En el sector textil, la apuesta firme por la economía circular se ha convertido en una cuestión de enorme urgencia, debido al gran impacto que esta industria genera en materia de residuos y de contaminación ambiental.
La Comisión Europea estima que en la UE se producen anualmente 12,6 millones de toneladas de desechos textiles, de los que el 78% no se está gestionando correctamente. Por ello, esta institución ha introducido en los últimos años diferentes normativas con el objetivo de revertir la situación.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 engloban muchos ámbitos, pero especialmente el número 12 se dirige directamente a esta problemática, la producción y consumo responsables.

H&M Estocolmo
El organismo regulatorio ha puesto en marcha la aplicación en el plazo de tres años de la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) para los productos textiles en todos los Estados miembros. Esta iniciativa, que convierte a los fabricantes en responsables durante todo el ciclo de vida de sus artículos, constituye un nuevo y desafiante escenario.
En este sentido, se desarrollarán procesos de calidad para la optimización de la gestión de residuos y, a partir del próximo año, será obligatoria su recogida selectiva. Además, en 2030 está prevista la implantación del Pasaporte de Productos Textiles, a través del cual las empresas tendrán que proporcionar información específica sobre el origen, materiales, métodos de fabricación e impacto ambiental de las prendas.
Esto contribuirá no solo al ODS12, sino también al 6 (agua limpia y saneamiento), al 7 (energía asequible y no contaminante), al 8 (trabajo decente y crecimiento económico) y al 15 (vida de ecosistemas terrestres).
Teniendo en cuenta este contexto, en el que los procesos deben ser mucho más meticulosos, ¿en qué punto se encuentran las compañías de nuestro país?
Recientemente, grandes compañías de moda, como Inditex, H&M, Tendam o El Cortes Inglés, han creado la Asociación para la Gestión del Residuo Textil, con el objetivo de gestionar los desechos que se generen en nuestro país a través de un Sistema Colectivo de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP).
La conciencia que las marcas muestran sobre el impulso de la economía circular y la sostenibilidad, como respuesta a las demandas de los usuarios y a las regulaciones, es cada vez mayor. Según el informe The Business of Fashion, elaborado por la consultora McKinsey, el 12% de los directivos de la industria de la moda afirman que la sostenibilidad ha supuesto la mayor oportunidad y, al mismo tiempo, el mayor desafío de este 2024.
Los retailers están llevando a cabo iniciativas para la reducción de desperdicios. De hecho, un 63% ya dispone de un plan específico en ese sentido, según los datos del estudio Perspectivas Sector Retail España de KPMG.
Sin embargo, aún queda un importante trecho por recorrer, ya que, tal y como apuntan desde McKinsey, alrededor de dos tercios de las marcas todavía sigue por detrás en el cumplimiento de sus propios programas de sostenibilidad.
Para que se produzca un avance real, y que la industria textil cumpla con sus obligaciones medioambientales, es necesario un estricto seguimiento de los productos, así como disponer de datos relevantes que ayuden a una toma de decisiones acertada y a una gestión adecuada de los residuos.
Las compañías deben transformar la gestión que realizan de los artículos, teniendo en cuenta que la nueva normativa europea las convierte en responsables hasta que estos alcanzan el fin de su vida útil.
Por ejemplo, conocer qué materiales son potencialmente reciclables es crucial para alcanzar una economía circular real y eficiente. Como consecuencia, es indispensable contar con soluciones tecnológicas que ayuden a controlar la trazabilidad y que proporcionen datos concretos sobre la composición de los productos y los procesos de fabricación.
Aquí es donde entra en juego el RFID (Identificación por Radiofrecuencia), tecnología que permite obtener información precisa de los materiales que conforman las prendas, recomendaciones de cuidado, procesos de reciclaje… Esto es fundamental para que las marcas estén preparadas para la implementación del Pasaporte de Productos Textiles y, a su vez, para seguir avanzando en transparencia ante unos consumidores cada vez más concienciados.
Además, disponer de esos datos sobre las prendas, también tendrá un impacto positivo en los propios usuarios a la hora de conocer cuáles son las mejores prácticas a la hora de deshacerse de esa prenda que ya no quieren que siga ocupando espacio en el armario.
En el lado de los retailers, la identificación por radiofrecuencia, a través de un registro exacto de los artículos que se encuentran en el almacén y en los puntos de venta, consigue optimizar los inventarios y ajustar al máximo la producción a la demanda. Gracias a este control, se reducirá notablemente el excedente de productos y, en consecuencia, se tendrán que dedicar menos esfuerzos a la posterior gestión de desechos. De esta manera, nos estaremos anticipando al problema.
Además, no solo se pueden controlar los aspectos de producción, sino también otros actores involucrados como la logística y el transporte. El RFID permite optimizar las rutas y las cargas de los transportes con los destinos que demandan una u otra prenda o material, pudiendo así mejorar la huella de carbono de la compañía.
Las organizaciones tienen grandes retos por delante: la nueva normativa ha marcado un antes y un después en la responsabilidad de las organizaciones frente a su producción, así como en la información que deben conocer y aportar de sus productos.
Y, para poder afrontar estos desafíos, el RFID es su mejor aliado.
***Maribel Payán Sutil es directora ejecutiva de IderoTech.