Image: Y que se duerma el mar

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Novela

Y que se duerma el mar

Gustavo Martín Garzo

25 mayo, 2012 02:00

Gustavo Martín Garzo. Foto: J. M. Lostau

Lumen. Barcelona, 2012. 246 páginas, 17'90 euros

La última novela de Martín Garzo (Valladolid, 1948) vuelve a sus orígenes como autor de El lenguaje de las fuentes (1993), que lo consagró con el premio Nacional de Narrativa de aquel año. El mundo de María y José aparece tratado en ambas novelas, con protagonismo del carpintero de Galilea en El lenguaje de las fuentes y con absoluto predominio de María en Y que se duerma el mar, donde se lleva a cabo una recreación de la infancia y primera adolescencia de la muchacha cuyo designio sobrenatural escapa a las limitaciones de su corta edad, que aquí llega hasta los quince años. También volvemos a encontrar en esta novela el tratamiento de sus temas preferidos, a menudo centrados en torno al amor en diferentes etapas de su proceso, y una concepción de la novela enriquecida por muchos elementos de la poesía mediante una cuidadosa elaboración estilística con brillantes hallazgos metafóricos.

El título de Y que se duerma el mar procede de unos versos del griego Simónides de Ceos, destacados como antetexto de la novela, luego escuchados por la protagonista en boca de mercaderes amigos de su familia y aplicados por ella misma, como canción de cuna, al hijo que está llamada a llevar en su vientre (pag. 168). Hasta ahí llega la recreación novelada de la vida de María con 15 años, embarazada y poco antes de dar a luz, para lo cual se refugia en brazos de José, desde los primeros años de su aprendizaje de la vida, como niña y adolescente que no entiende muchos acontecimientos que la rodean, entre prodigios nacidos de leyendas, milagros, y todo tipo de fantasías alimentadas por su mente y propiciadas por la omnipresencia de ángeles que adoptan diferentes manifestaciones zoomórficas o antropomórficas.

La libertad con que está hecha esta recreación novelada mantiene siempre una visión de respeto, delicadeza y finura que el narrador omnisciente en tercera persona recibe de la sensibilidad del autor. Sorprende no poco la manquedad de María con su muñón en lugar de la mano derecha, en contra de la tradición iconográfica. Seguramente se debe a la intención de humanizar la figura de la Virgen María, apartándola del pedestal donde la sitúa la tradición religiosa y cultural. A esta cálida humanización contribuyen algunas características del personaje, como, sus sueños de amor, a los que no corresponde la conducta mansurrona de José, su tendencia a la mentira, entre chiquillas de su edad, y el humor con que algunas de sus réplicas rebajan la gravedad de ciertas situaciones, como cuando la adolescente da por terminada la falta de explicaciones de su madre sobre la razón del viaje a la casa de José en Nazaret: "Espero que el Señor no te haya pedido que me cambies por una oveja" (pág. 84).

Para componer una historia como ésta, Martín Garzo ha desplegado las mejores galas de su literatura. Entre las más fecundas cabe destacar la interpolación de relatos contados por hábiles narradores orales como la misteriosa Abigail en los primeros años de María en Emaús, los mercaderes Leví y Yehudá, o las historias de Diótima y Safira en Alejandría. Algunas de estas historias funcionan como correlatos en el aprendizaje de María. También hay que destacar la reivindicación, en la teoría y en la práctica, de la imaginación y la necesidad de soñar, el acompañamiento de la naturaleza en la igualación prosopopéyica de seres vivos ante las fantasías noveladas, y el aliento poético de muchas páginas.