Esperar a ver qué pasa ya no es una estrategia y quien lo haga se equivoca. Es el tiempo de actuar y cada vez más empresas españolas, que ya lo han entendido, están liderando el camino y adoptando medidas concretas para hacer frente a los efectos del cambio climático.

Un 64% de las entidades adheridas al Pacto Mundial de la ONU España han implementado acciones de adaptación, una cifra que supera el promedio europeo (55%) y global (57%) y que refleja un esfuerzo sostenido por reforzar la resiliencia frente a un entorno cada vez más incierto.

Son datos del informe Comunicando el Progreso 2024, que también evidencian un cambio en la mirada estratégica del sector privado: más del 70% de las empresas percibe sus compromisos en sostenibilidad como una oportunidad económica y un 78% valora positivamente su impacto sobre la reputación y la relación con sus grupos de interés.

La sostenibilidad ha dejado de ser una exigencia externa para convertirse en una palanca interna de transformación, competitividad y posicionamiento.

Pero esta ambición no puede quedarse en la superficie. Adaptarse al cambio climático es indispensable, pero también lo es asumir la totalidad del impacto ambiental que genera la actividad empresarial. Y en ese terreno, aún persiste una asignatura pendiente: la medición y gestión de las emisiones indirectas, conocidas como emisiones de alcance 3.

Actualmente, solo el 28% de las empresas españolas adheridas al Pacto Mundial declara medir este tipo de emisiones, una cifra muy por debajo del promedio europeo (49%) y global (43%). Esta brecha limita el alcance real de las estrategias climáticas.

Las emisiones de alcance 3 —que incluyen desde las generadas en la cadena de suministro hasta las asociadas al uso final de productos y servicios— representan habitualmente el mayor volumen de la huella climática de una empresa.

La ausencia de datos en esta dimensión también implica riesgos operativos, estratégicos y reputacionales. Ignorar el alcance 3 es renunciar a anticipar vulnerabilidades en la cadena de valor, perder oportunidades de mejora e innovación, y quedar desalineado respecto a las expectativas regulatorias y sociales que están marcando el rumbo del mercado.

Y ese rumbo ya está en marcha. A nivel europeo, la Directiva de Diligencia Debida en Sostenibilidad Corporativa (CSDDD), incluida en el paquete Ómnibus, obligará a las grandes empresas a identificar, prevenir y mitigar los impactos sociales y ambientales a lo largo de toda su cadena de valor. La sostenibilidad no se mide únicamente dentro de los límites operativos de una compañía y sí abarca el conjunto de su influencia e interdependencias.

En este contexto, avanzar hacia una medición más completa de la huella de carbono no es solo una cuestión de coherencia climática, sino una decisión estratégica. Las empresas que lideren este proceso estarán mejor preparadas para cumplir con la regulación, responder a las demandas del mercado y generar confianza sostenida con sus grupos de interés.

La buena noticia es que existen cimientos sólidos. El 66,5% de las empresas españolas del Pacto Mundial mide ya sus emisiones directas (alcances 1 y 2), una cifra cercana a la media europea y superior al promedio global. Además, el compromiso ambiental se ha consolidado en otras áreas clave: un 76% cuenta con políticas específicas en energía y recursos, y otro 76% en gestión de residuos.

No es casualidad que estas sean las prioridades más atendidas. Se trata de ámbitos donde las empresas tienen mayor capacidad de intervención directa, control operativo y retorno tangible.

La gestión energética permite avanzar hacia modelos más eficientes y descarbonizados; la gestión de residuos abre camino a la circularidad; y el agua se convierte en un eje estratégico frente a contextos de estrés hídrico creciente. Son decisiones que reflejan una sostenibilidad integrada, orientada al negocio y con capacidad real de transformación.

Pero el camino hacia una acción climática efectiva no estará completo mientras las estrategias empresariales ignoren el impacto que generan más allá de sus propios límites. Y esa mirada amplia, que exige rigor, coherencia y decisión, es hoy una forma incuestionable de liderazgo.

***Cristina Sánchez es directora ejecutiva del Pacto Mundial de la ONU España.