Image: El invitado amargo

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Novela

El invitado amargo

Vicente Molina Foix / Luis Cremades

14 febrero, 2014 01:00

Luis Cremades y Vicente Molina Foix. Foto: Maria Teresa Slanzi

Anagrama. Barcelona, 2014. 416 páginas. 19'90 euros

A los infrecuentes casos de escritura de un texto unitario compartida por varios autores aporta El invitado amargo un planteamiento novedoso, que yo sepa, y de afortunada originalidad. Hace poco, en 2012, se producía el reencuentro, después de avatares que condujeron al distanciamiento y el silencio, de Vicente Molina Foix y su amante de hacía tres décadas, Luis Cremades. Tras haber sufrido Cremades al implacable y terrible "invitado amargo" -denominación que se da a la enfermedad-, Molina Foix le propuso que contaran "la historia paralela de nuestras vidas, mientras se cruzaron, en un libro escrito al 50% por ti y por mí: una novela de amor intenso y complicado, lleno de generosidad y egoísmo, de incertidumbres y entregas, que sus autores contemplarían y reconstruirían por separado, sin omitir nada, desde el hoy".

La historia que da pie al libro comenzó en 1981. Entonces el treintañero y ya conocido escritor "novísimo" entró en contacto con un aturdido paisano de 19 años, aficionado a la poesía, de quien se convirtió en mentor y maestro. Aunque su relación de pareja duró solo un par de años por los deseos de libertad del muchacho, dejó en ambos una profunda huella. El relato complementario de esa tortuosa ligazón sentimental se hace alternando con bastante regularidad la voz de uno y de otro en capitulillos independientes. El procedimiento ideado produce un valioso perspectivismo que en ocasiones llega contraponer sus respectivos puntos de vista, como ocurre en la evocación de un pasaje de sexo en grupo.

Este libro de género indefinido -¿novela, crónica, autobiografía?- podría haberse ceñido a su meollo, los vericuetos transitados por una difícil relación amorosa, pero alcanza un valor documental no secundario. En buena medida ofrece un curioso testimonio del mundillo literario madrileño de los años 80 desde la perspectiva parcial de un grupo de sus protagonistas. El tratamiento de Vicente Aleixandre rayano en la devoción hagiográfica refleja los derroteros por los que entonces andaba un sector de nuestras letras. Hay también abundantes datos que acercan al lector a la crónica rosa de los letraheridos, a sus filias y fobias, de las que participan los dos autores del libro. Menudean noticias de algunas vidas privadas (Benet, Javier Marías, Savater, Lourdes Ortiz, Leopoldo Alas...). El énfasis celebratorio de Aleixandre, a quien se bautiza nada menos que como "Gran Sanador", eleva un celestineo marujil a la categoría de suprema calidad humana. Y sin disimulo se perpetran unos cuantos ajustes de cuentas (con Francisco Umbral, Félix Grande o Emma Cohen).

Este contenido accidental y pegadizo (poco valor ha de tener para el lector común semejante "sálvame de luxe" literario) no anula, por suerte, la intensidad y hondura de la novela amorosa, que se despliega por varios frentes. Uno destacado son las reflexiones sobre los modelos de amor y los secretos de la seducción entre homosexuales. Otro, la palpitante novela de aprendizaje y el ejemplar recorrido por una abrumada educación sentimental que constituye la parte del relato debida a Cremades. Uno más, la conmovedora verdad humana del drama moral, físico y económico del seropositivo Cremades. Y, además, la exposición desnuda y sincera (o con suficientes trazos de despojada sinceridad autoconfesional) de una "enfermedad amorosa" con un asomarse lúcido y emocionante a la atracción, al rechazo, a los celos, a los dolores de la ruptura, al señuelo del reencuentro y con el minucioso desvelamiento tanto de la entrega altruista como del cálculo ruin. Otro notable acierto constituye la plasmación de una relación agónica en una imagen que refleja los quebradizos límites entre verdad y fantaseamiento. El invitado amargo trae también el descubrimiento de un narrador, Luis Cremades, que debería animarse a andar solo.