Una noche, a finales del invierno de 1966, Pier Paolo Pasolini cenaba con el matrimonio que aún entonces formaban Alberto Moravia y Dacia Maraini en un restaurante del Portico d’Ottavia en el gueto de Roma. Pasolini se sintió mal y fue al baño. Sus compañeros de mesa se empezaron a impacientar al ver que tardaba demasiado en regresar. Fueron al baño y lo encontraron tumbado en el suelo en mitad de un gran charco de sangre producido por una hemorragia interna. Se desmayó tres veces en brazos de la que habría de ser una de sus cómplices más queridas hasta el final de su vida. Rogaba a Dacia que no le dejasen solo. Con la ayuda de los camareros lo subieron al coche y lo llevaron a casa de un médico de confianza.

Pasolini tuvo que hacer reposo absoluto durante un mes. Tardó unos tres años en sentirse completamente recuperado, pero la enfermedad, la larga convalecencia y la consciencia del envejecimiento lo marcaron para el resto de su vida. Sentirse viejo a los cuarenta y cuatro años puede parecer extraño, pero la soledad y el viaje interior producidos por aquel reposo forzado otorgaron a Pasolini unas herramientas creativas renovadas, más próximas a un cierto misticismo, más necesitadas de ligereza y más libres.

A lo largo de aquel mes en la cama, Pasolini releyó los diálogos de Platón. Ahí encontró la forma dialógica que utilizará para la escritura de sus seis tragedias, escritas de un tirón y que constituyen su opus teatral: Calderón, Pilade, Affabulazione, Porcile, Orgia y Bestia da stile.

Solo pudo perfilar la escritura de Orgia, que se estrenó bajo su dirección el 27 de noviembre de 1968 en Turín, y de Calderón, que dio a la imprenta en 1973. Poco antes de su asesinato había decidido con su editor dar forma definitiva y publicar el resto de sus textos teatrales. Hecho que ya no se va a producir.

Pocos conocen el intento de Pasolini, asociado con Moravia, Maraini y otros escritores, de gestionar un teatro en el centro de Roma, el Teatro del Porcospino, en Via Belsiana. Un sótano que estuvo activo durante dos temporadas bajo la tutela artística de Pasolini y donde se intentó renovar parte de los estilemas del teatro italiano de esa época.

El teatro de Pasolini nació místico, resacralizador, monologante, poético, fragmentario y perseguidor de una vida que se escapa

¿De qué habla el teatro de Pasolini? De la sacralidad de la existencia. De la violación de los viejos valores morales de la sociedad por parte del consumismo. Del dolor existencial y de sus actos de contrición y expiación. Del riesgo totalitario de la civilización contemporánea. El teatro de Pasolini nació místico, resacralizador, monologante, poético, fragmentario y perseguidor de una vida que se escapa.

Cuando se estrenó Orgia en Turín, Pasolini quiso acompañar el estreno con la redacción de un manifiesto donde aborda aspectos ideológicos, semiológicos y sociológicos, y donde define lo que él va a llamar Teatro de la Palabra. En su manifiesto sugiere que las personas con abrigo de visón paguen tres veces el precio de la entrada y que los jóvenes fascistas entren gratuitamente.

La palabra para Pasolini ya no se va a resignar a ser solamente poética. Él, que ha llenado de conciencia de clase a la poesía italiana del siglo XX, quiere que la palabra poética sobre un escenario vuelva a contener todas las resonancias que el alma humana necesita para defenderse del totalitarismo. Quizá pueda acabar este texto con unas palabras del propio Pasolini: “Amo la vida tan ferozmente, tan desesperadamente… Hablo de las cosas físicas de la vida, del sol, de la hierba, de la juventud. Es un vicio más terrible que la cocaína, no cuesta nada y existe en una enorme abundancia sin límite; y yo devoro, devoro… Cómo acabará, no lo sé…”.

Xavier Albertí es director escénico de En mitad de tanto fuego, de Alberto Conejero, y El cuerpo más bonito que se habrá encontrado en este lugar, de Josep María Miró, entre otras obras.