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Arte público: quién elige qué y dónde

El arte en el espacio público ha tomado distintas formas en los últimos años. Su público somos todos pero ¿quién debería de elegir qué y dónde se expone? La artista Maider López y el profesor de arte, Jesús Carrillo, dan su opinión

11 noviembre, 2019 07:21
Maider López
Artista

Crear ciudad

En un espacio público cada vez más diseñado, legislado y privatizado, que marca cómo movernos y comportarnos en la ciudad, es importante abrir un espacio a la negociación que rompa con el estatismo de los lugares y posibilite la búsqueda de nuevos modos de ver y de estar en la ciudad. Entiendo el espacio público como un lugar de encuentro, de circulación, de diálogo, en el que el arte puede contribuir repensando, visibilizando, proponiendo nuevas formas y ofreciendo un lugar en el que las personas creen ciudad a través de la experiencia de la propia ciudad, enfatizando la capacidad que tenemos todos de construir espacio público. Para ello, es fundamental tener en cuenta el contexto del lugar, tanto sus cualidades físicas propias, como las de las personas que viven y se mueven en él.

Es importante repensar la ciudad desde el arte e incorporar al artista en el rol que ya tienen los arquitectos, urbanistas, empresarios, técnicos y políticos pensando lo urbano, no únicamente para colocar objetos artísticos a modo de museo al aire libre, sino para proyectar y construir ciudad. El arte tiene la capacidad transformadora de crear nuevos espacios y aunque no es siempre capaz de resolver problemas concretos, sí lo es de detectarlos, visibilizarlos o transformarlos.

"Es importante repensar la ciudad desde el arte e incorporar al artista en el rol que ya tienen los arquitectos, urbanistas, empresarios, técnicos y políticos"

En el Skulptur Projekte Münster un comité experto en arte contemporáneo invita a artistas a realizar proyectos específicos para el lugar y, una vez instalados, los ciudadanos opinan sobre las obras con las que conviven. Hay otros buenos ejemplos como Statens Konstrad, la agencia de arte público sueco que, formada por un equipo de comisarios y expertos (muchos de ellos artistas), desarrolla proyectos de arte público en todas sus fases junto con los artistas en comunicación directa con los habitantes, instituciones vinculadas, técnicos, productores, para que el proyecto se integre en su contexto. Es muy importante que en esta negociación entre la obra de arte y lo que acaba siendo posible (desde la legislación, lo técnico, el presupuesto, la opinión pública, etc.) el proyecto no pierda su esencia, aquello que lo constituye. En cada caso ese elemento es diferente, pero siempre hay un punto que una obra no puede franquear, porque a partir de ahí la pieza se desactiva, se desarticula. Y en ese proceso es fundamental que el artista esté acompañado por una institución sensible y conocedora del arte contemporáneo.

La opinión pública es importante, aunque no creo que deba de ser esta únicamente quien decida. A veces la ciudadanía se opone a una obra por no ser respetuosa con el entorno o porque no se les ha tenido en cuenta, y esto es algo importante a considerar. Al mismo tiempo, el arte, en su condición de arte, genera extrañeza, rompe con el pensamiento lógico, desvela las reglas del comportamiento o visibiliza problemas que pueden incomodar a primera vista, de manera que requiere de una segunda lectura donde es imprescindible que los artistas y profesionales del arte tengan voz y voto.

Jesús Carrillo
Profesor de arte contemporáneo de la UAM

¿Un reclamo para el ocio vacacional?

La crisis iniciada en 2008 abrió un paréntesis aún no cerrado en las grandes operaciones de transformación urbana que tuvieron lugar en los noventa y los primeros 2000. Desde el 92 las capitales españolas hicieron esfuerzos por dar una imagen atractiva ante el GPS global y utilizaron a menudo la cultura y sus infraestructuras, la proliferación de museos de arte contemporáneo, para acompañar procesos de revalorización económica de sus depauperados centros históricos o de prometedoras zonas de expansión. Los objetos escultóricos de estéticas variadas que hoy pueblan las rotondas de los barrios del extrarradio y de las ciudades dormitorio extendían esta modernización cosmética del espacio urbano más allá de sus confines tradicionales, difuminando la identidad obrera de las comunidades que los habitaban. El sonoro fracaso del monumento que recuerda a las víctimas de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 junto a la estación de Atocha en Madrid pone en evidencia la inadecuación de estas intervenciones de arte público a la hora de aglutinar el sentimiento de la ciudadanía. Madrid Río, la última gran operación del periodo pre-crisis, ejemplifica perfectamente el rol dado a la cultura en el cambio de uso de lo urbano. A las vías ciclistas, los atractivos puentes y las áreas de juego infantil y juvenil les iban a acompañar intervenciones de arte urbano que proyectaban una imagen alegre y sin conflicto de la vida en la ciudad.

"Se aprecia una falta de imaginación en las intervenciones diseñadas por los ayuntamientos que, a menudo, se limitan a copiar literalmente lo que se está haciendo en otras ciudades del mundo"

Este tipo de arte ha sido, sin duda, el gran protagonista de la última década. Mucho más económico que los mamotretos instalados en el periodo anterior. Pretendía transmitir también otro tipo de sensaciones: la espontaneidad y la cercanía de un arte producido por la ciudadanía y para la ciudadanía. Algo que, sin embargo, era más una construcción ideológica proyectada desde los poderes públicos que una realidad. Las intervenciones promovidas por los ayuntamientos pretenden aumentar la imagen de una vibrante cultura urbana, colorista y cosmopolita, reclamo para un visitante ocasional que busca un escenario estimulante para su ocio vacacional.

Más allá de ello, se aprecia una gran falta de imaginación en las intervenciones diseñadas por los ayuntamientos en los últimos años que, a menudo, se limitan a copiar literalmente lo que se está haciendo en otras ciudades del mundo. El caso del pedestal de la Plaza de Colón de Madrid, remedo del de Trafalgar Square, es el ejemplo más claro. Está por ver el papel que se le dará al arte en los nuevos proyectos urbanísticos que se están diseñando contemporáneamente. Es de exigir que se haga desde una perspectiva global de ciudad y que implique tanto a la comunidad artística, mediante consejos asesores representativos y transparentes, como a la ciudadanía. Los procesos participativos puestos tímidamente en marcha para el desarrollo de este nuevo arte urbano deberían profundizarse y llevarse más allá de la mera ejecución o la elección de los temas. Tendría que servir para dar voz y expresión a las demandas y aspiraciones de los vecinos, así como para imaginar la ciudad en la que queremos vivir.