Image: Libro de las catástrofes

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Poesía

Libro de las catástrofes

Raúl Alonso

15 mayo, 2002 02:00

Raúl Alonso. Foto: Archivo

Premio de Poesía Joven Radio 3. DVD. Barcelona, 2002. 89 páginas, 7’90 euros

Aunque este no es el primer título de Raúl Alonso (anteriormente había publicado La plaga), sí es el primero que alcanza una difusión normalizada y el que determina su ingreso en las nóminas de la poesía joven. Obra ambiciosa, "con un título inspirado en la física del caos y la Teoría de las catástrofes de Thom", según se nos indica en la contra- portada, Libro de las catástrofes quiere ser, como el gran poema de Lucrecio, una meditación sobre el mundo a partir de las doctrinas científicas. Una de sus partes se títula, con algo de ironía, "Leyes de este modelo de Universo o Sobre el método científico".

Varios de los poemas, quizá los más característicos del libro, toman como interlocutor al propio mundo. Es el caso de "Certeza": "Cuál de los dos no miente, mundo. Cuál./ Cuál de los dos existe y cuál no es nada./Cuál de los dos ficción y cuál su artífice./Cuál la contradicción y la certeza". Es el caso también de "El nexo" o de "Declaración de amor": "Mundo, yo no podría amarte/si no creyese en las estrellas,/porque en su brillo taciturno/dan luz al rumbo de la tierra".

Obra ambiciosa El libro de las catástrofes y no del todo conseguida, como si el poeta hubiera intentado ir más allá de lo que le permiten sus capacidades. Abundan los poemas que no resisten una lectura aislada y parecen haber sido escritos sólo en función del artificioso conjunto ("Requisito formal", "Ley de los centauros", "Ley de los símbolos").

Sorprende en bastantes textos el evidente modelo becqueriano (rima asonante, paralelismos, anáforas), que no parecería, en principio, el más adecuado para una poesía que se quiere meditativa y trascendental; sorprende también el eco del Neruda más manido, el de los veinte poemas y la canción desesperada: "esas cometas-astros que tiritan/en la bóveda donde algún poeta/pueda escribir los versos más tristes de una noche".

Neorromántico o vagamente cientifista por lo general, a veces el lenguaje busca una mayor creatividad. Se habla así de "las ballenas alas del aliento", de "la tul bóveda", de que "el mundo es nadidad". Un poema entero, "Ley sin nombre", se construye sobre variaciones paronomásticas cada vez más forzadas. "Lo que lloran los hombres es amor,/ amor dador del dardo de lo humano/y del dolor del darse sin dolor", dice la primera estrofa. En las siguientes encontramos "alabrastro", "rastro" y "astro", "ombre", "hambre" y "hombro", para terminar con los siguientes versos: "Lo que lloran los hombres es amor,/ aquel amor del amamanto manso/que en el manto de un vientre nos amó". Carlos Edmundo de Ory no se encuentra demasiado lejos.

Uno de los mayores aciertos del libro son las extensas y bien seleccionadas citas (Lucrecio, Dante, Giordano Bruno, Paracelso...) que preceden a cada una de las partes. La de Isaac Newton, que podría haber servido de base a un monólogo dramático, que vale ya como un poema, dice así: "No sé cómo apareceré al mundo; pero a mí mismo me parece haber sido sólo como un muchacho jugando a la orilla del mar y divirtiéndose al encontrar de vez en cuando un guijarro más fino o una concha más hermosa que de ordinario mientras el gran océano de la verdad se extendía ante mí sin ser descubierto".

Libro de las catástrofes vale más por lo que sugiere que por lo que ofrece, pero acá y allá, entre esforzados ejercicios, resuena la voz de un poeta que aspira a unir razón y corazón, poesía y filosofía, ciencia y fe. Y que en algunos momentos parece conseguirlo.