Una imagen de 'Libertad', de Clara Roquet

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El triunfo de las jóvenes cineastas catalanas

Cada día son más las jóvenes directoras de cine catalanas que alcanzan notoriedad y que son premiadas dentro y fuera de España. ¿Cuáles son las causas y los antecedentes de este fenómeno? ¿Conseguirán la continuidad profesional que su calidad merece?

Eulàlia Iglesias Nuria Vidal
8 marzo, 2022 03:38

Eulália Iglesias
Crítica de la revista Caimán. Cuadernos de Cine

El triunfo de una, el triunfo de todas

Históricamente, Madrid ha ejercido de capital de la industria cinematográfica. Lo que ha propiciado que en Catalunya surgieran tendencias y directores más excéntricos, menos sujetos a las convenciones del cine narrativo mainstream. Por inquietud artística o a causa de la discriminación de género, también las mujeres se han movido por los márgenes del cine institucional. Cuando, a finales del siglo pasado, aparecieron o se consolidaron diferentes escuelas y estudios universitarios de cine en Catalunya, la mayoría apostaron por desarrollar modelos alternativos que permitieron a muchas futuras cineastas canalizar una vocación que no se identificaba con la idea más hegemónica del cine.

Simón, Roquet, Funes, Aguilar, Coll, Trapé... La mayoría de estas directoras coinciden en presentar propuestas que, sin plegarse al cine más comercial, encuentran públicos cada vez más amplios

En 2015, Las amigas de Àgata, un trabajo de fin de grado de Comunicación Audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra cofirmado por Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen se transformó en un pequeño fenómeno al conseguir cierto recorrido por festivales y salas comerciales. Y contribuyó a abrir las puertas a una generación de jóvenes directoras, de Elena Martín a Marta Lallana e Ivet Castelo, que encontraban un referente de producción para revisar desde una perspectiva femenina imaginarios dominados por la mirada masculina como el del nacimiento del deseo, la pérdida de la inocencia, las relaciones materno-filiales o la importancia de la amistad.

Pocos años antes, el boom de cine documental que eclosionó a principios de siglo, auspiciado también por universidades como la UPF o la Autònoma de Barcelona, nos dio a conocer a directoras como Mercedes Álvarez o Neus Ballús. Incluso las directoras contemporáneas que se mueven en la ficción como Carla Simón, Clara Roquet o Belén Funes lo hacen desde unas estéticas deudoras de tradiciones realistas o del cine de la modernidad. Unas coordenadas en las que también se situaron Roser Aguilar, Mar Coll o Elena Trapé, algunas de las primeras directoras licenciadas por la ESCAC, la escuela catalana más vinculada a un modelo industrial del cine. La mayoría de estas directoras coinciden en presentar propuestas que, sin plegarse al cine más comercial, encuentran públicos cada vez más amplios.

El 13 de diciembre, la Acadèmia del Cinema Català llevaba a cabo un acto de recuperación de la memoria de Elena Jordi, con toda probabilidad la primera directora de cine en Catalunya y España. El evento sintonizaba con estrategias y políticas desde diferentes ámbitos que contribuyen a generar un territorio abonado para que las mujeres dejen de sentirse excepción en la creación cinematográfica. La Mostra de Films de Dones de Barcelona lleva difundiendo desde hace años las obras de realizadoras invisibilizadas por el canon. Y la asociación Dones Visuals agrupa a profesionales que promocionan acciones para reajustar la desproporcionalidad de género en la industria. A este tejido se suma una voluntad de apoyo mutuo que marca las relaciones entre todo tipo de creadoras, no solo en Catalunya. Pocas veces hemos vivido un sentimiento más unánime de alegría ante el triunfo de Carla Simón en la Berlinale. Las mujeres del cine sienten que el triunfo de una es el triunfo de todas.

Nuria Vidal
Crítica de cine

La(s) mujer(es) del año

Carla Simón ha ganado el Oso de Oro en Berlín con Alcarràs; Clara Roquet ha ganado el Goya a la Ópera Prima con Libertad; Carol Rodríguez estaba nominada al Goya a la Mejor Ópera Prima por Chavalas; Alba Sotorrra estaba nominada al Goya al Mejor Documental por El retorno: la vida después del ISIS; Neus Ballús sigue en las carteleras con la estupenda Sis dies corrents

Esta nueva generación de directoras hace comedias, hace melodramas, hace documentales. Su cine se reconoce en festivales donde ganan premios, la crítica las quiere y el público las apoya

¿Qué tienen en común todas estas mujeres del año? Son directoras jóvenes nacidas en la década de los 80, trabajan desde Barcelona, su filmografía se ha forjado en los últimos diez años, su cine conecta con la gente. No son las únicas, por suerte hay muchas más. En el resto de España hay mujeres directoras estupendas, pero lo que llama la atención y genera la pregunta de cuáles son las causas de este fenómeno, es la coincidencia en el tiempo de tantas y tan buenas directoras catalanas.

Responder a esto no es sencillo, pero creo que hay tres razones que pueden explicarlo de alguna manera. La primera es la consolidación de los estudios universitarios de cine en Barcelona, con cinco potentes centros: la ESCAC, la Universtat Pompeu Fabra, la Universidad Autónoma, la UB y la Ramon Llull. Todos ellos han contribuido al relevo generacional del cine apostando muy fuerte por las mujeres. La segunda es la crisis económica de 2008 que redujo los presupuestos del cine de una manera brutal. Es un hecho que las mujeres directoras hacen películas más baratas, más sencillas de producción. Sus historias son íntimas y delicadas, pero sobre todo, son poco costosas.

La tercera es la aparición de jóvenes productoras que han arriesgado antes por ellas que por ellos con resultados espectaculares. María Zamora y Valérie Delpierre son buenos ejemplos de estas nuevas productoras, pero tampoco son las únicas. Quizás estas tres razones no expliquen la dimensión de esta eclosión de creatividad en el cine catalán, pero pueden dar un hilo del que tirar para entender un fenómeno imparable.

A finales del siglo pasado, solo se podía citar a dos directoras catalanas con un cierto nombre, Isabel Coixet y Judit Colell. Ahora, la lista es mucho más larga y sobre todo es mucho más variada. Esta nueva generación hace comedias, hace melodramas, hace documentales. Su cine se reconoce en festivales donde ganan premios, la crítica las quiere y el público las apoya. Esto ha permitido romper uno de los principales techos de las nuevas (y los nuevos directores): hacer una segunda y una tercera película.

Carla Simón ha hecho dos en cinco años, Neus Ballús tres en siete años, Alba Sotorra, tres en seis años. Esta es una buena noticia porque significa que su carrera tiene una continuidad que esperemos siga con muchos más títulos y muchos más premios. Pero lo más importante es que siga creciendo el número de mujeres dedicadas al cine, no solo en la dirección, también en otros sectores, guionistas, directoras de fotografía, montadoras, compositoras, hasta llegar a una normalización que haga innecesario hablar de cine “hecho por mujeres” para pasar a hablar simplemente de cine.

Ilustración de Sandra Delgado para la portada de 'Relatos nada clásicos' (Ménades Editorial)

'Relatos nada clásicos': mitos en clave de mujer

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