Image: 1913: un año hace cien años

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Novela

1913: un año hace cien años

Florien Illies

13 septiembre, 2013 02:00

Florien Illies

Traducción de María José Díez y Paula Aguiriano. Salamandra. Barcelona, 2013. 320 páginas. 18'5 euros

Nunca antes se publicaron en un mismo año tantas obras de calidad, como viene ocurriendo en el siglo XXI. Los que claman por los excelentes libros del pasado pueden contar los mejores de un determinado año con los dedos de las manos. Yo ya he perdido la cuenta este año. A la lista de libros originales sumo ahora el de Florien Illies (1971), una crónica cultural del año 1913, escrita y narrada con el rápido e inquieto tempo de una novela de intriga. Su estilo, traspasado por una fina ironía, refresca nuestra imaginación con unas burbujas humorísticas. "Dicho sea de paso, Franz Kafka, otro de los que sienten un miedo tremendo cuando las mujeres se desnudan, por el momento tiene una preocupación muy distinta. Una idea repentina lo sobresalta. En la noche del 22 al 23 de enero, le pregunta a [su amada] Felice Bauer en la que tal vez sea su ducentésima carta: ‘¿Entiendes mi letra?'"" (pág. 30).

El panorama cultural de 1939 viene situado en las grandes capitales del momento, Berlín, Viena, París, Múnich, y Nueva York, donde la vida de artistas, científicos y arquitectos, de mujeres interesantes, iniciaban proyectos innovadores. Entonces, el mundo se modernizaba gracias a una creatividad potente, surgida en la brecha abierta entre las ideologías del siglo XIX y del XX. Las coincidencias, por ejemplo, el que Hitler y Stalin se pasearan por el mismo jardín de un palacio en Viena sin conocerse, al tiempo que Marcel Proust comenzaba a escribir A la búsqueda del tiempo perdido, en París, encerrado a cal y canto, actúan a modo de red que sustenta el texto. Asimismo, esta fractura permanente de espacios y personas cuestiona la Historia oficial y obliga a fijarse en los hechos aparentemente sin importancia.

Omnipresentes resultan las ideas de Sigmund Freud sobre la psique humana, el consciente, el subconsciente, los miedos, el sexo, todo tipo de tabú, y, por supuesto, ese acelerador de la percepción que tanto gustaba al célebre psicoanalista austriaco, la cocaína, que actúan de motor y catalizador de los personajes retratados. Los hombres y las mujeres más importantes de 1913, justo el año anterior a la gran guerra, cuando se vino a bajo el sistema de valores decimonónico. La mayoría son germanos, desde el propio Freud a Adorno, Wittgenstein, Mahler, Kafka, Hitler, Robert Musil, pero también los hay franceses como Proust o Marcel Duchamp, españoles como Picasso o Juan Gris, anglosajones como James Joyce, o rusos como Stalin, al que vemos cruzar las fronteras de Europa disfrazado, con un pasaporte y nombre falsos.

Las relaciones entre padres e hijos suponen otra compleja red de conexiones, Abarca desde las de quienes siguen viviendo con la madre a los 50 años, como Gustavo Klimt, o las de quienes quieren cortar la relación. "Querida madre -escribe Egon Schiele-, ¿para qué todas estas cartas, que siempre acaban en la estufa? Si necesitas algo, ven a verme, yo no voy a volver. Egon"(pág. 83). Quizás sean las relaciones sexuales y la fuerza del sentimiento amoroso las que dicen más de los personajes retratados. Klimt andaba desnudo debajo de su bata de pintor, por si le urgía el deseo por una de sus modelos desnudas, por eso a su muerte "catorce de sus antiguas modelos reclamarán el reconocimiento de paternidad" (pág. 84). Mientras Schiele, que tantos crudos desnudos nos ha dejado, de las hermanas, de su modelo y amada, Wally, nunca sufría de semejantes arrebatos. Las relaciones amorosas, entre Alma Mahler y el pintor Oskar Kokoschka, de Kafka con Felice Bauer, de Georg Trakl y su hermana Grete, todas ellas vienen a desvelar que junto a la ilusión que despiertan, si bien perecedera, se oculta la fragilidad de los individuos, de Kafka, de Kokoschka, que no conseguirán casarse con sus amadas. El anhelo amoroso, la felicidad, las alas románticas vienen cortadas a la medida del hombre, de la persona y de su vida cotidiana, y parece que la angustia, la neurosis, jamás andan lejos. Una lectura deliciosa.