Image: Oscar Wilde

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Opinión

Oscar Wilde, un tratado de esnobismo

Oscar Wilde no es sino, todo él, un tratado de esnobismo, con lo que la redundancia se hace constante y el estudio parece que sobra

28 noviembre, 2002 01:00

Oscar Wilde, por Ulises

No se puede amagar un centón de esnobs olvidando a Oscar Wilde. Pero también ocurre todo lo contrario: Que Oscar Wilde no es sino, todo él, un tratado de esnobismo, con lo que la redundancia se hace constante y el estudio parece que sobra. ¿Qué decir sobre el esnobismo de Oscar Wilde que no haya dicho él mismo, de manera sugerida o expresa, o que no hayan dicho sus multitudinarios exégetas? Sólo se me ocurre una leve y fundamental distinción, que es la que se da en él entre el esnob y el dandy. Pero estas dos categorías se funden en una. Digamos que el esnobismo mondain de Tío Óscar alcanza de pronto la categoría, más sobria y sabia, de dandismo. Pero esto tampoco ocurre de una vez por todas y para siempre, sino que el escritor se mueve entre lo uno y lo otro, durante toda su vida va y viene de la boutade esnob al poema patético, austero y dandy. En este elegante vaivén se mueve toda la obra de Oscar Wilde.

También pudiéramos decir, puestos a sistematizar, que Wilde es el príncipe del esnobismo durante media vida, hasta que entra en él la tragedia, el infortunio, la cárcel, el dolor, y ese dolor eleva sus boutades verbales y vividas a la categoría superior de dandismo, de la que ya no puede retornar, o bien retorna con las manos destruidas por el esparto que trenzó y destrenzó largamente, según condena, en la cárcel de Reading.

Oscar Wilde no es sino, todo él, un tratado de esnobismo, con lo que la redundancia se hace constante y el estudio parece que sobra

Es cuando al retrato de Dorian Gray le asoman las monstruosidades del lienzo, sustituyendo al bello joven que posó para el cuadro. La contrición del esnob es el sufrimiento, son los guantes de esparto, y el que no alcanza ese dolor final, como Baudelaire, se queda para siempre en su esnobismo ingenioso y de poco calado. Por eso la “Balada de la cárcel de Reading” es la consagración de un gran poeta que nunca lo hubiera sido sin esta prueba de la vida o de la muerte.

Y volvamos al dilema del principio. ¿Es que en nombre de Reading vamos a malversar todo el ingenio de Oscar Wilde, todo el ingenio del esnob? De ninguna manera. Y aquí viene en nuestra ayuda otro gran ingenioso, otro dandy, otro esnob, Jorge Luis Borges con su definición del irlandés: “Oscar Wilde era un ingenioso que casi siempre tenía razón”. Efectivamente, la continua paradoja wildeana suele esconder una verdad que aflora. Nunca hizo la frase por la frase. Había puesto el talento en su tragedia y el genio en su ingenio. En todo caso, queda ahí como príncipe de la frivolidad esnob. Pero hay dos clases de esnobs, los que corren detrás de la novedad y los que son ellos la novedad. Esto último era el caso de Wilde.

Si revisamos una de esas frecuentes antologías de Wilde encontraremos que casi el noventa por ciento de las frases y ocurrencias van contra él mismo. Wilde es un San Sebastián que lanza flechazos contra su propia imagen por consagrarla o por destruirla. Como casi todo esnob de genio, sacrifica su identidad a su locuacidad. Y aquí es donde el esnobismo apunta categorías de dandismo. El citado Baudelaire se fustigó toda la vida en verso y prosa.

Oscar Wilde es un precursor de la modernidad en muchas cosas, como ya sabemos, pero sobre todo lo es en este volverse contra sí mismo. Decía Sartre que, desaparecido el príncipe protector, el poeta se erige en príncipe de sí mismo. En príncipe y víctima, ya que con él nace la autobiografía, último género literario que consagraron Marcel Proust, Joyce y Kafka. Wilde es autobiográfico en cada frase de sus comedias, en sus ensayos sobre el arte y en su novela El retrato de Dorian Gray. El autobiografismo es la expresión más abierta y moderna del esnobismo. El arte abstracto, por no representar nada, representa exclusivamente al autor. La comedia social de Wilde parece ser la crónica del Londres mundano, pero en verdad sólo es la crónica de lo que piensa y cuenta el autor, y sobre todo un motivo cualquiera para que éste libere su original dialéctica de la ironía y la verdad. Wilde es un cruce único de esnob y dandy, de vividor y mártir, de homosexual y padre de familia. Parecía ansiarlo todo, pero en realidad sólo deseaba ser un autor festivo con buena taquilla. La genialidad no la buscó nunca, pero estaba en él. Era él.