuerdo de PSOE y los republicanos sobre la estructura territorial del Estado en 2021. 

5. LA EPA y el PIB son una trampa

La economía española retrocedió un 5,2% durante el primer trimestre del año, el mayor desplome del PIB desde que se registra. Pocos dudan que los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) y del PIB que se conocerán a finales de julio confirmarán el cataclismo de la economía española. 

Una hecatombe económica daría al PP argumentos para llevar a cabo una oposición dura, pero también acentuaría la necesidad de un pacto entre los dos grandes partidos nacionales. El dilema sigue siendo el mismo que el de hace sólo unas semanas. Salvar la economía a costa de salvar también al Gobierno o dejar que la crisis haga el trabajo sucio de oposición a costa del hundimiento de la economía.

6. La percepción importa más que los hechos

El PP no ha dado con la clave para contrarrestar la propaganda del Gobierno. De la misma forma que Cayetana Álvarez de Toledo, probablemente la política del PP más alejada de Vox y cercana a Ciudadanos, es percibida como cercana a los de Santiago Abascal, el PP ha sido demonizado como un partido frentista cuando su actitud ha sido mayoritariamente colaborativa en los momentos clave de los últimos meses.

El PP ha votado a favor del decreto de la Nueva Normalidad, ha apoyado el ingreso mínimo vital, ha dado más apoyo a la candidatura de Nadia Calviño a la presidencia del Eurogrupo que el propio PSOE y se esfuerza por lograr un pacto con el PSOE en el marco de la Comisión de Reconstrucción en temas como la Sanidad y la UE.

El acercamiento del PP a Pedro Sánchez ha sido replicado por el presidente con desdén –Sánchez no llama a Casado desde el pasado 4 de mayo– o acusando al líder popular de ser "un pregonero del extremismo". Los ataques del PSOE al PP no sólo le salen gratis a Sánchez, sino que le benefician en su caladero electoral. Al segundo le perjudica tanto la moderación como la confrontación. 

"El partido no acaba de entender que la batalla no es de gestiones, sino de percepciones" dicen fuentes internas del PP. Nada beneficia más a la estrategia del PSOE que arrinconar al PP junto a Vox, pero el antídoto del PP a esa batalla por el relato –hacer oídos sordos a los insultos del PSOE y persistir en su acercamiento a Sánchez– tiene un efecto secundario claro: empujar a los electores populares hacia Vox.

7. La legislatura sobrevivirá

Paradójicamente, la constatación de que la legislatura de Sánchez no tendrá, salvo sorpresa, un final abrupto, podría darle a Pablo Casado la pausa necesaria para tomar decisiones arriesgadas cuyo coste electoral sería inaceptable con unas elecciones en lontananza, pero asumible a tres años vista.

Paradójicamente también, la mejor opción para los españoles –un pacto presupuestario entre PP y PSOE– es también la peor posible para PP y PSOE.

En el caso de los populares, porque un sí a los Presupuestos beneficiaría a Vox, su principal rival en su espacio político. O eso dice la teoría. 

En el caso del PSOE, porque un sí del PP alienaría a Podemos, el puente de Sánchez con los nacionalistas, y volaría por los aires el núcleo de la estrategia política del presidente: la geometría variable. O eso dice la teoría. 

El primero en arriesgarse a comprobar si la teoría se confirma en la práctica tiene mucho a ganar, aunque también todo a perder. Sánchez, sin embargo, tiene el colchón del inmenso poder institucional que confiere la Moncloa y el del apoyo del bloque de la moción de censura. Algo de lo que carece el PP. Y de ahí las dudas de Pablo Casado