Image: Las cosas como fueron (Poesía completa 1974-2003)

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Poesía

Las cosas como fueron (Poesía completa 1974-2003)

Eloy Sánchez Rosillo

25 marzo, 2004 01:00

Eloy Sánchez Rosillo. Foto: Juan Ballester

Tusquets. Barcelona, 2004. 360 páginas, 18’50 euros

Pocos poetas tan fieles a sí mismos como Eloy Sánchez Rosillo. En el título inicial, Maneras de estar solo (1978), que fue premio Adonais, está ya en embrión todo su mundo.

Está su elegíaca manera de mirar, su rechazo de modas y piruetas literarias, su entronque con una tradición que viene de Teócrito y de Leopardi. Pero no está todavía su lenguaje despojado que no teme aproximarse a la prosa, casi confundirse con ella en los poemas narrativos. De ahí que sea el libro que en esta recopilación de sus poesía completa más retoques ha recibido.

No es Sánchez Rosillo un poeta juanramoniano que guste de reescribir y reordenar continuamente su obra, pero en Las cosas como fueron -según nos indica en la nota final- ha revisado el texto de sus poemas para evitar "ciertas minucias que me incordiaban como piedrecillas en los zapatos". Las correcciones a Maneras de estar solo tratan de quitar florituras, de añadir precisión. A veces un tanto inútilmente: "La espera es una angustia que fluye lentamente./Mis ojos amanecen enfrente de un deseo./Ahora puedo gritar: un círculo de vidrio/observa los caminos que el sol abre en el agua", terminaba el poema "Mar". La nueva versión añade, tras el verso primero, otro por completo innecesario: "Y así pasan las horas nocturnas. Con la aurora".

A partir de Páginas de un diario (1981) los cambios serán mínimos. Ya el poeta, además de su mundo, ha encontrado su peculiar estilo. Sabemos que se trata de una ilusión, pero pocos poetas consiguen darnos tal ilusión de verdad, de realidad vivida, de tiempo retenido en unos versos cuyo mayor artificio consiste en el ocultamiento de cualquier artificio. A Páginas de un diario le siguen títulos igualmente simples, rotundos y significativos: Elegías (1984), Autorretratos (1989), La vida (1996). Con una irónica cita de Montaigne se inicia Autorretratos: "Por lo tanto, lector, yo mismo soy el tema de mi libro, y no hay razón para que emplees tus ocios en materia tan frívola y tan vana". Pero cuando un poeta habla de sí mismo sólo muy secundariamente habla de sí mismo. El más autobiográfico de los poemas, si es de verdad un poema, se convierte en un espejo en el que el lector descubre su verdadero rostro. En Páginas de un diario y en La vida ensaya Sánchez Rosillo el poema histórico y culturalista, tan característico de su generación, aunque de tal manera personalizados que no disuenan del resto de su obra. Culturalismo vivido, asumido, el de Sánchez Rosillo, tan carne y sangre propias como los melancólicos recuerdos de adolescencia.

Hay muchos poemas memorables en estas páginas, que no dudan en hablar de la luna, del paso de las nubes, del discurrir del tiempo, de la belleza de una muchacha que cruza indolente ante nuestros ojos, del repetido cambio de las estaciones, de viajes en tren y días de lluvia... Poemas, muchos de ellos, tan frágiles, tan hechos de nada que resultan casi milagrosos y los leemos una y otra vez sin acabar de creérnoslos. Seis poemas nuevos se añaden a esta recopilación. El lector de Sánchez Rosillo sabe que no puede esperar novedades (tampoco las desea). "Luz que nunca se extingue" nos habla de los instantes de plenitud donde se funden "lo fugaz y lo perenne". Otro poema, "Una temporada en el infierno", se refiere a su etapa de interno en un colegio religioso; el comienzo, tan prosaico, resulta muy característico de su autor. Más líricos los endecasílabos de "Agosto", que comienza con una interrogación retórica que expresa muy bien uno de los impulsos que mueven esta poesía : "¿Cómo es posible que transcurra lenta/ante mis ojos esta tarde de hoy/y que tan sin mirarla y sin decirla/la deje yo marcharse para siempre?"

Para que no se marche para siempre la belleza del mundo escribe Sánchez Rosillo, y aunque sabe lo inútil de su empeño ("Nada regresa, nada" nos dice en "Al romper una vieja foto") y que "una sombra enigmática/nos quita las migajas de luz que deja el tiempo/en nuestras pobres manos" ("Los días inminentes"), sigue buscando y ofreciéndonos en sus poemas, como indica en "Otro tren, otra lluvia" (y no le importa repetirse), "aquella luz de oro, tan pura, tan intensa" que un instante brilla y nos redime.


Tierra de nadie
Llega un momento, un día, en que nos encontramos
en mitad de la vida sin mañana ni ayer.
No somos los que fuimos y no damos el paso
hacia los que seremos y no queremos ser.

¿Qué ha sido de los sueños que soñé, que soñaba
cuando era yo un muchacho y era todo verdad?
No sé lo que ha pasado ni sé por qué se apagan
los antiguos afanes. Noy hay sueños que soñar.

El presente es apenas este cuarto en que escribo,
esta casa sin nadie, este silencio y
estas horas monótonas, esta nada, este frío,
esta tarde de invierno y ese cielo tan gris.

Queda el recuerdo -es cierto- de los años aquellos
en que tuve ilusiones y tuve juventud.
Pero valen bien poco a veces los recuerdos.
Atardece deprisa. Ya declina la luz.
Eloy SáNCHEZ ROSILLO