Cada 5 de diciembre, Día Internacional del Voluntariado, es una oportunidad para reflexionar y poner en valor la labor del voluntariado, personas que dedican tiempo, dedicación y conocimiento a ayudar a los demás, un motor de transformación imprescindible en cualquier sociedad que aspire a ser más justa y solidaria.

La sociedad no para de cambiar, y la forma de ejercer el voluntariado no es ajeno a estos cambios. Hoy en día, el voluntariado se concibe cada vez más desde una ética del deseo, un deseo personal: crecer, aprender, vivir una experiencia significativa y sentirse parte de algo que tiene sentido.

Ya no se entiende solo como una obligación moral o de apoyo comunitario, sino como una oportunidad de construcción de identidad, según señala VolunTEC: el voluntariado en el siglo XXI, el estudio que acaba de desarrollar Fundación Cibervoluntarios.

Es decir, la forma en que las personas ejercen el voluntariado está sufriendo una evolución, una evolución que hay que saber escuchar para poder canalizar adecuadamente ese compromiso.

El voluntariado necesita nuevas formas, metodologías, canales de comunicación, necesita ser parte activa dentro del proceso de transformación no solo ejecutar, sino poder cambiar las cosas, ser protagonista, necesita una escucha activa, procesos participativos, una comunicación horizontal, flexibilidad, cocrear y asimilar su capacidad de innovación.

Las personas voluntarias ven en el voluntariado un espacio donde poder actuar: desarrollar sus competencias, conectar con otras personas, con la comunidad, detectar necesidades y descubrir su capacidad de transformar su entorno.

El estudio también pone el foco en la labor que se desarrolla desde el voluntariado tecnológico y cómo este potencia un ecosistema de bienestar en el ámbito digital. Hoy por hoy, sin una formación adecuada en competencias tecnológicas, se genera pobreza digital.

La pobreza digital, más allá de la falta de dispositivos tecnológicos y conectividad, se caracteriza por la falta de habilidades para gestionar y aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece la era digital. Es decir, es la incapacidad de una persona de interactuar plenamente con el mundo digital, cuándo, dónde y cómo lo necesita, y de sacar de ello el máximo provecho.

No se trata únicamente de saber enviar un mensaje, usar una aplicación o pedir una cita médica. No tener competencias digitales afecta a la capacidad de una persona de tener los mismos derechos y oportunidades: afecta a la capacidad de acceder a información relevante, comunicarse, formarse, encontrar empleo, potenciar su negocio o participar en decisiones que afectan a nuestro día a día.

Una persona ayudando a un señor a utilizar el ordenador.

Una persona ayudando a un señor a utilizar el ordenador. Istock

Por eso quiero resaltar la importancia de la labor que, desde 2001, Fundación Cibervoluntarios realiza ayudando a comprender y usar la tecnología a miles de personas anualmente. Hay que tener en cuenta que la tecnología no es un ámbito neutral: condiciona derechos, identidades, participación y oportunidades.

Por eso me gustaría señalar la responsabilidad que tenemos todas aquellas personas que hoy por hoy usamos la tecnología de forma continuada, de ayudar con la tecnología a aquellas personas que aún no son conscientes de todas las oportunidades que estas le ofrecen. No hacer, sino enseñar.

Explicar cómo una aplicación puede ayudarme a hacer un trabajo de clase, a obtener el certificado digital, acceder al banco de forma segura, usar la IA para generar contenido de forma responsable y útil… los ejemplos pueden ser múltiples. Ayudar con la tecnología es muy tú.

Cada persona que usa la tecnología para su día a día lleva un Cibervoluntario dentro, y juntos podemos contribuir a crear un ecosistema digital más ético e inclusivo, ayudar a proteger la privacidad, defender el uso ético de los datos y la veracidad de la información, entre otros.

Un cuarto de siglo después, la misión con la que nació Cibervoluntarios no solo sigue vigente, sino que es más urgente que nunca.

*** Yolanda Rueda es presidenta de Fundación Cibervoluntarios.