La conclusión más evidente que se desprende de nuestro cuarto informe SDG Reckoning, que mide el progreso en la consecución de cada uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), es que la ambición mundial no concuerda con las acciones que se están llevando a cabo. Este año, aunque hemos visto mejorar la puntuación en el progreso de dos de los ODS, otros dos han retrocedido y el resto se han mantenido invariables y situados en niveles que ya son problemáticamente bajos.

Comenzando por las noticias positivas, resulta alentador que la proporción de la población mundial que vive en la pobreza extrema esté disminuyendo (ODS1) a medida que las economías y las poblaciones emergen de los peores efectos de la pandemia de la Covid-19. Además, la movilización de la financiación climática hacia las economías en desarrollo (ODS13) está alcanzando por fin los objetivos acordados a nivel mundial, a medida que se hace evidente la materialización del cambio climático en tiempo real.

Sin embargo, los avances relativos a dos cuestiones críticas y socialmente urgentes han retrocedido. La crisis de la contaminación y los residuos se está agravando con una voluntad o una infraestructura insuficientes para abordar el problema con eficacia y causando un retroceso en el ODS 12 (Producción y consumo responsables).

Del mismo modo, el objetivo de paz, justicia e instituciones sólidas (ODS 16) también ha retrocedido en cuento a su progreso, ya que la corrupción sigue siendo un problema pernicioso. Además, la paz y la diplomacia mundiales se enfrentan al entorno más desafiante en décadas.

Compartimos, de este modo, nuestra principal conclusión con los resultados del propio informe anual de la ONU sobre el progreso de los ODS, que abarca las 169 metas de los ODS y que presenta un panorama similar. Este destaca que los avances en más del 50% de las metas de los ODS son "débiles e insuficientes" y que en el 30% "se han estancado o han retrocedido".

La financiación de los ODS también está por detrás de donde debería estar. El compromiso de los países ricos de proporcionar Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) ha aumentado, pero ronda la mitad del nivel global acordado del 0,7% del PIB. Y, como ya se ha mencionado, alcanzar el objetivo de 100.000 millones de dólares de financiación climática para los países con rentas más bajas es un hito, pero tan solo representa una parte de la financiación climática necesaria para construir una economía sostenible y climáticamente positiva.

Así pues, mientras el mundo hacía balance en la Cumbre de la ONU sobre los ODS celebrada en Nueva York en septiembre, su secretario general, António Guterres, subrayó la necesidad de revitalizar el impulso hacia la consecución de los objetivos mundiales: "Nos encontramos en un momento de verdad y de ajuste de cuentas. Pero juntos podemos hacer de este un momento de esperanza".

Ante esta situación hemos identificado tres ámbitos en los que los inversores tienen la oportunidad de impulsar un cambio positivo real: el papel de la economía circular en la lucha contra la creciente crisis mundial de los residuos y la contaminación; la igualdad de género como motor para lograr mejores resultados tanto para las personas como para el planeta; y los retos interrelacionados del clima y la naturaleza, que ocupan un lugar central en el programa de los ODS para garantizar un futuro sostenible y próspero para todos.

Por último, la COP28, la cumbre mundial sobre el clima que se celebra en los EAU, pide a los líderes mundiales que actúen en relación con varias prioridades urgentes.

Tenemos que aumentar la disponibilidad de financiación climática para los países menos desarrollados del sur global, mediante mecanismos innovadores y de riesgo compartido, como la financiación combinada.

Necesitamos, en particular, aumentar la financiación para la "adaptación y resiliencia" con el fin de prepararnos para los efectos inevitables del cambio climático. Y necesitamos que parte de esta financiación se destine a soluciones basadas en la naturaleza que puedan proteger las regiones costeras y los ecosistemas marinos de mayores daños. Lo que pone de relieve una vez más la interconexión fundamental, que ahora está cobrando importancia en la agenda mundial, entre el clima y la naturaleza.

Por último, en un mundo aparentemente dividido por el conflicto y la discordia, las reuniones diplomáticas como las conversaciones anuales de la ONU sobre el clima brindan la oportunidad de unirse en torno al espíritu del ODS 17 (Alianza para los objetivos). Debemos aprovechar esta oportunidad de unidad, colaboración y acción colectiva para volver a encarrilar los ODS.

Alcanzar los objetivos de 2030 requerirá una acción ambiciosa y organizada de todas las partes interesadas. Estamos a mitad de camino hacia la fecha límite y ahora es el momento de retomar el camino con una acción firme y decisiva para hacer frente a los principales retos de sostenibilidad y desarrollo del mundo. Aún estamos a tiempo: es hora de retomar el rumbo.

*** Ben Constable-Maxwell es director de inversión de Impacto de M&G Investments