Image: La ordenación (1980-2004)

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Poesía

La ordenación (1980-2004)

Ana Rossetti

2 septiembre, 2004 02:00

Ana Rossetti. Foto: Mercedes Rodríguez

Ed. Paul M. Viejo. Fundación J. M. Lara. Sevilla, 2004. 364 págs, 19’50 euros

Ana Rossetti es uno de los nombres necesarios de su generación. La oportuna reunión de su poesía completa en este volumen propone una lectura en perspectiva de su trayectoria hasta la fecha y se nos ofrece como un balance y, tal vez, como un nuevo punto de partida tras unos años de relativo silencio poético.

La irrupción de Ana Rossetti en el agitado panorama poético de los 80 fue fulgurante: cinco títulos en sólo ocho años la situaron entre los nombres más destacados y a la cabeza de la intensa renovación de la poesía femenina, uno de los acontecimientos clave en la poesía española del último cuarto de siglo: Los devaneos de Erato (1980), Dióscuros (1982), Indicios vehementes (1984) y Devocionario (1986). Con sentido antológico pero con quince nuevos poemas, Yesterday cerraba en 1988, ya desde el título, una primera etapa. Dedicada a la prosa y a la actividad teatral, Rossetti guardaría un relativo silencio poético, interrumpido sólo por plaquettes, hasta la publicación, en 1995, de Punto umbrío, uno de sus mejores libros, depurado, intimista, ajeno a los clichés con que se la encasilló desde sus primeros títulos. Varias breves entregas posteriores confirman el nuevo camino, más hondo, grave y misterioso que ha ido siguiendo desde entonces y que esta retrospectiva deja abierto.

La Ordenación ofrece, como señala Paul M. Viejo, la posibilidad de una nueva lectura de la obra poética de Ana Rossetti. Leídos en secuencia continua, el centenar de poemas que corresponden a los cinco primeros libros muestran el movimiento continuo de una poética que, esencialmente unitaria en su erotismo transgresivo, en su despliegue sensorial y ornamental, en sus máscaras culturalistas (del mundo clásico al decadentismo o al pop), en sus juegos tonales e irónicos, evidencia también la necesidad de reajuste constante de la perspectiva más inmediatamente erótica hacia un análisis de la pasión amorosa cada vez más imbricada con el referente litúrgico, en una inversión afortunada de la tradición de la poe-sía mística: si para ésta el amor humano suministra el imaginario básico de la espiritualidad, Rossetti sabe sacar delicioso provecho de la tradición católica para una escritura trascendida del erotismo, siempre en equilibrio entre la intensidad y el juego polisémico.

No hay ruptura entre la exuberancia y el juego de los primeros libros y Punto umbrío, un libro clave, sino coherente y auténtica depuración en todos sus elementos: el verso cede protagonismo a la prosa, la erótica árabe y la católica (San Juan) acrisolan la referencialidad religiosa, cobran mayor valor simbólico las imágenes y la expresión de la temporalidad provoca una inflexión dramática en el análisis del sentimiento amoroso en que desemboca unitariamente todo el conjunto, sin duda el momento más alto de la poesía de Rossetti. El proceso de cambio lo clarifican, y de ahí la oportunidad de su inclusión en la poesía completa, varias breves plaquettes y poemas sueltos escritos entre Devocionario y Punto umbrío -Quinteto (1989), Apuntes de ciudades (1990), etc -, pero resulta sobremanera iluminadora la consideración de la pasión amorosa que Rossetti desarrolla en torno a la figura de Wilde en el libreto de la ópera El secreto enamorado (1993, con música de Manuel Balboa), inédito hasta ahora.

Completan esta retrospectiva varios textos de los últimos años, en particular La nota del blues y Simparidades (2004), un proyecto de libro con textos de la autora e ilustraciones de José Duarte que se incluye aquí como ventana a un nuevo momento poético de creciente laconismo: "Si al acometernos nos hemos herido, ¿por qué no aprovechar y firmar un pacto? Aunque ni siquiera la sangre es indeleble". Inmejorables expectativas.

Las devociones de Rossetti
Ana Rossetti no esconde sus pasiones, y a ellas dedicó Devocionario (1986). ¿Cuáles son esas pasiones? Los mil nombres del amor, desde luego, pero también otras más curiosas, como el cantante italiano Franco Battiato, al que dedica el poema "Pasión y martirio de la devota de San Francisco de Catania", un puzle hecho con las letras de sus canciones.