Novela

Fungus

Albert Sánchez Piñol

5 abril, 2019 02:00

Albert Sánchez Piñol. Foto: Ferran Forné

Traducción de Noemí Sobregués. Alfaguara. Madrid, 2019. 416 páginas. 21,90 €. Ebook: 10,44 €

En un pasaje casi inicial de Fungus encontramos una de sus disparatadísimas situaciones. El protagonista, el anarquista Ric-Ric, arenga a una masa de sumisas y disciplinadas setas: "Compañeros: permitidme que os explique los conceptos básicos de la lucha de clases". De inmediato, el narrador apostilla: "En los últimos cien millones de años no se había visto en los Pirineos una escena más absurda". En ese exacto calificativo, "absurda", está la clave que sostiene y explica el frenético trabajo imaginativo de Albert Sánchez Piñol (Barcelona, 1965). Porque no se trata de dar rienda suelta a las calenturas fantaseadoras de una mente febril, sino de presentarlas desde una óptica distanciadora, juguetona y sardónica.

Hasta llegar a un sentido de tanto desmadre inventivo, se desarrolla en Fungus una historia tributaria de la más genuina literatura fantástica. La acción se remonta a 1888. El arlequinesco Ric-Ric recala en el Pirineo catalán, donde predica el Ideal y conspira para liquidar el capitalismo y la sociedad burguesa. Ric-Ric descubre por casualidad unas setas monstruosas con ciertos caracteres humanos a las que convierte en un horrísono ejército. Al frente de estos fungi, Ric-Ric, acompañado de una gritona Oca Calva, descuartiza a Guardias Civiles y vence a las tropas que ha enviado el Gobierno para restablecer el orden. Además de una historia de amor cargada de simbolismo, muchos otros percances ocurren mientras llega el momento crítico en que un cruel general francés aniquila a los fungus, los cuales, por otra parte, se rebelan y liberan de la sumisión a los humanos.

Sánchez Piñol pone sus magníficas dotes para la invención humorística al servicio de un alegato contra el poder

El abundante y descabellado anecdotario de Fungus no busca la candorosa lectura realista y rige lo que los teóricos de las artes llaman suspensión de la incredulidad, es decir, la renuncia voluntaria a ejercer el sentido crítico y la aceptación ciega de ese mundo saturado de extravagancias. Ello ocurre porque el texto descubre que la capa de lo fantástico cobija un problema moral. El tema de la novela es el Poder (escrito con mayúscula). Y ahí mismo se pone una cita del poeta Joan Brossa que sintetiza el didáctico mensaje global de la dislocada trama: "La gente no se da cuenta del poder que tiene".

La materia fantasiosa encubre, pues, una alegoría de algo real y cercano, el Poder social y político, y expone de manera metafórica su esencia despótica. El Poder, delirio mental, sojuzga sin piedad cuanto queda bajo su manto y en su nombre se cometen las peores arbitrariedades. Pero también, al menos en el desarrollo novelesco, produce frustración al resultar inalcanzable. Además, frente al autoritarismo, existe otra realidad positiva, los legendarios minairons pirenaicos, que viven un igualitarismo solidario. La novela acaba con una tesis casi libertaria: los ansiosos de Poder son castigados y se vislumbra una sociedad nueva y sin dependencias, "el mundo de los hombres", se entiende que empoderados.

Sánchez Piñol pone sus magníficas dotes para la invención humorística y una gran soltura narrativa al servicio de un alegato contra el Poder y de la reivindicación un tanto idealista de la libertad individual. La divertida historia de Fungus sería más amena si hubiera podado una extensión que la hace algo cansina.