Image: La Casa del Idioma

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Primera palabra

La Casa del Idioma

27 febrero, 2015 01:00

Vuelvo a la carga porque el actual director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, es hombre de especial sensibilidad cultural. A España le conviene que Madrid disponga de una Casa del Idioma. Hay un Palacio de los Deportes, un Palacio de Congresos, un Palacio de la Música, un Palacio de la Prensa… Falta el Palacio del Idioma.

Veinticuatro son las naciones hispanohablantes o con considerable población que se expresa en castellano. Veintidós de ellas cuentan con Academias de la lengua. Guinea Ecuatorial tiene a punto la creación de su Academia. La negritud se incorporará así al vasto mundo del español. La Academia israelí de la lengua judeo-española se perfila también en un horizonte cercano. A mí me produce especial emoción la incorporación del mundo sefardí a la tarea común del español. No caeré en el chauvinismo estéril. El inglés como idioma internacional supone tal vez el 70% en el mundo. Es como el latín en la Edad Media. Pero el español es ya el segundo idioma internacional por encima del francés. Así lo atestiguó en su día, ante el Rey Juan Carlos I, el director de la Academia Mexicana de la Lengua. El chino se debate en un enjambre dialectal y además no es una lengua internacional. Conviene recordar que España solo representa el 10% de nuestro idioma. México es la primera nación hispanohablante, seguida por los Estados Unidos de América. España ocupa un tercer lugar. Nos pisan los talones Argentina y Colombia.

El español es, por otra parte, como idioma materno, el primero del mundo con 550 millones de personas que, desde su nacimiento, se expresan en el idioma de Cervantes y García Márquez, de Quevedo y Jorge Luis Borges, de Lope de Vega y Ernesto Sábato, de Pérez Galdós y Vargas Llosa, de San Juan de la Cruz y Pablo Neruda, de Ortega y Gasset y Octavio Paz, de Gabriela Mistral y Federico García Lorca.

La Real Academia Española dispone en Madrid de un soberbio edificio. El sentido común y el deber histórico exigen que en la capital de España se habilite una Casa en la que todas y cada una de las Academias de la lengua dispongan de un despacho de dirección, una secretaría y una salita de espera, aparte de un salón de actos de envergadura y de una gran biblioteca. El director de la Academia boliviana, el director de la Academia nicaragüense, el director de la Academia dominicana, el director de la Academia filipina, los directores de todas las Academias de la lengua deben disponer en Madrid, en efecto, de despacho y secretaría, e incluso, en la medida de lo posible y en el mismo edificio, de un pequeño apartamento.

El ideal es que el Palacio del Idioma, la Casa del Idioma, se hubiera instalado en el Casón pero teniendo en cuenta las dificultades burocráticas, parece lo más razonable dedicar para ese fin el antiguo museo del Ejército, hoy vacío e inutilizado, y que se encuentra a muy escasos metros del edificio de la Real Academia Española.

A estas alturas del siglo XXI resulta imprescindible hacer una política cultural inteligente valorando al mayor tesoro cultural de España que es su idioma. Además, como demostró en su día Ángel Martín Municio, académico de la Real Academia Española, y documentó Rogelio Blanco, el idioma supone el 15% de nuestro PIB. Nuestro máximo tesoro cultural es también un suculento negocio.

No se trata, como he dicho en alguna ocasión, de crear y financiar un Palacio del Idioma para que mangoneen en él los políticos de turno que lo plagarían de funcionarios innecesarios, de amiguetes, parientes y paniaguados. Se trata de encargar a la Real Academia Española, con sus tres siglos de servicio a España, que se ocupe de llevar adelante esta operación de incalculable alcance cultural. Está en manos del Gobierno ceder el antiguo museo del Ejército para que se instale en él el Palacio del Idioma, financiado por la correspondiente partida presupuestaria de la Administración Central. La gestión austera de la Real Academia Española garantiza el eficaz empleo del dinero público.

Y, al nuevo director, Darío Villanueva, le corresponde negociar ahora con los políticos para que el sueño del Palacio del Idioma se convierta en fecunda realidad.