
Uno de los soldados ucranianos reposa, exhausto, tras una de las prácticas con el traje de 40 kilos a pleno sol, ante las explicaciones de un mando español.
Una mañana buscando minas en Madrid con soldados de Ucrania: ya han sido adiestrados 8.000 en tres años
"Esto es como resolver un problema, aquí lo importante no es el tiempo. Lo importante es no fallar", dicen en la Academia de Manzanares, donde llevan todo el año formando en la desactivación de explosivos.
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"Yo puedo estar en una sala tratando de desactivar un explosivo una hora o un día. Esto es como resolver un problema, aquí lo importante no es el tiempo. Lo importante es no fallar, porque aquí no se puede fallar".
Es lo que dice uno de los mandos que observa cómo un soldado ucraniano se adentra en el interior de un avión, instalado en una pista de aterrizaje en Hoyo de Manzanares, al norte de Madrid.
El recluta camina a paso lento hacia la aeronave, en una explanada del campo de maniobras de la Academia de Ingenieros del Ejército de Tierra. Hay una temperatura de 35 grados, a las 12 del mediodía. A ello hay que sumarle el traje de protección especial, de 40 kilos de peso, que utilizan los expertos en desactivación de artefactos explosivos.
"Entran aquí de cero, sin saber nada", señala el teniente coronel Roberto Martínez Moneo. Se refiere a los ucranianos que, desde principios de año, llegan por decenas a este destacamento militar, localizado en la vertiente sur de la Sierra de Guadarrama. Martínez Moneo es el jefe del Centro Internacional del Desminado, ubicado en las instalaciones de la Academia de Ingenieros.
El soldado, como otros compañeros que se adiestran durante toda la mañana del miércoles, abrasados por el sol, no dirá su nombre por motivos de seguridad. Pero ha estado en el frente, sabe lo que es luchar contra el Ejército ruso, y de algún modo en este recóndito paraje del norte de Madrid está a su modo haciendo también la guerra contra Putin.

Uno de los soldados ucranianos desactiva un proyectil en un avión en la Academia de Ingenieros del Ejército.
Muchos han perdido a sus seres queridos más cercanos. Otros nunca han cogido un fusil: hay taxistas, albañiles, empresarios y estudiantes.
Pero también soldados profesionales, incluso con experiencia en operaciones especiales. Todos vienen durante unos meses para mejorar su formación militar, antes de regresar a la zona de combate.
"Cien ya han pasado por aquí desde septiembre. Es un trabajo muy meticuloso, en el que siempre prima la seguridad". El teniente coronel Martínez Moneo ha estado en Almería, en Ceuta, en Melilla, en muchos lugares del mundo.
Pero sin duda la mejor decisión que tomó fue hace cuatro años, cuando pasó a dirigir la Academia de Ingenieros del Ejército: "Esto me gusta mucho, en parte por esa vocación que tengo de enseñar. Aquí tengo una gran oportunidad".

Elenco de proyectiles que estudian los ucranianos.
Por sus manos y las de sus hombres pasan desde principios de año los soldados ucranianos. Zelenski pidió el año pasado a sus aliados que abriesen nuevos módulos en sus respectivos países para continuar adiestrando a sus tropas. Concretamente, necesitaba el entrenamiento de sus soldados para la desactivación de explosivos en Ucrania.
Y España, que participa en la Misión de Asistencia Militar de la Unión Europea en Apoyo a Ucrania (EUMAM UA), aceptó una vez más.
En total, según datos del Estado Mayor de la Defensa, España ya ha adiestrado a 8.000 soldados de Ucrania desde que comenzó la invasión rusa, hace más de tres años. En términos generales, somos el tercer país, empatado con Francia, que más ha contribuido al entrenamiento de ucranianos, solo por detrás de Polonia (20.000) y Alemania (más de 19.000).
Junto a Martínez Moneo están el teniente coronel Federico Aguado Martínez, Oficial de Comunicación Pública de la Misión en Apoyo a Ucrania, y el comandante Jesús Javier Cuenca De Haro, jefe del Área de Desminado del Centro: "Los ucranianos nos dicen qué medios tienen y nosotros nos adaptamos".
Los tres niveles
Los ucranianos pasan por tres niveles diferentes de formación, para salir de aquí con las nociones básicas en desactivación de minas y desactivación de explosivos. "Cada curso dura un mes", explica el teniente coronel Martínez Moneo. Por lo tanto, en tres meses los soldados ya están a disposición de nuevo de las Fuerzas Armadas de Ucrania, entrenados en neutralización de explosivos.
Para ello, Defensa puso a disposición de Zelenski el Centro Internacional de Desminado, en Madrid, un referente mundial para la labor de desactivar bombas. Pocos saben que en la pequeña localidad de Madrid se esconde una academia que es centro de referencia en la materia para la OTAN, desde que se creó en 2002, y por la que han pasado para formarse militares de medio mundo.

Uno de los campos de detección de explosivos.
Desde su certificación como centro nacional de referencia en 2002, ha impartido formación, con un total de 64 cursos, a casi 1.400 alumnos de 30 países.
"En el desminado humanitario prima sobre todo la seguridad. Y si prima la seguridad, tú no corres. Si te digo de aquí a la puerta que hay cinco minas, no te tiras tres segundos, te tiras cinco horas", explica el teniente coronel Martínez Moneo. "Son operaciones que requieren mucho tiempo, son muy precisas, es un trabajo meticuloso".
Ucrania está buscando esta clase de expertos para recuperar la vida en zonas asoladas por el Ejército ruso. Hay pueblos por los que pasaron los rusos arrasándolo todo y ahora, debido al devenir de la guerra, ya se han retirado de allí. Ucrania quiere limpiar esas áreas de cualquier proyectil sin estallar. "El problema de la amenaza explosiva es su complejidad".
Durante esos tres meses, el teniente coronel Martínez Moneo y sus hombres abren para los ucranianos su enciclopedia en bombas, obuses, minas anticarro, minas antipersona, balas y todo tipo de proyectiles.
Les enseñan todos los trucos. "Piensa en esta habitación", explica en la Academia de Ingenieros. "Lo primero es enseñarles a que sepan mirar. Y luego es un trabajo muy sutil. Acercarse a la mina hay que hacerlo con mucho tiento. Es como el trabajo de un cirujano. Aquí no te puedes equivocar", advierte.
Los ucranianos no tienen tiempo que perder. En tres meses, a contrarreloj, tienen que empaparse de todos los detalles posibles sobre búsqueda, detención, localización, acceso y destrucción de explosivos.

El teniente coronel Francisco Aguado, el teniente coronel Roberto Martínez Moneo y el comandante Jesús Javier Cuenca de Haro.
Por eso, todas las mañanas comienzan en una de las aulas de la Academia las clases teóricas, que son un tercio del total del tiempo invertido en este aprendizaje acelerado en el mundo de las bombas.
Al salir por la puerta del centro, tienen el campo de maniobras. Y todos los días hacen ejercicios prácticos de desactivación o de rastreo. En eso invierten dos tercios del total del tiempo, unas cinco o seis horas al día.
Adiestramiento
El teniente coronel Martínez Moneo conduce a los reporteros de EL ESPAÑOL a una sala plagada de centenares de proyectiles. Hay bombas, minas, munición... Y en esos tres meses los ucranianos tienen que aprender a diferenciar cada uno de ellos. "Es fundamental. Y eso requiere mucha observación", señala Martínez Moneo.
Mientras tanto, en el exterior, los ucranianos continúan en plena maniobra de desactivación urbana de proyectiles. Los instructores españoles sitúan a los ucranianos por binomio. Quieren que haya un equilibrio y una colaboración entre aquellos soldados que tienen más experiencia y los que vienen sin idea ninguna de qué hacer con un arma.
De esa forma, ha habido alumnos de 52 años y otros de 23. "Pero por esto no pasa nada, eso es importante nivelarlo".
Eso ayuda a los soldados de nuestro país que les instruyen a hacer más ágil su trabajo. "Son alumnos excelentes, de los mejores que han pasado por el centro. Tienen interés, preguntan mucho. Muy disciplinados y discretos", explican los mandos.

Uno de los soldados ucranianos reposa tras una de las prácticas de desactivación ante las explicaciones de un mando español.
La gran extensión de la Academia permite crear diversos escenarios en la montaña, recreando situaciones reales de guerra. En total, tiene una superficie aproximada de 84 hectáreas.
Sus caminos están sembrados de minas falsas y de proyectiles de todo tipo, así como de distintas zonas de entrenamiento. Ello les sirve para simular campos minados en una zona de conflicto.
Es ahí, en la ladera de la montaña madrileña, donde aprenden cómo extraer de un camino una mina anticarro, o una bomba del interior de un edificio. Y la exigencia es máxima.
"Si hay cinco minas en el campo y encuentras cuatro, pero te dejas una, es que no lo has hecho bien. Aquí un 8,5 no es sacar buena nota", advierte Martínez Moneo. Durante una larga caminata por la árida montaña, instará a comprobar la dificultad de detectar los proyectiles en el camino.
Mientras tanto, los soldados ucranianos siguen inmersos en su operación para extraer sendos proyectiles de un avión. Gracias a una polea que acaban de instalar lograrán extraer la bomba sin que le estalle. "Es una de las cosas que enseñamos aquí", describe el teniente coronel. "En nuestras clases tenemos una prueba que consiste en abrir una maleta sin tocarla, a distancia".
Mientras uno de los mandos españoles le alienta a pocos metros de distancia, un recluta se aclimata como puede al traje de 40 kilos, dentro del cual puede que haga unos 50 grados.

Una mina contracarro en el campo de maniobras de la Academia de Ingenieros de Toledo.
—Tranquilo, lo vas a sacar sin problema.
El ucraniano le consulta varias dudas sobre la extracción. Es importante que lo haga todo con la máxima cautela. Y para ello lo más importante es el conocimiento. También la prudencia. "Prisa no hay. Lo fundamental es que no falle, porque aquí no se puede fallar".
El lema de la Academia de Ingenieros del Ejército de Tierra es toda una declaración de intenciones. "Nunc Minerva, postea Palas". Significa: "Primero la sabiduría, después la guerra".