Image: Memorial Device

Image: Memorial Device

Novela

Memorial Device

David Keenan

2 marzo, 2018 01:00

David Keenan

Traducción de Juan Sebastián Cárdenas. Sexto Piso. Barcelona, 2018. 296 páginas, 21,90 €

Resulta hoy día incuestionable la influencia que ha tenido en la ensayística musical reciente un título como Por favor, mátame (1996), de Legs McNeil y Gillian McCain. Ambos periodistas consiguieron levantar toda una historia oral del punk a partir de multitud de testimonios que ofrecieron, en su conjunto, quizás la narración más veraz (desde luego la más auténtica, llena de contradicciones y contraposiciones) que pueda hacerse de una escena artística y cultural tan porosa y polifacética como fue aquella. Que el reputado periodista musical David Keenan (Airdrie, 1971) conoce el trabajo de McNeil y McCain me parece igualmente incuestionable. El que se haya basado en él para escribir no una crónica periodística sino una obra de ficción como Memorial Device (2017), su primera novela, me parece por tanto de lo más interesante.

En ella, además, Keenan lleva hasta las últimas consecuencias la filosofía punk del Do It Yourself. En sus páginas se recrea la "alucinada historia oral" de la escena musical que a principios de la década de 1980 hubo en Airdrie, una pequeña localidad escocesa cercana a Glasgow, donde en realidad no pasó nunca nada de nada. Precisamente por eso, Keenan convierte a su lugar natal en algo así como la Manchester de Escocia. En Airdrie (puestos a fantasear) surgió de hecho el grupo más experimental y revolucionario de la historia del post-punk, Memorial Device, capaz de aunar en un torbellino sónico la música de Sun Ra con la de Velvet Underground. Su historia es la que aquí se nos cuenta de forma caleidoscópica, fragmentaria, a través de las voces de algunos de los miembros (supervivientes) del grupo, así como de otras bandas coe-táneas y de otros tantos que vieron, oyeron o interactuaron directa o indirectamente con ellos.

Algunos de estos testimonios toman la forma de conversaciones o transcripciones, otros de correos electrónicos o cartas escritas dirigidas a Ross Raymond, el periodista que lleva a cabo la investigación, responsable último de poner en pie lo que ocurrió en Airdrie en aquellos efervescentes años. Ocurre, no obstante, que mientras que Keenan tiene el acierto de componer no solo formas sino voces distintas y dispares a cada de uno de los entrevistados, sus habilidades como narrador parecen resentirse a medida que el conjunto va tomando forma. La foto final queda de hecho un tanto borrosa, probablemente motivada por ese andar por la cuerda floja que se marca Keenan todo el rato en su pretensión por querer escribir una obra del gusto de todos, por más que el texto esté repleto de guiños musicales solo para connaisseurs, y que, pienso, son los que sostienen en verdad esta novela. Memorial Device está escrita con la pasión del fan que quiere creer, más que con la destreza de quien sabe contar.

Con todo, se hace justo señalar que a la hora de integrar la enigmática y sorprendentemente vanguardista escena musical (ficticia) de Airdrie con lo que estaba pasando (con lo que pasó) en el resto del mundo, Keenan tira más de romanticismo que de verosimilitud. En Airdrie se cumplen todos los tópicos, en él confluyen todas las líneas estéticas habidas y por haber relacionadas con el devenir del punk. Lo que allí ocurrió, de algún modo, da por buenas todas las teorías vertidas por Greil Marcus en su Rastros de carmín (1989), en un nuevo ejercicio de transformación de lo ensayístico en materia de ficción.

Muchos de estos juegos músico-conceptuales pueden recordar en primera instancia a cierta novelística de Nick Hornby, pero a mi juicio el modelo que sigue Keenan presenta mayores afinidades con la obra cinematográfica de Christopher Guest y sus falsos documentales. En los mejores momentos de Memorial Device puede uno encontrar un pulso similar entre realidad y ficción, con el mismo grado de humor (y, por qué no decirlo, de poca vergüenza) que despliegan obras como This Is Spinal Tap (1984) o A Mighty Wind (2003). Hagan si no la prueba: al final de la novela se incorpora un apéndice con la discografía oficial comentada de Memorial Device. Si se sienten, como yo, tentados, aunque solo sea por un segundo, de escuchar esos discos imposibles de encontrar, es que Keenan ha dado extrañamente en el clavo.

@FranGMatute