Image: Literatura del siglo XXI y Cristianismo

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Primera palabra

Literatura del siglo XXI y Cristianismo

18 abril, 2014 02:00

¿Se podrá escribir a finales de esta centuria un libro como el de Charles Moeller y titularlo Literatura del siglo XXI y cristianismo? No estoy muy seguro. El proceso de descristianización de Europa, que llegó a alcanzar grados de gran intensidad, parece haber tocado fondo. En América, en África, en Asia se producen situaciones contradictorias. En líneas generales, el entendimiento cristiano de la vida, sujeto a mil zarandeos, parece que permanecerá en la creación literaria del siglo XXI. No acertó Nietzsche en una de sus obras claves, Porque Dios ha muerto. Sí, Salvador de Madariaga que anunció en los años 30 del siglo pasado, la descristianización europea. La realidad, sin embargo, es que la angustia de Getsemaní, el pasaje más intelectual del Evangelio, permanece. La duda vertebra la obra de los grandes pensadores e impregna la creación literaria de los escritores cimeros. En los tres lustros que ha devorado ya a velocidad de vértigo el siglo XXI, la creación filosófica, también la literaria, se mantiene en la dirección que estudió Charles Moeller, traducido, por cierto, de forma impecable por Valentín García Yebra y Soledad García Moutón, que acudieron incluso en las citas de los autores a los textos en su idioma original.

Recuerdo ahora las distintas visitas -la primera en 1963- que hice al huerto de Getsemaní. La piedra que recibió el sudor de sangre del Verbo es blanca. Parece acariciada por aguas profundas. Ante ella, el estremecimiento escatológico no es una figura retórica. Irrumpe en la mente hasta hacer daño. Getsemaní es una voz que en arameo, el idioma de Cristo, significa lagar de aceite. Y los óleos han ungido siempre la muerte, no solo la cristiana, en la oscura penumbra del más allá.

En Getsemaní pronunció el Hijo del Hombre las palabras más bellas del Evangelio: “Triste está mi alma hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo”. Bajo la sombra de los olivos recordé los versos de Antonio Machado: “Tarde tranquila, casi con placidez de alma, para ser joven, para haberlo sido cuando Dios quiso, para tener algunas alegrías lejos y poder dulcemente recordarlas”. Frente a Getsemaní se hunde el Cedrón, que ya no es una torrentera. En lo alto, un poco desdentadas, esculpen altiveces las murallas de Jerusalén.

En el Huerto de los Olivos fue la hora de la sal y de la hiel. Del cáliz de la amargura que Cristo no quiso apartar. De la angustia y la duda que le inundó el alma. Allí, al decidir afrontar la pasión y la muerte, hizo posible Cristo que se predicara la buena nueva a todo el mundo desde el púlpito de Roma. Era el sacerdocio del sacrifico según el orden de Melquisedec.

Necesario es respetar a los que defienden el nihilismo. También a los agnósticos. Y, por supuesto, a los que se manifiestan contra el cristianismo. El nuevo Papa todavía no se ha dirigido al mundo intelectual. Ha cesado, sin embargo, en gran parte la agresividad hacia lo que representa. La nueva Iglesia, la de Teresa de Calcuta, la Iglesia de los pobres, gana terreno. Las grandes religiones monoteístas se enrocan frente al acoso de la arreligiosidad creciente. No es imposible que un día formen un frente común para defenderse de las acometidas laicas. En estos días de Semana Santa, que en España nadie ha conseguido paganizar, vale la pena extender una mirada crítica desde el huerto de Getsemaní y esforzarse por entender la significación profunda del verde olivo dorado.

ZIGZAG

Basilio Baltasar es uno de los nombres cardinales de la vida intelectual española. La revista Bitzoc refleja la alta calidad del autor que ha desplegado una incansable actividad editorial. Tendrá sin duda críticos Basilio Baltasar pero su prestigio se ha ido robusteciendo con los años. Escritor de largo alcance, la crítica ha subrayado la extraordinaria ambición de su última novela, Pastoral iraquí. Robustecido por un considerable equipaje filosófico, Baltasar ha fabulado una historia con remembranzas a Conrad pero sin tinieblas en el corazón. Los personajes están definidos psicológicamente con precisión y la arquitectura de la novela, no convencional, está por encima de las emociones, las intrigas, las aventuras y las tensiones de la guerra y el terrorismo.