El maletín rojo en el que se guardaron el legado 'in memoriam' del poeta en la Caja de las Letras. Foto: Instituto Cervantes

El maletín rojo en el que se guardaron el legado 'in memoriam' del poeta en la Caja de las Letras. Foto: Instituto Cervantes

Poesía

Cuando Brines perdió la fe

El escritor dona al Instituto Cervantes 79 poemas inéditos que, bajo el título 'Dios hecho viento', escribió entre los 15 y los 17 años

15 junio, 2021 14:19

Poco antes de fallecer hace menos de un mes, el pasado 20 de mayo, el último Premio Cervantes ya había dejado prevista una donación para el Instituto Cervantes. Nada menos que un poemario completo, 79 piezas inéditas que Francisco Brines compuso entre los entre los 15 y los 17 años y que entonces agrupó bajo el título Dios hecho viento. La Fundación Francisco Brines ha donado a la Caja de las Letras el manuscrito, que estaba perdido y fue encontrado recientemente por la poeta Àngels Gregori, directora de la Fundación. Luis García Montero, director del Cervantes, recibió los poemas a última hora de ayer lunes en Oliva (Valencia), en un acto de homenaje al escritor y académico en el que participaron autores y amigos como Carlos Marzal, Luisa Castro o Vicente Gallego, entre otros.

Como decimos, el hallazgo de Dios hecho viento se produjo cuando Gregori preparaba, como comisaria, la exposición de Francisco Brines que la Universidad de Alcalá dedicó al poeta con motivo del Premio Cervantes 2020. Tras indagar en numerosas cajas que contenían correspondencia, fotografías, carpetas con borradores de poemas inéditos, prosas “maravillosas” de sus primeros viajes e incluso multas de tráfico, encontró una última caja que atesoraba esos poemas que un jovencísimo Paco Brines escribió entre 1947 y 1949, más de una década antes de su primer libro publicado, Las brasas (1960).
 
El manuscrito, ha contado Gregori, llevaba la inscripción “Para el Premio Ínsula de Poesía”, y Brines compuso los versos cuando estudiaba en el colegio de los Jesuitas de Valencia, fruto de su primera crisis religiosa. Aunque no llegaron a ver la luz, algunos de esos versos tomaron después forma definitiva en libros posteriores. “Fue un milagro encontrarlos”, dijo la directora. Ella se los leyó a Brines durante sus últimas semanas antes de su muerte, y el poeta los evaluaba y le preguntaba si debían publicarse por vez primera. “Se sentía emocionadísimo de reencontrarse con esa primera juventud”, explicó.

Dibujo original y uno de los poemas del conjunto. Foto: Instituto Cervantes

Este valioso legado in memoriam de Francisco Brines quedará bajo llave en la caja de seguridad número 1018 de la Caja de las Letras, y más adelante se integrará en la nueva Biblioteca Patrimonial del Instituto, ubicada en Alcalá de Henares (Madrid). El Cervantes guardará a perpetuidad esta donación póstuma, que incluye también un dibujo. Fue el propio Brines quien eligió el contenido del legado cuando previó que, por su delicado estado de salud, no podría entregarlo personalmente en abril a la Caja de las Letras, como hace cada año el escritor distinguido con el Premio Cervantes en vísperas de recoger el máximo galardón literario de España.

Amigos de ayer y de hoy

Además, el Instituto Cervantes quiso añadir a esta donación dos primeras ediciones de sendos poetas muy admirados, como contó a El Cultural, por Brines: Diario de un poeta recién casado, de Juan Ramón Jiménez (primera edición de 1916), y Soledades, de Antonio Machado (de 1907). La directora de Cultura del Cervantes, Raquel Caleya, los depositó en la caja preparada al efecto junto con un ejemplar del último poemario de Luis García Montero, No puedes ser así, y un libro de Felipe Benítez Reyes con una dedicatoria para Brines.

García Montero destacó que este “acto melancólico” es un homenaje “al maestro, al poeta, al amigo, a la persona que nos enseñó que la verdad poética es una manera de ética”. Aseguró que el Cervantes va a conservar este legado “como uno de sus mejores tesoros”, en recuerdo de quien “nos enseñó a querer, a admirar y hacer de la poesía una apuesta por la honestidad más íntima y los valores más nobles de la identidad humana”, porque “la poesía trabaja para sacar lo mejor de nosotros mismos”.

En el homenaje, celebrado al aire libre en el jardín de la casa de Brines en Elca (Oliva), participaron también destacados poetas que mantuvieron con él una relación de amistad o admiración. Entre otros, Carlos Marzal leyó su poema Casa en espera y aseguró que seguirá comunicándose de manera telepática con quien fue su maestro literario, pero sobre todo “una suerte de padre, amigo e incluso amigote”. Martín López-Vega, director de Gabinete del Cervantes, leyó el poema titulado Alejandría de su último libro, Elegía, y resumió su nexo con Brines: “Mi forma de relación con él fue la admiración”.
 
También Vicente Gallego dejó un libro suyo de haikus (poemas muy breves) y leyó parte de su sección llamada Cuaderno de Elca. Para terminar, como el homenajeado era un gran amante de la pintura (Brines contaba con una buena colección), también se dio cabida al arte: la reconocida pintora Carmen Calvo, que no pudo asistir, envió un catálogo pintado por ella. Y Mariona Brines, también pintora, sobrina del poeta y presidenta de la Fundación, dejó el collage titulado In memoriam a Paco.